Después de que el presidente Alberto Fernández se haya referido al presidente de Estados Unidos como Juan Domingo Biden y la catarata de tuits de Cristina Fernández de Kirchner al respecto, es necesario examinar más profundamente y citar un artículo que escribimos hace algunas semanas, “Ni Biden es Cristina ni los demócratas son de izquierda”.

La vicepresidenta considera que, por el solo hecho de aumentar los impuestos, Biden se convierte en peronista o, aun peor, que fue ella quien inventó la teoría del crecimiento económico de abajo hacia arriba.

El ex presidente estadounidense Donald Trump bajó el impuesto a las ganancias de las grandes empresas del 37% al 21%. La idea era que, si las empresas pagaban menos impuestos, invertirían esos ahorros en mejores salarios, mayor inversión en tecnología, maquinarias y recursos humanos.

Esa teoría del derrame vertical no ha tenido el efecto deseado sino que solo ha logrado aumentar el déficit fiscal del país y engrosar los bolsillos corporativos y sus magníficos CEOs. Hoy la pirámide muestra su mayor distancia histórica entre la punta de arriba y la franja inferior.  

El plan de Biden es corregir medianamente ese error e incrementar dicho impuesto al 28%, sin volver al 37% que regía bajo el régimen de Barack Obama. El otro impuesto que intenta aumentar es el de las “ganancias de capital” a las acciones de la Bolsa o la venta de inmuebles y por último, eliminar lagunas fiscales legales que les permiten a las grandes fortunas pagar pocos o nada de impuestos.

Los demócratas como Biden siempre han creído en el crecimiento de abajo hacia arriba. Que las clases bajas ganen más para promover el consumo y eso ayudaría a las empresas. Los republicanos como Trump, en cambio, consideran mejor el crecimiento vertical hacia abajo. Ambas teorías tienen sus pros y sus contras, pero no varían mucho. Estados Unidos ha prosperado económicamente bajo presidentes de ambos partidos.

Comparar teorías económicas con Argentina es una falacia intencional y una chicana más del Gobierno.

En EE.UU. no hay piquetes, no hay paros generales, no hay gremios extorsionadores, hay solamente cuatro feriados nacionales, la inflación es solamente del 3% anual; el país no se para un mes entero como sucede en enero en la Argentina, no existen las ferias judiciales, no hay provincias con 70% de empleo público, no hay escuelas rurales sin baños ni electricidad, no existen los Oyarbides, no existe el “lawfare” y en cualquier caso, en un país como Estados Unidos, Cristina ya hubiera estado presa hace varios años.

Para entender las diferencias entre los demócratas y republicanos en EE.UU., podemos imaginar un reloj donde los republicanos serían la 1:00 PM (apuntando algo hacia la derecha, pero siempre hacia arriba) y los demócratas, las 11:00 AM (más a la izquierda, pero también apuntando hacia arriba).

El GRAN error está en considerar a los demócratas como de izquierda. Tanto Biden como sus antecesores Barack Obama, Bill Clinton y Jimmy Carter han demostrado respeto a las libertades individuales, a la democracia, la división de poderes, la Justicia independiente, la propiedad privada, la libertad de expresión y la libertad religiosa.

El plan económico de Biden es ambicioso. Concentra gran cantidad de ayuda a las clases bajas financiándolo con impuestos a las grandes fortunas. Lo que coloquialmente se lo conoce como “distribución de la riqueza” o “achatar la pirámide”. Uno podría catalogarlo como populista, o socialista. Pero recordemos que otros presidentes de derecha como George W. Bush o Donald Trump han adoptado medidas similares. De hecho, durante 2020 Trump envió un cheque a cada trabajador por 1.200 dólares, solamente que él exigía que los cheques salgan con SU firma… Una política bien peronista, diría alguien por ahí.

Biden no busca regalar dinero a la gente en forma continua, sino un plan a futuro para las sociedades más postergadas. Crear un plan que genere trabajo y que la ciudadanía vea el destino de sus impuestos. Tampoco busca desbarrancar a las empresas con un impuestazo nunca antes visto, ni gravar a los ricos con un impuesto a la riqueza ni bienes personales.

Las GRANDES diferencias con el peronismo son tres:

  • En EE.UU. la sociedad ve cómo sus impuestos son devueltos en infraestructura y tecnología, en vez de ir a los bolsillos de los políticos.
  • El plan Biden no es “a cambio de votos” sino porque genuinamente considera que la economía crecerá más justamente.
  • Biden piensa el país a 20 años y en Argentina no podemos planear los próximos 20 días.

Si Alberto Fernández y Cristina Kirchner desean comparar a Biden con el peronismo, sería ideal que comparen Nueva York con 28 años de gobiernos “justicialistas” en la provincia de Buenos Aires. Una vez que tengan el resultado, conversamos.

 (*) Alejandro Itkin es analista de política internacional y conductor de Estudio Abierto en Radio Rivadavia. Sábados de 13hs-15hs.

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