Sensible. Así era Amy Winehouse, la artista británica que con un talento abrasador llegó a convertirse en una estrella del jazz y la música popular, pero que no pudo lidiar con las consecuencias de la fama, los excesos y una relación tóxica que la cambió por completo. Públicamente se mostraba como una "chica mala" y rebelde, que no buscaba encajar con lo que el ambiente esperaba de ella y solo priorizaba su música y pasarla bien. Sin embargo, debajo de esa coraza escondía un profundo sufrimiento.

Nació el 14 de septiembre de 1983 en Londres, Reino Unido, en una familia judía tradicional. Sus primeros años fueron como los de cualquier chica de su edad, pero a partir del divorcio de sus padre, Janis Seaton y Mitch Winehouse, todo cambió. Sentía una profunda admiración por su papá, pero enterarse de que tenía una doble vida fue golpe del que nunca pudo recomponerse y encontró la manera de canalizar esa frustración rebelándose a todo.

Obstinada, siempre hizo lo que quiso y aunque no había imaginado que tenía futuro en el ambiente musical, a pesar de tener una voz privilegiada, con el incentivo del cantante Tyler James -quien fue su novio durante su adolescencia- a los 16 años se animó a presentarle al mundo algunas de las canciones que había escrito para poder sobrellevar sus problemas. La música era su punto de escape y su zona de confort.

A 10 años de la muerte de Amy Winehouse: un peligroso cóctel de talento, sensibilidad y excesos

Con fuertes influencias de Dinah Washington, Sarah Vaughan, Tony Bennett y Monk, entre otros de los máximos exponentes del jazz, se abrió paso en la industria a principios de los años 2000 con un sello personal. No le interesaba amoldarse a la música que vendía en esa época ni explorar géneros que no sentía propio y esa actitud, sumada a su talento como vocalista, guitarrista y compositora, rápidamente la catapultaron a la cima.

"Frank" (2003), su primer disco fue un éxito que contó con sencillos como "Stronger Than Me", "Take The Box" y "In my Bed/You Sent Me Flying", con letras en la que Winehouse se permitía bucear hasta lo más profundo de sus sentimientos para transformar sus miedos, dolores e inquietudes en algo de lo que pudiera sentirse orgullosa.

Los buenos resultados trajeron aparejados un crecimiento económico por el que la cantante pudo comprarse su primera casa en Candem, al noroeste de Londres, y su vida tomó un ritmo vertiginoso. Las borracheras eran algo frecuente y ya no estaba tan conectada con su música. Toda su atención se concentraba en Blake Fielder-Civil, un joven que conoció en un bar local y del que se enamoró perdidamente. O más bien, se obsesionó, pero el sentimiento fue tan intenso que a pocas semanas de conocerlo se tatuó "Blake" en el pecho.

Al principio, tuvieron una relación clandestina, ya que ambos estaban en pareja, pero cuando al fin se separaron y estaba todo dado para encarar un noviazgo formal, el idilio duró unos pocos meses. "Cuando rompimos, me volví completamente loca, era una imprudente. Enloquecí. Todo me recordaba a él. Buscaba algo en la heladera y lo veía. Subía las escaleras, veía sangre en las paredes y pensaba en él; pero era de mis puños", reconoció la cantante tiempo después.

Lo cierto, es que la separación la llevó a atravesar una fuerte depresión y a su vez, agravó su excesos en el consumo del alcohol. Ya había tenido episodios depresivos durante de preadolescencia, por los que había sido medicada, y además sufría bulimia, un combo que la tuvo a mal traer durante varios meses. Y luego de enfrentar varios problemas en su carrera por procrastinar su nueva música, en 2006 presentó "Back to Black", un álbum dedica a Blake con el que se consagró a nivel internacional y batió un récord Guinness por ser la artista británica con más premios Grammys.

Todos querían estar con Amy y conocer cada detalles de su vida. Pero para una persona tan sensible y frágil, la intromisión en sus asuntos personales le generó una presión difícil de aguantar. Para colmo, meses antes de su explosión mediática, había decidido tratar sus adicciones en una clínica de rehabilitación, pero su padre desestimó su problema y la artista, luego de un corto periodo de hábitos saludables, se convirtió en una bomba de tiempo.

En 2007, tras romper su noviazgo con el cantante Alex Clare, volvió a caer rendida en los brazos de Fielder-Civil y ahí comenzó su perdición. Los jóvenes se casaron en secreto en Miami y al poco tiempo comenzaron a consumir cocaína y heroína, dos sustancias que hasta ese momento Amy nunca había probado, pero que la terminaron llevando a un trágico final.

A 10 años de la muerte de Amy Winehouse: un peligroso cóctel de talento, sensibilidad y excesos

Las adicciones sabotearon en más de una ocasión la carrera musical de Winehouse, quien suspendió decenas de conciertos porque su estado no le permitía presentarse en público. Para colmo, se convirtió en blanco de críticas y bromas de todo tiempo por sus excesos. Nuevamente sintió que la exposición era demasiado para ella, pero su equipo de trabajo, en el que estaba su padre, insistía en que debía seguir facturando a toda costa, ya sea con conciertos, documentales o discos.

Trató de alejarse de las drogas en 2009 durante su estadía en St. Lucía, en la que se comprometió en volver a encausar su carrera, pero no hizo más que reemplazar las heroína por el alcohol. Su relación con Blake se había enfriado, ya que él había ido a la cárcel por agredir al dueño de un pub y tratar de sobornarlo para que no presentara cargos en su contra. Y luego de que se viralizaran unas imágenes en la que ella estaba junto a otro hombre, su marido le pidió el divorcio.

Esta nueva separación volvió a llevarla a sus lugares más oscuros, de los que ya no pudo salir. Rearmó su vida amorosa y contaba con el apoyo de sus amigas de toda la vida, pero las adicciones le impedían tomar el control de su vida. Sus últimos años se caracterizaron por los escándalos mediáticos, los shows desastrosos. Y aunque tuvo algunos momentos luminosos como su dúo con Tony Bennett, su imagen ya estaba muy alejada de la chica tímida y fresca que había cautivado al mundo entero con su voz.

Finalmente, el 23 de julio de 2011 fue encontrada muerta en su casa de Candem. El cóctel de sus trastornos alimenticios y su adicción causaron terribles fallas en su organismo y acabaron con su vida. Amy se sumó a la trágica lista de talentosos artistas que dejaron el mundo a los 27 años con carreras prometedoras por delante, pero su corta e intensa vida le bastaron para dejar su huella.