El rey Carlos III del Reino Unido ofrecía el viernes una recepción a los líderes mundiales reunidos en Londres para su coronación este fin de semana, el mayor acontecimiento ceremonial que se celebra en Reino Unido desde hace 70 años.

Carlos, de 74 años, y su esposa Camila serán coronados mañana en la abadía londinense de Westminster en una brillante, pero solemne, ceremonia religiosa con tradiciones que se remontan a unos 1.000 años, seguida de una procesión, resplandeciente de pompa y esplendor.

Los seguidores de la realeza se congregaron en The Mall, el gran bulevar que conduce al Palacio de Buckingham, y varios jefes de Estado y dignatarios de todo el mundo han ido llegando a la capital británica antes del acontecimiento del sábado.

"Es un honor representar a Estados Unidos en este momento histórico y celebrar la relación especial entre nuestros países", dijo en Twitter la primera dama estadounidense, Jill Biden.

Joe Biden es uno de los líderes mundiales que asisten a la recepción en el Palacio de Buckingham, con el rey y la reina como anfitriones junto con otros altos cargos de la familia real.

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Antes, Carlos mantuvo una reunión con los líderes de la Mancomunidad de Naciones, la asociación voluntaria de 56 países que él también preside, mientras que también saludará a los primeros ministros y representantes reales de los otros 14 territorios en los que es jefe de Estado, entre ellos Australia y Canadá.

Los líderes de Australia y Nueva Zelanda jurarán lealtad al rey en su coronación el sábado, aunque ambos son republicanos de toda la vida que no se privan de dejar claras sus posiciones.

En todo Reino Unido están en marcha los preparativos para la primera coronación desde 1953, cuando fue coronada su madre, la reina Isabel II. El rey incluso ha puesto voz a los anuncios de la red de metro de Londres, recordando a los pasajeros que tengan "cuidado con la separación entre el tren y el andén".

Carlos se convirtió automáticamente en rey tras la muerte de la reina Isabel II a los 96 años el pasado septiembre, pero la coronación, aunque no es imprescindible, se considera un momento enormemente simbólico que legitima al monarca de forma pública.

Con el telón de fondo de la crisis del coste de la vida, cierto escepticismo público y en una época moderna en la que se plantean interrogantes sobre el futuro de la institución, su papel y sus finanzas, el acto del sábado será de menor envergadura que el anterior, hace 70 años.