Un país unido por el fútbol y dividido por Cristina
Con su desempeño en el Mundial de Qatar 2022, la Selección logra una postal imposible de conseguir para la política, con miles de almas celebrando juntas en las calles. La "Scaloneta", un antídoto de la grieta.
El fútbol en el país volvió a convertirse en una poderosa anestesia para amortiguar sinsabores vinculados con otro año que termina con más penas que gloria para la sociedad, mientras el Gobierno completa su tercer cuarto de gestión y encara el tramo final del mandato envuelto por un manto de incertidumbre.
Tan argentina como el dulce de leche, el colectivo y la birome, la "Scaloneta" se ganó definitivamente un lugar en los corazones tras su clasificación a las semifinales del Mundial de Qatar 2022, de la mano del astro Lionel Messi, después de aquel idilio que comenzó en 2021 en el mítico estadio Maracaná con el triunfo sobre Brasil en la final de la Copa América.
Transformada hoy para millones de almas en un rayo más del sol que ilumina la bandera nacional, en una hoja adicional del laurel que embellece el escudo patrio y en especial en un mimo gentil y desinteresado al sentimiento popular, la Selección busca un nuevo título en Oriente Medio luego de la gloria continental alcanzada en Río de Janeiro: su primer título en 28 años.
El desempeño de los dirigidos por Lionel Scaloni en Qatar, donde acaban de dar otro paso significativo en su intento por conquistar la tercera Copa del Mundo de la historia para la Argentina, se convierte por estos días en un bálsamo para la población en el corolario de un año más agrio que dulce para el país y, especialmente, en un vigoroso antídoto contra la "grieta" ideológica que divide a los argentinos.
Leer: Durante nuestro Gobierno, el Estado ha desarrollado un rol clave y lo seguirá haciendo
Las diferencias políticas quedan adormecidas cuando gana el conjunto albiceleste y las calles de las grandes ciudades y de los pequeños pueblos también se tiñen de celeste y blanco con hinchas que salen a festejar, unidos y embanderados con los mismos colores. En el particular contexto por el que transita la nación, únicamente el fútbol puede generar semejante postal.
Sucedió antes, incluso en momentos largamente más infaustos para la Argentina, como en 1978, y a todas luces es probable que continúe ocurriendo a lo largo de los años, con progresistas y conservadores; moderados y radicalizados; "zurdos" y "fachos" o como vayan de denominarse entonces, en un futuro cercano o lejano, cantando juntos y abrazados, ¡alentando a la Selección!
Más que necesaria, bendita sea la "anestesia" que suministró la "Scaloneta" -por más temporal que resulte- después de su victoria mediante disparos desde el punto del penal frente a Países Bajos, para ubicarse entre los cuatro mejores equipos del Mundial, en un contexto de país que encuentra a la sociedad apremiada por una serie de problemáticas que el Gobierno no ha logrado resolver -o al menos aminorar- en sus tres años de gestión hasta el momento.
El triunfo -con el corazón en la boca- de Argentina en el Estadio Lusail ofrece motivos para festejar y para seguir disfrutando de Messi y compañía en el campeonato de fútbol más relevante del planeta, en una coyuntura nacional dominada por la inflación y por el sostenido deterioro del poder adquisitivo del salario a lo largo de 2022 -lo que redunda en un empobrecimiento, en especial, de sectores de la clase media-. La inseguridad y el avance del narcotráfico también se ubican al tope de la nómina de principales preocupaciones de la población, en especial en las barriadas más vulnerables.
La agenda judicial de Cristina
Además de un contexto económico complejo -el próximo jueves 15 de diciembre se conocerá el dato oficial sobre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de noviembre pasado-, el partido de la Selección por los cuartos de final de Qatar 2022 encontró a la Argentina inmersa en una acalorada discusión política después del acontecimiento histórico sucedido días atrás con la condena a prisión -por seis años- contra Cristina Kirchner.
La vicepresidenta de la Nación fue declarada culpable en una causa en la que se investigaba la concesión -presuntamente irregular- de obras públicas en Santa Cruz durante 2003 y 2015, y la sentencia desfavorable que recibió al cabo de un largo debate judicial de tres años y medio de duración dividió aún más las aguas en la sociedad entre kirchneristas y "antis".
La "grieta" quedó al rojo vivo con motivo del fallo por corrupción del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 2: por un lado, quienes entienden que a Cristina algunos quieren "verla presa" y "proscribirla", dado que el veredicto de primera instancia incluye una prohibición para ejercer cargos públicos de por vida. En esa línea, le apuntan a la Justicia, a los medios de comunicación, a los "poderes fácticos" de la Argentina, a la supuesta "mesa judicial" que comandan operadores macristas y a todo aquel que considere a la ex presidenta en efecto responsable de haber defraudado al Estado en beneficio del empresario Lázaro Báez y, lógicamente, de sus propios intereses, mediante "manganetas" de retorno de dinero. Por el otro lado, se ubican aquellos que, sin eufemismos, celebran con bombos y platillos la sentencia del TOCF2. E incluso esperan que los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola apelen y obtengan una pena mayor, tras haber solicitado 12 años de cárcel para la líder del Frente de Todos (FdT).
La agenda judicial de Cristina -que obviamente no es la "agenda del pueblo argentino", como pretendieron ensalzar legisladores del FdT días atrás en el Congreso- marcó el pulso de la política doméstica en los últimos días y semanas en general, con el ala más moderada del Gobierno obligada a sumarse al operativo de repudio del fallo montado por el kirchnerismo y al plan de mostrar -una vez más- al peronismo en general en clave de víctima.
Numerosos dirigentes del FdT se expresaron en medios de prensa y en sociales tras la sentencia e insistieron con la teoría del "Lawfare" (persecución judicial), en sintonía con la estrategia de defensa de Cristina, mientras el oficialismo se beneficia con el alentador rendimiento de la Selección en Qatar para desarrollar una agenda cada vez más alejada de las verdaderas preocupaciones de la sociedad y enfocarse, en cambio, en las desventuras judiciales de su "jefa" política.
En este sentido, un control positivo de coronavirus realizado a la vicepresidenta de la Nación postergó por una semana un acto del llamado Grupo de Puebla -de ex jefes de Estado latinoamericanos- que estaba previsto para el próximo lunes en Buenos Aires. Para la ocasión, además de reunir a dirigentes progresistas y de izquierda que le dieran su respaldo a Cristina, el FdT esperaba convocar a una multitud de aficionados peronistas frente al Centro Cultural Kirchner (CCK) en apoyo a la titular del Senado.
El encuentro quedó pospuesto para el lunes 19 de diciembre -un días después de que se juegue la final del Mundial-. En el Gobierno, según pudo averiguar NA consultando a fuentes oficiales, entienden que el fallo contra Cristina no se sustenta en pruebas concretas y que una vez que se conozcan los fundamentos -el 9 de marzo de 2023- y se avance a una instancia de apelación, "con la militancia en las calles" será posible revertirlo.
Un escenario político impensado
De momento, el primer acto reflejo de la ex mandataria frente al veredicto en su contra en la causa también conocida como Vialidad descolocó al peronismo: su decisión de no participar en las elecciones generales del año que viene abre hoy, cuando aún restan largos meses por delante para llegar a la fecha de los comicios, un escenario dentro del peronismo impensado hasta hace apenas unos días.
Las fichas aún no comenzaron lógicamente a acomodarse en el tablero, aunque dirigentes del FdT entienden que Cristina buscará ejercer un rol de "ordenadora" dentro del espacio, sobre todo a la hora de cerrar listas y confirmar candidaturas: es decir, ser la dueña de lapicera e intentar utilizarla a discreción. Sin embargo, al optar por no postularse -y siempre y cuando cumpla con su promesa- es posible que su poder de injerencia sea menor, puertas adentro en el peronismo, en la campaña electoral que se avecina.
De cualquier modo, recientes acontecimientos políticos demuestran que quizás algunos dirigentes-militantes K sobrevaloren la capacidad de Cristina para designar candidatos y resolver la integración de las boletas en vísperas de una votación. Para muestra basta un botón: su "Frankenstein" electoral pudo haber sido un éxito en las urnas en 2019, pero hoy la gestión de Alberto Fernández como jefe de Estado la encuentra a ella misma ejerciendo una suerte de rol de "opositora" dentro de su propio Gobierno.
Y a su lista de desaciertos se suman, además, las designaciones de Julio Cobos y de Amado Boudou -el "vengador" de las AFJP que, según la Justicia, se quiso apoderar de la máquina de fabricar billetes en la Argentina- o de otro postulante a vicepresidente como lo fue Carlos Zannini, un verdadero grillete para las aspiraciones de Daniel Scioli de vencer a Mauricio Macri en los comicios generales de 2015.
El paso al costado de Cristina ubica, a su vez, al núcleo duro K en un contexto a priori de mayor vulnerabilidad con vistas a las elecciones del año próximo, especialmente en el caso de los dirigentes de La Cámpora que buscaban cortar alambrados en el Conurbano bonaerense y plantear una disputa territorial a intendentes peronistas al amparo del paraguas político de la "Jefa". De momento, esa carta bajo la manga se ha desvanecido. Y más aún: ¿podrá el FdT retener el poder en la provincia de Buenos Aires en 2023 sin Cristina en la boleta?
Está por verse eso. La elección nacional también es una gran incógnita hoy, aunque en el oficialismo se preparan para sufrir una derrota si el Gobierno no logra torcer el rumbo de la economía. En medio de esta coyuntura, Fernández cumple tres años como jefe de Estado y encara el tramo final de su mandato envuelto por un manto de incertidumbre, mientras continúa soportando ráfagas de fuego amigo: ¿hasta cuándo lo va a atacar un dirigente kirchnerista de tercera línea como Andrés "Cuervo" Larroque?
De todos modos, el signo de interrogación que pende sobre la gestión de Fernández está vinculado con la capacidad de la administración que lidera para resolver los asuntos más acuciantes para la sociedad en la actualidad. Claramente, con una inflación cercana a los tres dígitos en el país, la agenda judicial del kirchnerismo no es la "agenda del pueblo argentino".
Como tampoco lo es el viaje a la Patagonia de funcionarios de Juntos por el Cambio y jueces -¿en serio que algunos son cercanos al ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, como se rumorea en pasillos de la Casa Rosada?-, para acovacharse en la residencia del magnate inglés -amigo de Macri- Joe Lewis en Lago Escondido, junto con empresarios de medios de comunicación: ¿es grave?, sí; ¿importa al común de la gente?, ¡no!
Demasiado revuelo político para tan pocos días. Por suerte, después del fin de semana extra largo vuelve a jugar la Selección en Qatar: el próximo martes frente a Croacia, por un lugar en la final. Y sí, claro, ¡vamos Argentina! (Y mientras tanto, que siga sonando Comfortably Numb -"Confortablemente Adormecido"- de Pink Floyd).