Tula, un enamorado del bombo, el más hincha pero nunca barrabrava
Un homenaje del Negro Héctor Hugo Cardozo, decano de la prensa deportiva nacional, también rosarino, que supo compartir con él la barra de Central cuando eran muy jóvenes.
El periodista Héctor Hugo Cardozo, durante muchos años comentarista de fútbol en el diario Clarín, hoy docente en TEA Deportes, rosarino como Tula e hincha de Central de toda la vida, contó anécdotas íntimas del emblemático hincha de la selección argentina, famoso por el bombo con el que la acompañaba a todas partes.
Inclusive, como recuerda Cardozo, Tula y su bombo estuvieron en España con Juan Domingo Perón y salieron en fotos con el entonces exiliado líder del Movimiento Nacional Justicialista.
El siguiente texto lo escribió en exclusivo para Noticias Argentinas:
Allá en los finales de la década del 50, la hinchada de Central, la que alentaba, se ubicaba detrás del arco del club Regatas Rosario (la cuna de Demidi) y viajaba cada catorce días a Buenos Aires en el Rosarino de la línea del Mitre.
La integraban menos de un centenar de "seguidores". No eran barrabravas y solamente se producía algún entrevero por la defensa de la bandera.
En ese grupo, los que iban al frente, sin ser jefes ni nada parecido, eran Roque, Vanacci y el "Loco" Luis Manuele (remero).
Además estaba el grupo de Empalme granero con el Lora, Molotov y compañía, más los de Refinería que "aportaban" a Bonomo como líder y que era secundado por un tal Venini.
Se unían hinchas como Seis Dedos, el Edgard, el Rubio Ibañez y el Negro Ibañez Alegría (empleado de Tribunales), el Ciego Almirón y un tipo especial de hincha, el Flaco Aramburo (que iba a ver a Central solo de visitante porque decía que de local iba cualquiera).
Ahí acompañábamos los pibes de Pichincha; el Pocho Rivas, Pichi Moreno, el Loco Lorenzo, el Japonés (era oriundo de Japón), el Cabezón Juarez, Miguelito, el Jorobado Semilla, Tarantela... y varios más (yo, entre ellos).
En esa hinchada estaba el Tula, que vivía a pocas cuadras de la cancha.
La relación del Tula con el bombo tuvo un origen. En 1959, Central jugaba con San Lorenzo, el futuro campeón de la temporada.
Y fue la hinchada de San Lorenzo la primera que llevó un bombo a Rosario.
Al final hubo cierta bronca en las afueras de la estación Rosario Norte, si bien aun así nació la amistad de otrora, al ritmo de la marcha peronista que identificaba a ambos grupos.
Un domingo, los de Refinería, con Venini como ejecutor, incorporaron a la hinchada el bombo de la murga los Bohemios de Refinería.
Tiempo después, el Tula, vertiente peronista, se convirtió en el bombilla oficial de la hinchada.
Fui testigo de cuando viajaba de vuelta en el pescante del tren y, por ir colgado, se dio contra de los puentes de Palermo.
Lo bajaron en Migueletes con la pierna derecha semidestrozada.
Reapareció en el primer partdo de Central contra Colón en Santa Fe, suspendido por la lluvia y por el enfrentamiento de la barra local, la Santa de Lima con los rosarinos.
El Tula, con muletas y enyesado, cayó de arriba de la tribuna hasta el alambrado.
En ese momento y más tarde se supo que milagrosamente no se agravó su fractura.
Fue, hasta sus últimas horas, un bombilla apasionado y, como su peronismo de Perón y Evita, irreductible.
Lo vi el 17 de diciembre en un lugar emblemático de Rosario, La Parrillita.
Claro que después de más de 50 años ni el ni yo éramos los mismos.
Camiseta de Central, amigo de los dueños, mesa preferencial.
Cruzamos las miradas y seguimos en nuestras intimidades. No parecía estar enfermo.
Un mes y medio partió a la tercera bandeja a la que iban desde don Angel Zof al Negro Fontanarrosa.
Y el espectáculo del fútbol se quedó sin un hincha, o el más hincha de la Selección y de Central.
El Tula nunca fue barrabrava, porque no era violento ni matón, apenas un enamorado del bombo, el compañero de su vida.