Tu información no es tuya, les pertenece a ellos, les entregás el control, no solo de lo que publicás, posteas y compartis, sino de todo lo demás; con quien hablás, a donde vas, que compras, como pagas, que pensas…

Siete por veinticuatro conectados transitando la vida dejando un registro digital, la hiperconexión pandémica dejó en evidencia a las claras lo que viene o mejor dicho lo que llegó, la masificación total, completa y absoluta de la forma de vida digital amparada en capacidades de procesamiento informático nunca imaginadas. Hoy cualquiera de nuestros hijos tiene en su dispositivo móvil acceso a más información que el presidente de USA apenas 15 años atrás, la cantidad de eventos y transacciones que ejecutamos se multiplicaron de tal forma que los números asustan, 65 millones de whatsapp por minuto, cada 60 segundos se visualizan 7 millones de Videos en YouTube, también se mandan 200 millones de correos electrónicos de Gmail y se llevan a cabo 5 millones de búsquedas en Google. 

También en un minuto, en Facebook tienen lugar 1 millón de inicio de sesión, un total de 100.000 personas twittean en Twitter y se producen 500.000 navegaciones en Instagram.

Los contenidos y eventos en la dark web crecieron en 2020 un 300% aproximadamente, los sitios de venta ilegal de todo tipo de servicio y producto baten records, nunca pero nunca en sendos sitios clandestinos se vendieron tantas tarjetas de crédito o cuentas bancarias robadas.

A nivel global la discusión para por la trasnacionalidad, Europa y la CE vs. Occidente reclamando que no es posible que las plataformas saquen de su continente los datos personales de los europeos y en el extremo del planeta la férrea postura fiscalizadora de países como China que posee ejércitos de veedores e infraestructura para monitorear conductas y patrones de los individuos digitales.

Pero el punto de inflexión se ha producido a partir de la suspensión de las cuentas de Trump, esto se constituye como uno de los episodios más importantes de los últimos años en cuanto a libertad de expresión en redes sociales. Twitter, por iniciativa propia, cerró la cuenta de Trump sin que se haya demostrado que sus mensajes eran ilegales, como podría entonces despegarse de su responsabilidad de todo lo que pasa dentro de su red, en su plataforma?

Parler ha sido otro caso, una plataforma muy seguida por partidarios de Donald Trump, repleta de mensajes de violencia, supremacía blanca, mensajes de odio, misoginia, etc. Pero la realidad es que ha vuelto a Internet, aunque por el momento solo en versión web, cerró unos días después del asalto al Capitolio del país norteamericano, cuando Amazon cumplió con su promesa de desconectar los servidores que permitían el funcionamiento de Parler.

Además de la desconexión de los servidores de Amazon, los stores de apps para celulares Android y iOS de Apple también censuraron esta plataforma que ahora vuelve a dar la luz con un socio comercial de nombre SkySilk.

Kevin Matossian, CEO de SkySilk no defiende ni condena el odio, defiende el derecho al juicio privado y rechaza el papel de ser el juez, el jurado o el verdugo". Dijo que, aunque en la empresa muchos no está de acuerdo con algunos de los contenidos de Parler, cree que la plataforma ha tomado "medidas necesarias" para controlar su uso.

Lo mismo ocurre con el CEO de Epik, posible protagonista de una zaga de Marvel quien se autodefine como el Lex Luthor de Tecnológico, su Compañía dedicada a administrar servicios de direcciones web, hosting, housing y desarrollo de sitios tiene una colección polémica de clientes, relaciones y vinculaciones con plataformas y apps que difunden, proponen e impulsan mensajes de odio, racismo, grupos neonazis desarrollan allí su actividad, comparten material y se mantienen conectados, en general la justificación es la misma Epik, no puede decidir si corresponde o no ante la ausencia de “debido proceso”.

Epik, poco a poco se convirtió en un refugio para contenidos y actividades violentas y extremas. Monster sostiene que esta es la mejor forma de enfrentar la cultura de la cancelación y a las grandes compañías tecnológicas que ejercen monopolio y control discresional. Epik sostiene que trabaja junto con sus clientes para ayudarlos a moderar los contenidos, aunque la decisión final no le corresponde, la libertad de expresión responsable y dentro de los límites legales es un derecho.

Pero este tipo de argumento, que por ejemplo empleo Mark Zuckerberg durante los últimos años, sobre la libertad de expresión y el no intervencionismo, ha dejado en evidencia a Facebook al momento de anunciar un cambio en su política de contenidos relativos a publicaciones que "nieguen" o "minimicen" el Holocausto. Mark Zuckerberg habría cambiado de opinión tras ser notificado del enorme crecimiento del tráfico vinculado a violencia antisemita. Facebook hizo saber que entre el final de 2020 y el inicio de 2021 comenzará a rastrear palabras claves vinculadas con el Holocausto y el negacionismo, pero que solo lo aplicará a la SHOA, no se aplicará a otros genocidios como el ruandés o armenio.

Lamentablemente, este criterio de supuesto no intervecionismo se ha extendido a otras plataformas, redes sociales, apps, sitios que Google no filtra y que por el contrario proyecta y visibiliza, no requiere de mucho esfuerzo encontrar en Twitter, YouTube, Reddit, Instagram y obviamente Tik Tok contenidos discriminatorios, peligrosamente ofensivos, misóginos y racistas.

Debemos preguntarnos si cada vez que nos enfrentamos a la ventana de dialogo de Google lo que el oráculo nos devuelve es lo que realmente corresponde o lo que nos quieren mostrar; Apps, WhatsApp, Redes Sociales, Mails y Portales, son en este orden los vehículos que impulsan la difusión de estos contenidos de dudosa o improbable validación, solo remitiéndonos a la internet abierta, sin tener en cuenta los contenidos no indexados a los que cada vez más público accede. El volumen y complejidad que ya tiene el medio electrónico hacen pensar en la necesidad de un nuevo orden, quizás digital.

(*) Gabriel Zurdo es socio de BTR Consulting.