Un dato de la DEA. Narcos colombianos que ingresan al país y son seguidos por policías encubiertos. Más de una tonelada y media de cocaína escondida dentro de un cargamento de granos para exportar. Un puerto que se presenta como salida frecuente. Una ciudad que se desangra a manos del narcotráfico. Parece el guión de una serie de Netflix, pero es lo que se vive en Rosario: Narcos for export.

“Se trata del cuarto cargamento de droga en la historia argentina: primero está Strawberry en 2007 y en 2017 Bobinas Blancas y Águila Blanca”, contextualiza el periodista y diputado provincial Carlos del Frade, especializado en la materia. Luciano Orellano, investigador y escritor, agrega una certeza: “Por el río Paraná sale de todo”; el comisario Ernesto Javier Fernández certifica: “La droga iba a salir por el puerto de Rosario”.

Y no es un dato menor. Los 1.658 kilos de cocaína que se encontraron en un galpón del barrio Empalme Graneros (en la zona norte) de esa ciudad tenían como primer destino España (donde la droga tiene un valor de mercado de 40 millones de dólares) para luego finalizar su recorrido en Dubai, donde el Mundial puede llegar a elevar su cotización hasta diez veces más.

Mientras tanto, Rosario vuelve a sufrir una escalada de violencia inédita. Los homicidios registrados ascienden a 201 hasta mediados de septiembre de 2022. Es la cifra más alta de la última década: en 2013 a esta altura del año iban 165 asesinatos. Ese año, el más violento hasta ahora, cerró con 271 homicidios.

Un dato de la DEA alertó a las autoridades argentinas: un narco colombiano ingresaría al país para coordinar una entrega. La policía organizó un operativo de seguimiento y el primer destino al que llegó es un bar frente al histórico Cabildo, en pleno centro porteño, a 100 metros de la Casa Rosada. Allí, vestido como un dandy, almorzaba con un rosarino investigado por narcotráfico.

El argentino huyó a bordo de un vehículo de alta gama a más de 100 km/h por Av. de Mayo. Cumplía de esa manera una de las maniobras básicas de anti seguimiento, que es circular a alta velocidad. Si otro vehículo arrancara de manera tan brusca por el microcentro porteño es evidente que persigue al auto que va delante.

Media hora después ingresó otro colombiano al bar. Corpulento, parecía ser una especie de guardián, pero recibió un reto como si fuera un chico. La policía comenzó a seguir a este segundo hombre, alojado en un hotel 3 estrellas en el barrio de Once. Allí descubrieron una rendición de viáticos minuciosa en la que el corpulento daba cuenta hasta del desodorante que compraba para su día a día. Así lograron establecer quién era el jefe y quién obedecía.

Narcos for export
La droga viajaría oculta en “big bags”, bolsones que contienen expeller (proteína) de maíz.

Al día siguiente, el jefe colombiano y el rosarino embarcaron hacia Colombia, y la policía tuvo vía libre para plantar un dispositivo de seguimiento en su camioneta 4x4, uno de los cuatro vehículos con patente adulterada en los que el argentino solía moverse por la ciudad. A partir de ese viaje sería monitoreado satelitalmente.

Descubrieron que vivía en Puerto Madero y –a su regreso- observaron que se reunía con un tercer ciudadano colombiano. Estaban al tanto de que juntos partirían hacia Rosario. Y dispusieron de más de 30 personas abocadas a su seguimiento.

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El ingeniero y el puerto

Turnos de 7 a 18 con una hora de almuerzo. Se trabajaba de lunes a viernes y los fines de semana se descansaba. No era una fábrica, sino un galpón repleto de bolsones (llamados “big bags”) donde se ocultaba la cocaína.

“La esconden en granos porque al ser materia orgánica no podés pasarle los perros y los escáners no lo detectan. La manera de encontrarlos es clavando arpones en forma manual”, informa Fernández.

Una empresa cerealera santiagueña recibió el encargo de 120 “big bags”, que fueron rellenados con expeller de maíz, una proteína que sirve como alimento balanceado para animales. La Justicia intenta determinar si son cómplices o si fueron estafados por los narcos. Todo indica lo segundo, porque en las escuchas se presentaron con nombre falso y nunca se dieron a conocer. En un doble fondo de los bolsones escondieron los ladrillos de cocaína. Los dueños de la empresa, cegados ante un negocio fabuloso, accedieron sin dudarlo. Y tal vez –solo tal vez- sin saberlo.

Este procedimiento tiene un método. El tercer colombiano, a quien llaman “El Ingeniero”, es quien construyó y acondicionó todo para que la droga no fuera hallada. Fiscalizaba que no hubiera errores, impartía órdenes y tomaba las herramientas. Era el encargado de que no haya “pérdidas” en el camino y que la droga quedara bien oculta.

La operación de los 1.658 kilos fue abortada antes de llegar al puerto, incluso antes de que contratarse el servicio de embarque. Pero los narcos enviaron una carga de prueba con mercadería legal para verificar el nivel de control portuario. Fue hace dos meses, cuando despacharon un cargamento de granos que llegó podrido a España.

Por eso, en esta ocasión decidieron enviarlo a través del expeller, una materia que llegaría entera a destino y no despertaría sospechas. Llegaron a presupuestar este segundo envío, que viajaría contaminado con más de una tonelada y media de cocaína.

Dos semanas después de este operativo fueron detenidos tres ciudadanos argentinos que introdujeron un container con 1.300 kilos de cocaína, pero con otra modalidad. En esta segunda ocasión, la carga fue primero al puerto de Santos, Brasil, para luego viajar a Rotterdam, Holanda.

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En el camino, abrieron el contenedor y arrojaron la sustancia (acondicionada en cajas de hierro con manijas) dentro. Esta modalidad se conoce como “gancho ciego” o “rip off” y suele ser más frecuente, ya que solo necesita de aduaneros infieles y/o complicidad de empleados portuarios. Antes de llegar a destino, el buque es rodeado por embarcaciones más pequeñas, donde se descargan los ladrillos de cocaína que ingresarán al continente europeo.

En la primera modalidad, la de los 1.658 kilos, participa más gente y se precisa de mayor organización: rutas de salida, empresas legales, un ingeniero que construya el ocultamiento, logística para el traslado. Una ingeniería perfecta puesta en función del narcotráfico.

Del Frade detalla otra trágica estadística, que puede explicar por qué la ciudad se desangra a cada paso: “Argentina se convirtió en un país evidentemente narco: somos segundo exportador regional de metanfetamina, tercero de cocaína y séptimo de marihuana”. Orellano, por su parte, concluye: “Por el puerto de Rosario se va la droga que lastima a nuestros pibes día a día”.

Nota original publicada en Newsweek.