Luego de que Argentina quedara afuera del hexagonal final en el Sudamericano Sub 20, Javier Mascherano, el DT, dijo: “No hay demasiado que pensar. Obviamente, sí quiero agradecer a todos. Al presidente –Tapia– por la oportunidad. A los clubes, porque siempre nos han dado una mano, nos han dado los jugadores; los hemos molestado mucho durante todo el año, inclusive ahora, durante la preparación, y siempre han puesto los jugadores a disposición. No tengo mucho por decir: no hay excusas. Acá el que falló soy yo y tengo que hacerme cargo”.

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Era el final de cuento de hadas que había comenzado unos meses antes en el Torneo de Toulón (Argentina quedó en el 5º puesto luego de ganarle a Arabia, Panamá y Japón y perder por 6-2 con Francia), siguió en el de L’Alcudia (superó en la final a Uruguay 4-0) y finalizó en el Sudamericano al no pasar la zona de grupos. Ese último resultado, además, había eliminado a Argentina del Mundial de Indonesia y de los Juegos Panamericanos.

La cuarta oportunidad para Mascherano


Pero de pronto todo cambió: la FIFA le sacó el Mundial a Indonesia y ahora está todo dado para que la organización recaiga en Argentina, por lo que nuestra selección ingresaría al torneo por ser país anfitrión. Y como el torneo arranca muy pronto, en mayo, se decidió el regreso de Mascherano porque, se dice, conoce a los jugadores, como si ese fuera un dato fundamental como para armar un equipo competitivo. O sea, lo que para Mascherano era un fracaso, ahora pasa a ser una nueva oportunidad concebida en los escritorios.


En el medio, como para darle épica al regreso de Mascherano, se publicó en diferentes medios que Javier, para quedarse, rechazó una oferta millonaria del Al Rayyan, de la Liga qatarí.

La cuarta oportunidad para Mascherano


No me voy a meter en cuestiones personales, porque Mascherano me cae fenómeno. Sí voy a opinar sobre las razones futbolísticas que llevaron a la inexplicable decisión de los dirigentes, Scaloni y Messi (según dicen lo convenció) de apostar a la continuidad.


Mascherano, en los partidos que dirigió a los juveniles nunca consiguió armar un equipo sólido, ni aun cuando contó con los europibes, quienes estuvieron todos en el torneo de Toulón. El piso, por supuesto, lo tocó en el Sudamericano, ya que no sólo no acertó en los planteos de los partidos sino que además se equivocó cuando realizó cambios en la formación inicial para tratar de enderezar el barco.

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¿Con esto queremos decir que Mascherano es un mal entrenador? No. Sólo que hoy, en el arranque de su carrera, no parece estar a la altura de las circunstancias. No todos los días se alinean los planetas y aparece en escena una persona como Scaloni, que de la nada termina campeón del mundo.


Mascherano tiene un amplio recorrido en las Selecciones Nacionales, pero como entrenador principal ha dejado bastante que desear y de ahí la crítica. Dicho todo esto, la cosa sería diferente si a Mascherano se lo rodeara con un equipo más consistente que el que lo acompañó hasta ahora. Los ayudantes de Javier fueron y son Lucas Rodríguez Pagano (ayudante de campo), Pablo y Federico Blanco (preparadores físicos), Mauro Dobler (entrenador de arqueros) y Lucio Stortoni (asistente de video). Es evidente que con ellos solos no alcanza y que Mascherano necesita arrimarse a personas con cierta experiencia para poder tomar decisiones menos erráticas.

La cuarta oportunidad para Mascherano


El Mundial se hará en la Argentina. La Selección seguramente contará con los europibes para este compromiso. Por ahí Mascherano sorprende y se revela como un gran estratega (dependerá de si le suman alguien más al cuerpo técnico) y el equipo la rompe en cada una de sus presentaciones. Jamás le pediríamos que sea campeón del mundo; lo único que se le reclama es que el equipo juegue a algo consistente, cosa que nunca consiguió en las presentaciones que tuvo desde el debut hasta aquí, aún obteniendo el título en L’Alcudia.


Para colmo de males hay un ingrediente extra: la inevitable presión con la que convivirá Mascherano para sacar buenos resultados. O sea, el combo está armado para que las cosas salgan mal. Ojalá que nos equivoquemos y dentro de un mes y medio estemos contando otra historia. Nada nos haría más felices.