Apenas vivió 29 agitadísimos años, pero más de medio siglo después de su muerte durante una emboscada en la selva, la espía alemana nacida en Buenos Aires que se entusiasmó con el Che Guevara y lo acompañó en su fatal aventura boliviana sigue siendo un ícono universal de las mujeres que buscan empoderarse, salvo en la Argentina.

El personaje, que ha sido objeto de más de una veintena de investigaciones periodísticas y filmes documentales está presente, incluso, en dos productos masivos de la industria del entretenimiento: en el videojuego estadounidense “Command and Conquer” es la combativa y sexuada Tanya y en el japonés “Metal Gear Solid 3 Snake Eater", uno de los nombres falsos de la espía rusa Eva.

Tamara Bunke, que tuvo al menos cuatro alias para moverse por el mundo pero un solo nombre de guerra, Tania, murió en Ñancahuazú, Bolivia, el 31 de agosto de 1967, durante una emboscada en la que se precipitó la columna que iba a la retaguardia del grupo guerrillero que comandaba el Che, quien sería capturado y asesinado 39 días después, cuando ya su arriesgado intento revolucionario sudamericano hacia aguas por todas partes.

Aquel día, con su grupo completamente cercado en un paraje inhóspito, la argentina fue la penúltima en sumergirse en la corriente de un río, delante de Joaquín, quien cubría las espaldas de sus compañeros, y cuando se aprestaba a disparar recibió una bala que le atravesó un pulmón, por lo que fue arrastrada cauce abajo, hacia un sitio en que la encontraron una semana más tarde.

Pero a diferencia de lo que indican algunos de los relatos en los que parecen hacer pie la personalidad combativa que justifica su presencia en los videojuegos de guerra, Tania, que era dueña de un riguroso entrenamiento militar, terminó en la selva casi por accidente, ya que lo suyo era el fino trabajo del espionaje, para el que parecía haberse preparado desde su adolescencia.

Algunos de los aspectos de su asombra historia de vida están a disposición en CINE.AR., el canal de televisión del cine argentino, que estrenó esta semana “Tamara Bunke es Tania”, una película documental de Norberto Forgione, que se incorpora a una larga lista de producciones sobre su figura, que comenzó en 1990 con “Tania, la guerrillera”, de la directora suiza Heidi Specogna.

La historia legendaria de Tania, la espía argentina que cayó en combate mientras acompañaba al Che en Bolivia

Al cumplirse cuarenta años de su caída, también se estrenó en 2007 una serie documental de diez capítulos “Historia de Ita”, (de chica la llamaban Tamarita) del cubano Froilán González, que se dedicó a investigar que había se cierto en la supuesta historia de pareja con Guevara, hasta llegar a la conclusión de que “una cosa es seguir a alguien sólo por amor y otra hacerlo por sus ideas políticas”.

La controversia central sobre su vida es que en la ex Alemania Oriental y en Cuba, así como en el amplio campo de la izquierda universal, su figura fue reverenciada como la de una guerrillera heroica que ofrendó su vida a la causa, y los historiadores sin simpatías por el socialismo afirman que en realidad fue una espía preparada a la KGB que terminó en la selva porque cometió errores que la llevaron a ser descubierta durante el final de sus años en La Paz.

Los padres de la futura Tania, Erich Bunke, alemán y Nadia Bider, polaca, llegaron a la Argentina en 1935, huyendo del nazismo, y se instalaron en el barrio de Once, donde ella curso la primaria en la Cangallo Schule, en unos años formativos en que se destacó por su aspecto físico, su amor por la música –tocaba el piano, la guitarra y el acordeón- y su pasión por las danzas folklóricas.

Cuando sus padres decidieron el regreso a la ya República Democrática Alemana, en 1952, Tamara, que hablaba a la perfección el alemán y había militado en la Federación Juvenil Comunista en su secundario en la Escuela Normal 9, ubicada en Callo 450. ingresó a la Facultad de Letras de Berlín Oriental y empezó a trabajar como instructora de tiro, mientras estudiaba ruso, francés e inglés.

Era una mujer físicamente atractiva, culta, desenvuelta e independiente, que según testimonios coincidentes tuvo un gran éxito con los hombres tanto en Buenos Aires, aunque se fue muy joven, como en Alemania, Cuba y Bolivia, aunque cuando se casó lo hizo por puro interés, con un joven de la aristocracia de La Paz que le permitió, ante todo, convertirse en ciudadana del país en que terminaría muriendo.

El primer plan de Tamara, que al cumplir 18 años en Berlín se había afiliado al Partido Socialista Unificado de Alemania y era una admiradora de la Unión Soviética, muy robustecida después de su decisivo aporte para la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial, era regresar a Buenos Aires para seguir militando las ideas revolucionarias con sus amigos y amigas de la adolescencia, con algunos de los cuales se carteaba.

Pero todo cambió cuando al año siguiente del inicio de la Revolución Cubana conoció juntos en Berlín, al Che y a la famosa bailarina Alicia Alonso, quién en nombre del Ballet Nacional de Cuba, invitó a aquella gentil y emotiva traductora a trasladarse a La Habana, donde empezaría a estudiar periodismo, mientras trabajaba en diversas instituciones estatales, con un cambio importante en sus prioridades de militancia.

Propuesta por Guevara, ingresó en 1962 a un área de la Inteligencia cubana dedicada a promover movimientos insurreccionales en América del Sur (Argentina, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela), luego de haber pasado por un filtro que la prefirió antes que otras dos mujeres argentinas, Isabel Leguía y Lidia Guerberoff, tan dispuestas como ella a ser parte de la “Operación Fantasma”.

Unos meses después, durante 1963, comenzó a entrenarse en tareas militares, de inteligencia y contrainteligencia en la ciudad de Cienfuegos, momento en el cual adoptó su nombre de guerra, en homenaje a Zoya Kosmodemiánskaya, una partisana soviética que durante la Segunda Guerra Mundial utilizaba el nombre de guerra Tania en la clandestinidad.

A fines de 1964, por órdenes directas de Guevara, llegó a La Paz con un pasaporte que la identificaba como la ciudadana argentina Laura Gutiérrez Bauer, con el objetivo de infiltrarse en la clase alta boliviana y su élite política –daba clases de alemán a los hijos de varias familias de poder- para poder colaborar desde un lugar de influencia en la futura formación de un frente armado revolucionario.

Usando el pelo teñido de castaño para ocultar su cabello rubio y lentes oscuros arribó a La Paz procedente de Perú, el 5 de noviembre de 1964, luego de un viaje previo a Europa que puso distancia elocuente con Cuba, con una primera misión, introducirse en aquellos círculos afirmando que era una etnóloga especializada en arqueología y antropología, que pensaba publicar un libro sobre la historia de la música andina.

Una vez que el Che llegó a Bolivia, las cartas de su vida estaban jugadas: los historiadores que trabajaron en la construcción de su leyenda afirman que dejó de ser una espía “dormida” durante más de dos años para incorporarse a la lucha armada porque se salía de la vaina por tomar las armas, sus detractores dicen que debió huir de La Paz porque estaban por detenerla, ya que había cometido errores infantiles y estaba en la mira de los servicios locales de inteligencia.

La leyenda empezó con su muerte: un planeta menor descubierto en 1974 por la astrónoma soviética Lyudmila Zhuravlyova, fue bautizado con su apellido, la militante armada estadounidense Patricia Hearst, nieta del magnate William Randolph Hearst, era la comandante “Tania” en el estrambótico Ejército Simbionés de Liberación, el por entonces influyente cantautor venezolano Ali Primera le dedicó una famosa canción.

En uno de sus cuadernos de apuntes y reflexiones, encontrado tras su caída, aquella joven poética pero de acción, había escrito un texto de carácter premonitorio, ahora que con el diario del lunes se sabe que su personaje es una leyenda que recorre el mundo, aunque en la Argentina de ella casi no se hable: “¿Nada será mi nombre alguna vez? / ¿Nada dejará en pos de mí en la tierra? / Al menos flores, al menos cantos…”

En muchas ocasiones sociales, cuando participaba de tertulias en Alemania o Cuba, Tamara recordaba las zambas que había aprendido en los años cuarenta en la Argentina y solía cantar, a veces acompañándose con un instrumento, “El arriero”, un clásico del repertorio de Atahualpa Yupanqui, y "La Felipe Varela", una zamba sobre un líder de los gauchos alzados contra el poder en el siglo XIX:

En el libro “Tania, la guerrillera” los cubanos Marta Rojas, Mirla Rodríguez Calderón y Ulises Estrada sostienen en base a información de documentos originales y relatos privados que más allá de “calumnias y mistificaciones” se trató de una mujer excepcional “coherente con su ideal de libertad y justicia social, rigurosa con sus principios, tenaz con su voluntad, generosa y altruista con los relatos humanos y tierna con sus sentimientos”.

Estrada no es un personaje menor, ya que en otro libro de su autoría cuenta qué como miembro del Departamento de Operaciones Especiales del Ministerio del Interior, por un pedido especial del entonces Ministro de Economía de Cuba, formó a Tania en inteligencia y contrainteligencia al tiempo que se convertía en su pareja amorosa en los años 1963 y 1964, antes del viaje rumbo a Bolivia.

Entre las versiones que afectarían la estatura de su leyenda se destacan las que afirman que tuvo su lugar en la historia porque mantenía desde el principio una relación amorosa clandestina con Guevara y una especie de variación perversa de la historia oficial que sostiene que desde su tiempo en Berlín Oriental obedecía a órdenes de la KGB y que su papel consistía en estar cerca para hacer fracasar la aventura guevarista.

El boliviano Gustavo Rodríguez Ostria, diplomático e historiador, cuenta en su libro “Tamara, Laura, Tania” que si bien cayó en una emboscada mientras cruzaba un río con su patrulla casi perdida, su condición femenina estuvo a punto de salvarla, porque algunos militares evitaron dispararle –fue abatida por una sola bala- aunque luego otros se ensañaron con su cuerpo sin vida y lo exhibieron a los campesinos como un trofeo.

La historia legendaria de Tania, la espía argentina que cayó en combate mientras acompañaba al Che en Bolivia

En 1968, como respuesta a una nota del New York Times en que “Günther Mándel, tránsfuga del servicio de espionaje de Alemania Oriental y enrolado en el contraespionaje estadounidense” sostuvo por primera vez que era “una agente soviética colocada junto a Guevara para obstaculizar los planes de subversión castrista en Latinoamérica”, la revista argentina Siete Días contó alguno de los pormenores de sus meses previos a la incorporación al grupo armado,

“En agosto o septiembre de 1966 Tamara Bunke está en Camiri, preparando el foco guerrillero que comandará Guevara”, narra la revista. “Se aloja en el hotel Oriente, y con un carnet de periodista otorgado por la presidencia de Bolivia, además de su cámara fotográfica y su grabador, puede moverse sin trabas; dispone de un jeep para sus continuos desplazamientos y propone a la radio una audición semanal de astrología”.

Desde ese programa, continúa la nota, “hábilmente propala mensajes secretos para orientar a los reclutas de la guerrilla que van a La Calamina, una hacienda comprada por los hermanos Peredo para adiestrar a los futuros combatientes” y unas semanas después, agrega, conduce al “Che Guevara hasta el campamento base de la guerrilla, como lo hiciera más tarde con (el francés Regis) Debray y (el argentino Ciro) Bustos”.

En un hecho casi insólito para un país que no la reconoce como propia, en 2018, en Buenos Aires la Fundación Proa presentó en La Boca una muestra del artista Leandro Katz que incluía una gigantesca instalación llamada “Tania, trofeos y máscaras”, armada con cinco fotografías de gran tamaño sacadas de sendos pasaportes con los nombres que usó a lo largo de sus años de internacionalismo: Haydée, Tamara, Vittoria, Marta y Laura.

En el lugar en que cayó muerta por un balazo de un arma larga, la imagen que tienen los campesinos de aquella mujer en la guerrilla del Che conserva un perfil mágico, alejado de los dimes y diretes: se dice que cuando hay niebla sale del río caminando como una diosa pagana, hermosa y sonriendo, con una cesta de flores y frutas entre sus brazos, vestida con uniforme de combate.

La escritora cubana Belkis Cuza Malé publicó sobre ella un poema llena de resonancias:

   Están haciendo una muchacha para la época/con mucha cal y unas pocas herramientas, /alambres, cabelleras postizas, / senos de algodón y armazón de madera. / El rostro tendrá la inocencia de Ofelia/y las manos, el rito de una Helena de Troya,/ hablará tres idiomas/y será diestra en el arco, en el tiro y la flecha.

   Están haciendo una muchacha para la época, /entendida en política/y casi en filosofía,/ alguien que no tartamudee,/ni tenga necesidad de espejuelos,/que llene los requisitos de una aeromoza,/lea a diario la prensa/y, por supuesto, libere su sexo/sin dar un mal paso con un hombre./ En fin, si no hay nuevas disposiciones,/así saldrá del horno/esta muchacha hecha para la época.

Desde la identificación en Bolivia, con un trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, y el traslado de los restos que de ellos quedaban a Cuba en 1998, un bloc de notas, un cuaderno escolar, una placa de bronce, fotografías, cartas y documentos encontrados entre las pertenencias de Tania, esperan a los curiosos en el Museo del Memorial que, en Santa Clara, honra para siempre la muy cercana figura del Che.