Son días de mucha actividad y presentaciones en diferentes foros para el ex vicepresidente de Evo Morales, al que acompañó en el poder del Estado Plurinacional de Bolivia desde el 22 de enero de 2006 hasta que renunciaron el 10 de noviembre de 2019 durante la crisis política de fines de ese año en el país andino.

Álvaro García Linera pertenece a una estirpe de teóricos del marxismo que decidieron pasar a la lucha armada al afiliarse al ejército guerrillero Túpac Katari a mediados de la década de la década de 1980. Durante esos años trabajó en un marco ideológico que le permitiera conciliar la teoría del katarismo indianista, cuyo movimiento, a principios de siglo, terminó con las prácticas liberales en Bolivia, con el marxismo, para generar una praxis "revolucionaria-comunitaria".

Sin embargo, el político y matemático García Linera ha planteado las sombras de todo ese proceso que lo llevó a participar de la guerrilla indigenista, a estar preso durante cinco años, a compartir el poder con Evo Morales y a sufrir el exilio en 2019.

En una conferencia realizada en el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI) en Buenos Aires y en otra disertación, durante el 33° Congreso Latinoamericano de Sociología ALAS realizado en México DF, García Linera aseguró que  "los actuales marcos de referencia sobre la previsibilidad del futuro están en crisis, lo que hace sentir al presente como una interminable vorágine de acontecimientos que no conducen a ningún lado".

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Un aspecto político que le sirve para explicar la actualidad y ciertos acontecimientos mundiales como la invasión de la Federación de Rusia a Ucrania. Para García Linera, "están concluyendo dos etapas históricas importantes: el ciclo corto del neoliberalismo, que ha estado vigente los pasados 40 años, pero también el ciclo largo del dominio de Estados Unidos en el escenario mundial, que ha durado por lo menos un siglo".

En ese contexto mundial, la situación latinoamericana no es la mejor en sus aspectos económicos y sociales. Razón principal de su exposición ante los diplomáticos del CARI en Buenos Aires, donde señaló: "La primera oleada de progresismo en América Latina, la de la primera década de los 2000, ha mostrado sus límites. La principal falla, del progresismo, estuvo en  la implementación de políticas redistributivas sin mejorar los sistemas productivos”, evaluó García Linera.

“El progresismo en América Latina no pudo consolidarse porque el mundo estaba en otra cosa”, añadió. También expuso otros conceptos, enumerando los límites que frenaron el avance social del subcontinente: "El COVID y el encierro, que nos enfrentaron a problemas para los que no estábamos preparados: tuvimos una respuesta administrativa y no audaz, como se necesitaba”.

García Linera estimó que queda al menos una década de transición hasta la consolidación del nuevo ciclo, donde podría surgir un nuevo sistema de creencias. Y luego consideró que éstos tiempos liminares comparten el estupor colectivo, que no puede durar mucho, ya que la gente intentará inclinarse hacia una nueva certidumbre.

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Sin embargo, hará falta tiempo para ese alumbramiento propuesto por el disertante, que reflexionó: "Todavía no está claro cuál va a ser el modelo que sustituirá al neoliberalismo ni qué sigue tras el declive de la hegemonía estadounidense, lo cual provoca una sensación de estupor colectivo e incertidumbre generalizada".

El mundo, subrayó García Linera, "atraviesa un espíritu de época sin espíritu, y nadie tiene la más pálida idea de lo que vendrá. Estamos en un umbral sin consenso activo, con un nuevo tiempo que no llega ni se anuncia ni se sabe cómo será. Al paralizarse el horizonte predictivo, no hay un destino al cual aferrarse ni un mañana esperanzador".