Los encajes de los bancos para respaldar los depósitos dependen cada vez más de que el Tesoro cumpla con sus compromisos de deuda.

Es que las entidades tienen una cada vez mayor porción de los encajes prudenciales constituida en títulos públicos.

Esa exposición viene creciendo en forma sostenida en los últimos cinco años, desde que el Estado otra vez perdió totalmente el acceso al financiamiento voluntario.

Sin esa posibilidad, fue la administración Macri la que dio el puntapié inicial en medio de la corrida cambiaria y la crisis de 2018 para que los bancos puedan integrar parte de los encajes con Bonos del Tesoro Nacional (Bontes), además de hacerlo con Letras del Banco Central (las recordadas Lebac) y sus sucesoras, y muchos más masivas Letras de Liquidez (Leliq).

Fue una manera de hacerse de financiamiento accesible y barato en medio de aquel tembladeral general, permitiendo a la vez a los bancos obtener rendimiento por colocaciones que, hasta entonces, estaban obligados a mantener a tasa cero.

La flexibilización arrancó entonces, aunque en raras ocasiones esto representó más del 4% de los depósitos.

Pero a partir de junio de 2021 se les otorgó la posibilidad de que emplearan otros bonos como efectivo mínimo, y en el último año también se flexibilizaron ciertas regulaciones al respecto.

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De esta forma, los títulos encajables pasaron a representar de 9,5% de los depósitos en abril de 2022 a 15,2% en abril de este año, indicó Nery Persichini, economista de GMA Capital.

Para los especialistas, esto representa una elevada expansión monetaria, ya que en lo que va de 2023 se inyectaron $1,1 billones en la economía solo por este motivo.

Ese dinero que antes estaba en efectivo, pero que no circulaba en la economía, fue canalizado para financiar el déficit fiscal.

Esto se produjo además en un marco en que el BCRA emitió otros $670.000 por adelantos transitorios, $1,1 billones más para llevar adelante recompras de bonos de la deuda en el mercado secundario y $3,36 billones más para pagar los intereses de la "Bola de Leliq".

El segundo riesgo es que ante un potencial evento de estrés de la deuda pública, los bancos serían afectados.

Es que al aumentar la exposición del sector bancario al Tesoro, crece el riesgo de contagio al sistema en su conjunto.

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El encaje bancario es la porción del dinero captado de terceros (depósitos) que los bancos comerciales no pueden prestar.

Ese dinero queda inmovilizado en una cuenta corriente que las entidades tienen abierta en el BCRA.

En este caso, parte creciente se destinó a financiar a gasto público.

En la última licitación de deuda, más del 40% de lo colocado ($304.000 millones) fue explicado por el nuevo Bonte 25, un título suscripto íntegramente por los bancos porque, precisamente, lo pueden utilizar para integrar la posición de resguardo de depósitos captados de terceros que tengan bajo administración.

Esta herramienta, cada vez más utilizada, debilita la calidad del respaldo de los depósitos, advierten economistas.