La lacerante crítica que lanzó la vicepresidenta Cristina Kirchner en el plenario de la CTA contra el manejo de los planes sociales que realizan los movimientos populares reavivó la guerra entre La Cámpora y el Movimiento Evita, a las que las une una larga historia de resentimientos y desconfianzas mutuas. La rivalidad entre las dos agrupaciones políticas con mayor desarrollo territorial no es nueva, ni se acota únicamente a diferencias sobre el rol de la economía informal en el modelo de desarrollo del país.

Se remonta a la última parte del primer mandato de Cristina Kirchner (especialmente tras la muerte de Néstor Kirchner), cuando la agrupación liderada (en aquel momento en las sombras) por Máximo Kirchner exhibía un crecimiento exorbitante en volumen militante al calor de un cima de época que estimulaba la politización de la juventud. Los cuadros de la agrupación ocupaban cada vez más cargos en las distintas estructuras del Estado, y era evidente que la organización engordaba aceleradamente con los recursos públicos, al ocupar un lugar de favoritismo en la consideración de la entonces presidenta.LEE: Desde Casa Rosada aseguran que Alberto Fernández participará del acto de la CGT por el aniversario de la muerte de Perón

Ese crecimiento exponencial empezó a generar recelos en el Movimiento Evita, una organización preexistente al nacimiento del kirchnerismo, heredera del piquetero Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita (MTD-Evita). Las disputas por el territorio se convirtieron en moneda corriente. Y a medida que la economía del país se iba saneando y los números de pobreza cediendo, desde el kirchnerismo duro empezaron a ver con otros ojos la persistencia de los movimientos sociales en protestas callejeras o en tomas de tierras. Creían que el país ya había dado un salto cualitativo con la reducción del desempleo a niveles mínimos y por ende estaba en condiciones de dejar atrás el paisaje social de piqueterismo que había dominado los años 90 y los primeros años de los 2000.

El Movimiento Evita era un actor político de relevancia dentro del Frente para la Victoria, con dirigencia activa en ámbitos institucionales, pero no estaba dispuesto a relegar su vasta función social a través de cooperativas y otras formas de integración de los excluidos por el sistema. Las diferencias de concepción sobre el rol de la economía popular tenían que ver justamente con diferencias de origen: mientras que el Movimiento Evita es hijo del piquete de los 90, La Cámpora es hija de la expansión del Estado durante los gobiernos kirchneristas. La agrupación del hijo de la vicepresidenta es mayormente proclive a la creencia de que desde el Estado es posible organizar toda la vida social, sin organizaciones intermedias. LEE: Sin el Presidente, Cristina encabezará en Ensenada un acto por el aniversario de la muerte de Perón

"En esa época ya teníamos discusiones fuertes con Cristina sobre este tema. Ella nunca entendió el valor de la economía popular en la sociedad y el trabajo que hacemos las organizaciones sociales. Con algunos compañeros del kirchnerismo charlábamos del tema y parecía que entraban en razones, pero al poco tiempo se reseteaban y volvían a sacar a relucir sus prejuicios sobre los planes de trabajo y el rol de los movimientos", señaló a NA un integrante encumbrado del Movimiento Evita.

Pese a los cortocircuitos, el crecimiento de la economía durante aquellos años de la llamada "Década Ganada" tapaba en cierta forma las desavenencias y era un paraguas que permitía que las tensiones en el frente oficialista pudieran ser administradas. 

En 2012, La Cámpora y el Movimiento Evita se unieron para dar nacimiento a una experiencia que no pudo sostenerse por mucho tiempo. "Unidos y Organizados" fue el nombre que se le dio a una coordinadora de "orgas" kirchneristas en el que iba a apoyarse el Gobierno de Cristina Kirchner para la "profundización del modelo". Era una suerte de reserva ideológica y al mismo tiempo un contrapeso al poder inercial del PJ y de la CGT, de las cuales Cristina Kirchner había tomado distancia. La mayor demostración de fuerza de ese espacio emergente se produjo en un acto que encabezó Cristina Kirchner el 27 de abril del 2012 en el estadio de Vélez Sarsfield, que lució un lleno total, con presencia de todas las agrupaciones del arco kirchnerista.

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Desplazada de la toma de decisiones por La Cámpora, que pasó a hegemonizar la conducción de Unidos y Organizados, el Movimiento Evita declaró fracasada la experiencia y se alejó del espacio. Desde el sector encabezado por Emilio Pérsico y Fernando "Chino" Navarro argumentaban que Unidos y Organizados había pasado a expresar solamente a una parte y no a todo el espectro kirchnerista, y que por lo tanto no tenía ningún sentido permanecer allí adentro.

En la antesala a las elecciones del 2015, el Movimiento Evita siguió diferenciándose del kirchnerismo duro estrenando una consigna que se convirtió en sello identitario, además de soporte de la campaña presidencial de Jorge Taiana: "Somos lo que falta". Articulando con otros movimientos sociales, desde la agrupación liderada por Emilio Pérsico ponían en discusión el relato de que en la "Década Ganada" había sido todo color de rosas. "Lo que falta" era justamente lo que el kirchnerismo no había podido resolver: el núcleo estructural de pobreza y la precariedad del trabajo del sector informal.

La discusión era exactamente la misma que ahora. Desde el Movimiento Evita señalaron a Noticias Argentinas que "sólo en la fantasía de alguien puede sostenerse la idea de un capitalismo serio que en la medida en que funcione seriamente va a poder absorber la mano de obra disponible que está por fuera del sistema formal, y que sobrevive a duras penas con changas o formas de trabajo precarias e inestables". La ironía tiene claramente como destinataria a Cristina Kirchner, quien sigue pregonando la creencia de un "capitalismo en serio" con "todos adentro". 

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"El pleno empleo podía ser una realidad en el siglo pasado, pero ahora la realidad es esta, y la economía popular existe y va a seguir existiendo, aunque algunos tengan una negación", agregaron. En ese sentido, consideran que necesariamente el avance de la tecnología va dejando cada vez más gente por fuera del sistema y la tarea del movimiento popular es organizar ese trabajo y otorgarle derechos. 

La candidatura del ex canciller no se pudo instalar en la sociedad y el Movimiento Evita terminó cediendo al "baño de humildad" que pidió Cristina Kirchner para los precandidatos que no medían. Consumada la fórmula única de Daniel Scioli y Carlos Zannini, el Movimiento Evita cerró filas y salió a militar fuerte. En cambio, La Cámpora, desencantada con la nominación de Scioli, se guardó la pólvora e instaló el lema "el candidato es el proyecto". Era un artilugio discursivo no demasiado sutil de subestimar las ideas individuales y el plan de gobierno de Scioli, y condicionarlo con la continuidad de las recetas kirchneristas en caso de que pudiera ganar la contienda presidencial. Navarro salió entonces a desenmascarar y rebatir la maniobra camporista cuando sostuvo que "el candidato es Scioli".

La derrota del entonces gobernador bonaerense a manos de Mauricio Macri a fines del 2015 terminó por romper los puentes con el cristinismo. En los primeros meses del 2016, los diputados nacionales del Evita anunciaron su ruptura con el bloque del Frente para la Victoria, profundizando así la dispersión del peronismo.

En la época del macrismo se acentuaron al máximo las diferencias. El Movimiento Evita junto a otras organizaciones como el MTE de Juan Grabois, Barrios de Pie y la Corriente Clasista Combativa forjaron un vínculo fluido con la entonces ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley, quien le garantizó presupuesto para planes y programas de trabajo a cambio de contener el descontento de parte de la población que sufría las políticas de ajuste del macrismo. En aquellos tiempos de "resistencia con aguante" por parte del kirchnerismo duro, La Cámpora acusó al Movimiento Evita de ser "colaboracionista" con el Gobierno de Macri, por "pactar paz social" a cambio de frondosos recursos para financiar el aparato de la organización.

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"Huyeron del Frente para la Victoria en el peor momento, cuando había que resistir. Ellos pactaron con Carolina Stanley, que les bajaba un montón de guita para que no hicieran quilombo", reprocharon fuentes de La Cámpora en diálogo con NA.  

En 2017, con el vínculo definitivamente quebrado, el Movimiento Evita decidió no apoyar la candidatura a senadora nacional de Cristina Kirchner y en cambio se integraron a la campaña de Florencio Randazzo, a quien el la jefa del kirchnerismo le había cerrado la puerta para competir contra ella en las PASO. "Le hicieron el juego a Cambiemos, que necesitaba que el peronismo vaya dividido", recordaron con malestar desde La Cámpora.

Desde el Movimiento Evita contraponen una lectura diferente: fue Cristina Kirchner la que fue funcional a Cambiemos por no abrir la interna y crear su propio frente electoral (Unidad Ciudadana) por fuera del PJ. Curiosamente, el jefe de campaña de Randazzo no fue otro que el actual presidente Alberto Fernández, quien se encuentra en la mira del kirchnerismo.

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La reunificación del peronismo en 2019 para ganarle a Macri invisibilizó por un tiempo las pujas internas, pero no pasó demasiado tiempo para que afloraran nuevamente las tensiones. Frente al asedio permanente de Cristina Kirchner contra el rumbo económico del Gobierno, el Movimiento Evita se alineó al presidente, e inclusive organizó actos en su apoyo en los momentos en que el kirchnerismo duro intensificaba sus embates. Así fue cuando el ministro de Interior, Eduardo "Wado" de Pedro puso su renuncia a disposición junto a decenas de funcionarios kirchneristas, en una movida para condicionar a Alberto Fernández, luego de una explosiva carta de Cristina Kirchner con críticas a la gestión. 

En 2020, cuando en medio de la cuarentena se produjo una oleada de tomas de terrenos en la provincia de Buenos Aires (siendo la más emblemática la de Guernica) y otras zonas del país, Máximo Kirchner le transmitió al presidente su sospecha de que el Movimiento Evita había colaborado con algunas de las ocupaciones. Alberto Fernández se limitó a escucharlo, pero no tomó ninguna medida.

Otro capítulo de desencuentro fue cuando en marzo pasado manifestantes apedrearon el despacho de Cristina Kirchner en el Senado, generando destrozos cuya reparación demandó miles de pesos. Aquel episodio despertó las sospechas de la vicepresidenta respecto a que el autor intelectual del ataque pudo haber sido el propio Pérsico. La duda sigue flotando en el Instituto Patria.

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La votación en el Congreso del proyecto para autorizar la refinanciación de la deuda con el FMI fue un parteguas. La Cámpora y otros diputados del kirchnerismo se rebelaron votando en contra del "pacto con el FMI", mientras que el Movimiento Evita se plegó a la posición del ministro de Economía, Martín Guzmán, quien se había puesto al hombro el acuerdo.

Cuando semanas atrás la presidenta exhortó a Fernández a que use "la lapicera" para tomar decisiones en favor de las mayorías, el Movimiento Evita volvió a cerrar filas con el presidente. 

Alberto Fernández retribuyó el apoyo días atrás luego de la diatriba de Cristina Kirchner contra los movimientos sociales. A modo de desagravio, el mandatario puso el valor el trabajo de los movimientos populares en el contexto de la crisis y sin nombrarla, le envió un mensaje a su vice al instar a "no generalizar" cuando se insinúan supuestas picardías o manejos discrecionales de partidas por parte de los dirigentes sociales.

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Días atrás, luego de la sonora respuesta del Movimiento Evita a las críticas que formuló la vicepresidenta en el acto de Avellaneda, el ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés "El Cuervo" Larroque, dijo que Pérsico "casi que tiene un problema psicológico con Cristina", y agregó que "fue la persona que más influyó en poner en tensión a Alberto con Cristina".

En la misma sintonía, la senadora cristinista Juliana Di Tullio aseguró que Pérsico "es machista y tiene un problema personal con Cristina". También la vicepresidenta del bloque de diputados del Frente de Todos, Cecilia Moreau (integra el Frente Renovador pero tiene mucha cercanía al kirchnerismo) salió con los botines de punta contra el Movimiento Evita, y en defensa de la vicepresidenta.

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"Al Chino Navarro le discuto donde sea que hay mujeres a las que le sacan una parte del plan social por ir o no a la marcha. Es un hipocresía no reconocerlo", lanzó. Y continuó: "Es secretario de Relaciones Parlamentarias pero nunca lo vi por el Congreso. No es un funcionario que funcione", sostuvo parafraseando a Cristina Kirchner.

En este marco de conflictividad, La Cámpora y el Movimiento Evita medirán fuerzas el año que viene cuando se dispute el control de varios municipios de la provincia de Buenos Aires. La agrupación de Máximo Kirchner se verá forzada a aliarse a los intendentes para frenar las ambiciones del Evita, que ya controla el municipio de Moreno con Mariel Fernández como intendenta. La batalla central se librará en La Matanza, bastión del peronismo, donde la diputada provincial Patricia Cubría, esposa de Pérsico, se lanzó como candidata y buscará arrebatarle el municipio más populoso del conurbano a Fernando Espinoza.