De la Reina Victoria a Carlos III: cómo fue la participación argentina en las coronaciones de la Realeza británica
Desde los tiempos de Juan Manuel de Rosas hasta la actualidad, el país estuvo representado en las actividades por la entronización de los monarcas británicos.
La coronación del Rey Carlos III del Reino Unido no moverá el amperímetro político en la Argentina, a diferencia de lo que sucedió en las anteriores entronizaciones de la Realeza británica cuando el tema demandó importantes movimientos dentro del Gobierno argentino.
Desde la ceremonia en que la Reina Victoria asumió al frente de la monarquía del Reino Unido, en 1837, la Argentina supo tener en consideración las coronaciones como un acontecimiento destacado en la agenda, algo que ya no ocurre.
La representación del país estará encarnada en el embajador ante el Reino Unido, Javier Figueroa, quien asistirá a los eventos de la coronación del Rey Carlos III: el año pasado también había sido el diplomático el encargado de dar el presente por la Argentina en el funeral de Isabel II.
Esta protocolar representación dista demasiado de las anteriores entronizaciones de la monarquía británica.
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El 28 de junio de 1838 en Londres se produjo la coronación de la Reina Victoria, una de las más destacadas monarcas en la historia del Reino Unido, y en estas tierras el principal referente de las Provincias Unidas del Río de la Plata era el entonces gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.
La Reina Victoria.
El "Restaurador de las Leyes" no ocultaba su admiración por el Imperio británico -no en vano eligió Inglaterra como lugar para exiliarse tras la derrota en la Batalla de Caseros-.
Juan Manuel de Rosas.
El historiador Jorge Mayer señaló que en La Gaceta Mercantil, una suerte de Boletín Oficial de mediados del Siglo XIX, "se sucedían los emocionados homenajes con motivo de la coronación de la `Excelsa´ Reina Victoria", algo que se mantuvo ante "su casamiento con el Príncipe Alberto de Saxe-Coburgo, el nacimiento de sus nueve hijos, los bautismos con agua traída del río Jordán" e incluso apuntó que "hasta se liberaron los presos para festejar `el aniversario de la subida al trono de Su Majestad´".
Ya iniciado el Siglo XX, la muerte de la Reina Victoria dio paso a Eduardo VII, quien fue coronado el 9 de agosto de 1902. En aquellos tiempos, las ceremonias de entronización iban acompañadas de una impresionante revista naval en Spithead, una zona ubicada al sur de Inglaterra, frente a la ciudad de Portsmouth.
En ese desfile marítimo, la afamada Royal Navy ostentaba su poderío sobre las aguas y también participaban embarcaciones de otros países: en aquella ocasión, la Argentina estuvo presente con la Fragata Sarmiento, que actualmente está amarrada en Puerto Madero y puede ser visitada.
La fragata Sarmiento.
Nueve años después, el 22 de junio de 1911, fue la coronación de Jorge V. Días antes de la destacada ceremonia, el monarca británico "recibió en audiencia especial al ministro argentino, quien le presentó las felicitaciones en nombre del presidente doctor (Roque) Sáenz Peña", reportaron los diarios de la época.
Recorte de época del diario Santa Fe.
En la revista naval en Spithead, el pabellón argentino flameó a bordo del crucero Buenos Aires, enviado especialmente para participar de la tradicional actividad marítima. "Al desfilar el crucero argentino Buenos Aires, se le tributaron estruendosas manifestaciones de parte del pueblo y de los marinos, disponiendo el rey Jorge que tomara colocación al lado de la nave real, alta distinción que motivó nuevas ovaciones", publicaron los diarios de la época.
El crucero ARA Buenos Aires.
El 20 de enero de 1936 falleció el jefe de la Realeza británica y en su lugar estuvo su hijo mayor, Eduardo VIII, quien no llegó a ser coronado porque abdicó antes de la ceremonia. En medio del escándalo, el 12 de mayo de 1937 fue la coronación de su hermano Jorge VI y la bandera argentina nuevamente se pudo divisar en el mar inglés: el acorazado ARA Moreno representó al país en la revista naval.
"Muchos se dirigieron a contemplar el brillante desfile de tropas de todas partes del mundo, entre las cuales descollaron por su marcialidad los marineros de nuestro acorazado Moreno", informaron los diarios en aquel entonces.
El acorazado Moreno.
El deceso del Rey estableció que su hija mayor fuese su sucesora en el trono: a fines de mayo de 1953, mientras la joven Elizabeth Alexandra Mary se aprestaba a asumir al frente de la Corona del Reino Unido como Isabel II, arribaba a Londres el entonces vicepresidente argentino, Alberto Teisaire.
El contraalmirante mendocino viajó con el título de embajador extraordinario y plenipotenciario en misión especial: debía representar a la Argentina en la ceremonia de coronación de la flamante monarca, quien iba a reemplazar en el trono a su fallecido padre, Jorge VI.
Juan Domingo Perón y Alberto Teisaire.
El día de la asunción de Isabel II, el 2 de junio de 1953, Teisaire estuvo ubicado en uno de los palcos tapizados de azul del coro de la Abadía de Westminster, lugar en que estuvieron los representantes extranjeros. "La Argentina quiso honrar doblemente a Gran Bretaña, enviándole a la personalidad que sustituye al presidente Perón cuando éste se halla ausente y que es, al mismo tiempo, en eminente representante de aquella de las tres armas que cuenta con la predilección británica", publicó al día siguiente el diario Clarín en base a un cable de la Agence France Presse (AFP).
Pero la "misión especial" del contraalmirante no se limitó a representar al país en la coronación de la monarca, sino que también fue el encargado de formalizar una propuesta de Perón para recuperar las Islas Malvinas.
Durante un encuentro privado en el Park Lane Hotel, el vicepresidente informó al entonces subsecretario de Exteriores británico con responsabilidad sobre los asuntos latinoamericanos, lord Reading (Gerald Rufus Isaacs), sobre la intención de la Casa Rosada de comprar el archipiélago ocupado por el Reino Unido desde enero de 1833.
La Reina Isabel II y el Príncipe consorte Felipe de Edimburgo.
Según documentos oficiales británicos desclasificados en enero de 1984, el mendocino manifestó que el Gobierno "deseaba que las relaciones económicas anglo-argentinas se establecieran sobre una base firme, y que su propuesta era que, como parte de algún arreglo a largo plazo, Gran Bretaña debería renunciar a todos los derechos y reclamaciones sobre las Islas Malvinas".
Aunque no se ofreció una cifra específica, el funcionario del Reino Unido rechazó tal propuesta y justificó la negativa al señalar que "los habitantes de las Islas Malvinas eran británicos, y si se celebraba un plebiscito, votarían prácticamente por unanimidad para permanecer bajo la bandera británica". En el documento se agregó, entre paréntesis, que "el almirante estuvo de acuerdo en que probablemente era cierto".
También quedó registrado en esos informes desclasificados que lord Reading le dijo a Teisaire que "era inconcebible que cualquier Gobierno británico considerara la venta de las islas".
"Si lo hicieran, se produciría de inmediato un tremendo clamor popular y el Gobierno ciertamente sería derrocado", analizó en aquella reunión privada el subsecretario de Exteriores británico con responsabilidad sobre los asuntos latinoamericanos.