La última Asamblea Legislativa de Alberto Fernández en su mandato fue una obra dividida en dos actos bien marcados. La apertura fue protocolar, con los formalismos institucionales de una ceremonia tradicional de la democracia, y sin las desviaciones típicas de ediciones anteriores. Cuando promediaba el discurso, el Presidente abrió fuego contra la Corte Suprema lo que dio pie al desmadre entre los presentes, convirtiendo el recinto en una suerte de gallinero.

El jefe de Gobierno comenzó a desarrollar su mensaje con un tono apagado y descolorido, casi monocorde, al punto que la bancada del Frente de Todos debió realizar denodados esfuerzos para aplaudirlo. No hubo arengas ni cánticos militantes, más bien indiferencia.

Del otro lado, la oposición siguió la marcha del discurso con elocuentes gestos de aburrimiento. El propio diputado nacional de Juntos por el Cambio Ricardo López Murphy literalmente se quedó dormido en su pupitre y varias veces debió ser pellizcarlo para por su compañero de banca para que se despabilase. 

La primera parte fue transitada en un silencio sepulcral y no le concedieron un solo aplauso al Presidente, con la mera excepción del momento en que hizo alusión a la soberanía argentina de las islas Malvinas.

Hubo un punto en común en ese sentido con la vicepresidenta Cristina Kirchner, la incómoda anfitriona de la ceremonia, que no aplaudió al mandatario en ningún momento. Mantuvo la corrección política, no hizo gesticulaciones o ademanes que se presten a interpretaciones, pero no regaló un ápice de afecto.

La última vez que se habían visto las caras data del 2 de septiembre del 2022, el día posterior al intento de magnicidio. Y públicamente habían pasado nueve meses: el 3 de junio compartieron un acto en Tecnópolis por los 100 años de YPF en que ella le dijo que no tuviera miedo en "usar la lapicera" para tomar decisiones.

Es evidente que la relación política está más gélida que nunca y la convivencia forzada en la Asamblea Legislativa fue solo una escenografía para mantener las apariencias. Otro botón de muestra de esta no reconciliación es que el diputado Máximo Kirchner se ausentó a la cita, por segundo año consecutivo.

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Así y todo el mandatario se esforzó en congraciarse con su vice, como cuando denunció la persecución judicial y pidió a la Justicia que reactive la investigación por el atentado, o cuando reivindicó la nacionalización de YPF que ella encaró durante su Gobierno. No fue suficiente.

El discurso de Fernández tuvo tramos en que la narrativa adquirió tonalidades nostálgicas, como cuando dijo estar convencido de haber "dejado los cimientos sobre los cuales construir el gran país que soñamos". Hubo en su mensaje una reivindicación de la gestión y una enumeración minuciosa de cada uno de los logros que le atribuye a su presidencia, pero careció de una proyección a futuro.

En cualquier caso, las definiciones de candidaturas quedarán para más adelante. El jefe de Estado no sucumbió a la ansiedad de quienes en su propio movimiento le exigen que explicite sus planes electorales.  

A diferencia de otras Asambleas Legislativas, esta vez no abundó en pedidos de leyes a los legisladores. Se limitó a pedir por un nuevo proyecto de expansión educativa para pasar del 6 al 8% del PBI hacia 2030, y reclamó a la oposición que deje de obturar la votación de las nuevas universidades nacionales y el régimen de promoción de la agroindustria.

El ministro de Economía, Sergio Massa se ubicó en uno de los palcos junto a otros ex presidentes de la Cámara baja, y no en el rectángulo reservado para los miembros del Gabinete. La vicepresidenta festejó que para presidir la Asamblea Legislativa hubieran por primera vez en la historia tres mujeres: ella como jefa del Senado, Cecilia Moreau como titular de la Cámara baja, y Claudia Ledesma Abdala de Zamora como presidenta provisional del Senado. 

Más allá del faltazo de Máximo Kirchner, hubo algunas ausencias notorias entre los gobernadores. Por ejemplo no estuvo Axel Kicillof, y tampoco Omar Perotti o Juan Schiaretti. Apenas se dignaron a presenciar el acto cinco gobernadores peronistas, y también el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que llegó con el discurso ya iniciado.

El flamante precandidato a presidente del PRO regañó girando la cabeza cuando el jefe de Estado acusó a la Ciudad de haberse quedado con recursos coparticipables que no correspondían gracias a una cautelar que negoció con la Corte Suprema de Justicia.  

Ese fue el momento bisagra, porque la atmósfera cambió rotundamente. Legisladores de Juntos por el Cambio empezaron a vociferar, a levantarse de sus bancas, a hacer gesticulaciones de disgusto, inclusive a arrojar insultos como en el caso de Fernando Iglesias, que terminó retirándose del recinto en medio de un pico de nervios.

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Ese clima beligerante que recreó la oposición pareció encender al Presidente, que frunció el ceño y elevó el volumen de la voz, reafirmando cada una de sus palabras, sin amilanarse frente a la hostilidad. 

Si los jueces Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, sentados en primera fila, salieron airosos al comienzo de la sesión, no corrieron la misma suerte cuando Fernández desenfundó furibundas críticas contra ellos. El mandatario les echó en cara las acusaciones que se están tramitando en el juicio político que los tiene como acusados.

Pese a todo, mantuvieron la expresión rígida de sus rostros, con la mirada fija al vacío, aparentemente impertérritos ante los ataques públicos a los que estaban siendo sometidos.

En su defensa salieron a los gritos representantes de la oposición como el diputado radical Miguel Bazze ("¿no te da vergüenza?") o el santafesino Federico Angelini que tuvo un arrebato de furia. Otros eligieron retirarse del recinto como el mencionado Iglesias, o los radicales porteños Martín Tetaz, Emiliano Yacobitti y Martín Lousteau. También los diputados santafesinos Mónica Fein y Enrique Estévez, y sus pares de Identidad Bonaerense Alejandro "Topo" Rodríguez y Graciela Camaño. Los liberales Javier Milei y Victoria Villarruel habían sido los primeros en irse, antes de que la situación se desbordara.

En un momento dado la oposición decidió que la mejor forma de hacer frente al mandatario era a través de la ridiculización. "Borombonbón, borombonbón, para Alberto, la reelección", recitaban en modo cancha de fútbol, con Cristian Ritondo y Luis Naidenoff como cabecillas de la barra, pasándole letra a los demás. "Alberto presidente", fue el otro hit que Juntos por el Cambio recicló para burlarse de las escasas posibilidades electorales de Fernández

Después de dos horas de discurso, el espectáculo terminó con la bancada del Frente de Todos entonando las primeras estrofas de la Marcha Peronista, aunque no pudieron terminar el ritual porque la locutora oficial decretó el final de la sesión y en pocos minutos el recinto se vació por completo.