El tema es así: el 17 de octubre del año pasado la productora Kuarzo y Telefe hicieron ingresar a una casa, ubicada en Martínez, a 18 personas para participar en la nueva edición de “Gran Hermano” después de 6 años. Entre ellos había una ex diputada, Romina Uhrig, sólo conocida en su localidad, Moreno, y Julieta Poggio, una actriz que había hecho algunos trabajos en televisión y hasta en cine pero que no había alcanzado la fama necesaria como para que su nombre llamara la atención. Todos los demás eran totalmente ignotos para el público en general. Sus redes sociales apenas tenían un puñado de seguidores y nadie de los medios tenía alguna intención de darles trabajo, llevarlos como invitados a sus programas o contratarlos para presencias o publicidades en Instagram.

Antes de ingresar, los “jugadores”, tal como los llamaba Santiago del Moro, firmaron un contrato de exclusividad con Kuarzo y Telefe, que ellos rubricaron con gran emoción. Eran los elegidos entre los miles de inscriptos para tener una experiencia televisiva, y de vida, totalmente diferente a todo. ¿Cómo no entregar su nombre, Imagen y futuro laboral a una productora y a un canal líder si nadie más se los estaba disputando hasta ese momento? Firma, sonrisa y adentro de la casa con la valijita.

Pero las cosas cambiaron. El programa fue un verdadero éxito y aún cuando estaban encerrados las cuentas de Instagram pasaron de cien o mil seguidores a cientos de miles o incluso más de 1 millón y medio en algunos casos. Sus nombres empezaron a cotizar en bolsa y las posibilidades laborales crecían al mismo tiempo que el rating de las galas y de los programas que hablaban de “GH”.

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De pronto, comenzó la lluvia de propuestas: viajes al interior, boliches, publicidades, programas de televisión y hasta ser parte de la nueva edición del “Bailando” que saldrá desde mitad de año en América. Pero claro, se encontraron con un pequeño detalle: los contratos que firmaron antes de entrar a la casa, que están muy bien cuidados en la productora y en el canal líder. Si tienen propuestas, deben sentarse a negociar con los creadores de las criaturas.

Esto causó revuelo en muchos de los ahora ex “GH”, que se quejan en los medios y en las redes porque no los dejan trabajar, porque el canal no les ofrece nada, porque no están facturando lo que pensaban, porque el contrato es injusto, porque porque porque. De pronto se encontraron con una realidad inesperada por todos lados, caminan por la calle y la gente los reconoce, pero no son dueños de hacer lo que quieran con su imagen. ¿Es Justo? ¿Son rehenes? ¿Desagradecidos? ¿La productora y el canal son malvados? Lo cierto es que desde el minuto cero existieron reglas de juego que todos conocieron en tiempo y forma, una especie de pacto con el diablo -es una expresión, no lo tomen literal-. Te concedo una fama que no tenés, pero a cambio me quedo con tu imagen en los medios por el tiempo que yo estipulo en el contrato. Claro que esto hay que resolverlo ya, antes de que tu cara y tu nombre sean conocidos. La tentación es grande, ¿o no? Después no hay mucho espacio para el reclamo.

Seguramente algunos participantes lograrán rescindir el contrato, pero seguramente serán los que el canal y la productora quieran. Los demás, los que más rinden, seguramente tendrán que cumplir con su parte del trato. Como decían nuestro abuelos… ajo y agua. Se entiende, ¿no?.

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