El personaje ahora es un sesentón intentando sobrevivir a la malaria económica, pero una serie de anormalidades lo llevarán una vez más al mundo de la investigación de crímenes en una ciudad en que los sueños arrasados conviven con la esperanza eterna de que un día, por fin, todo empiece a mejorar.

El personaje es el famoso detective cubano Mario Conde, el escéptico policía que por momento abusa de su capacidad de mirar con ironía la existencia, también del alcohol y del tabaco, que en la décima novela que le dedica el consagrado escritor cubano Leonardo Padura tiene alrededor una Habana completamente revolucionada.

Como Conde querría dedicarse a escribir, y de hecho cuando puede lo hace, y tiene la misma edad de Padura, desde hace cuarenta años que pasa por su alter ego, pero tal vez deba apuntarse que en rigor su figura parece sintetizar muchas de las miradas de los que viven en Cuba, creyeron que los sueños se harían reales y habitan desde hace décadas la aldea del desencanto.

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La fama internacional del prolífico Padura (tiene más de cuarenta obras publicadas, incluyendo sus guiones para cine y televisión) es un producto mixto de su talento para encontrar historias y narrarlas con maestría, y el empeño de los enemigos del régimen cubano por promocionarlo como una especie de cronista del derrumbe definitivo no de la Revolución, sino de sus ideales.

Sin embargo, ante todo Padura es un cubano que ama Cuba, con todas sus contradicciones, que ejerce el derecho a narrarla mientras sigue habitándola, que no se ha ido ni ha sido expulsado o encarcelado, y se mantiene a prudente distancia mutua de las autoridades, como si no se molestaran o importaran, aunque eso sea mentira.

Las nuevas aventuras del detective Mario Conde, el personaje fetiche del escritor cubano Leonardo Padura

El truco artístico de Padura es haber trasladado al caldeado ambiente de La Habana post Revolución de 1959 el esquema de novela policial sobre el marco de la realidad social de un país que patentaron, viviendo en sociedades capitalistas, los talentos de Raymond Chandler, Dashiell Hammett e incluso Manuel Vázquez Montalbán, entre otros

Claro que todo se torna distinto cuando la convivencia entre el delito y quienes debieran combatirlo, la corrupción del sistema, el mundo de la droga y la prostitución no rodean a la trama en Chicago, Nueva York, Los Ángeles, Madrid o Barcelona sino en un país que el mundo identifica con el socialismo y que por ende debería tener mucho menos bajos fondos que los que los personajes de Padura transitan.

A Padura, como a Osvaldo Soriano, otro de los discípulos famosos y a distancia de los maestros del policial negro estadounidense, le gustan los locos, los perdedores, los marginales, los borrachos, es decir los prototipos de la especie humana que en teoría serían lo contrario a sueño del Hombre Nuevo que trajinaba Ernesto "Che" Guevara.

El año del "deshielo cubano"

En la novela Personas decentes, que en la Argentina acaba de publicar Tusquets Editores, el ambiente del melancólico paseo de Conde por unos capítulos mas de una renovada versión de la historia universal de la infamia es casi que cinematográfico: son unas semanas de 2016, en la llamada Cuba del “deshielo”.

En ese año, el de la muerte en noviembre del nonagenario líder Fidel Castro, se sucedieron en la Isla una visita del presidente estadounidense Barak Obama, un inolvidable show gratuito de The Rolling Stones y un desfile de impacto mundial de la casa francesa de moda Chanel.

En esa especie de surrealismo lisérgico en que está envuelta la ciudad, la policía no tiene mas remedio que pedirle al retirado Conde, que acaba de conseguir un trabajo como vigilante de la normalidad en un restaurante de lujo que se pliegue a la investigación del asesinato de un ex integrante de gobierno, un despreciable censor de artistas, en una trama en que habrá más muertos que en todas sus novelas previas.

Las novelas de Mario Conde le valieron al autor un prestigio internacional muy importante, traducciones a muchos idiomas, y unos 30 galardones internacionales, en una trayectoria que combina la concesión del Premio Princesa de Asturias 2015 hasta la elección de la serie Cuatro estaciones de La Habana para una coproducción para Netflix de alta calidad de realización.

Pero su obra es mucha más vasta, ya que incluye relatos, textos periodísticos, cuentos, y sobre todo de El hombre que amaba a los perros, su gran novela de 2011, que cruza su telón de fondo permanente, las dificultades en la Cuba de la revolución, con la historia de Ramón Mercader, el infiltrado de la KGB que asesinó a León Trosky durante su exilio en México.