Mandato de maternidad: en qué consiste y por qué es necesario cuestionarlo
¿Qué significa alcanzar la maternidad en esta sociedad?, ¿qué sucede cuando una mujer no desea serlo? Y si se arrepiente luego de ser madre, ¿es “mala madre”? Consultamos con especialistas.
Para construir maternidades reales, subjetivas y gozosas, es fundamental desarmar mandatos y conceptos asociados a la maternidad impuestos por la lógica de la mirada patriarcal: ¿Quién es la madre en esta sociedad?, ¿qué sucede cuando una mujer no desea ser madre? ¿y si se arrepiente luego de ser madre?
Desde NA intentamos encontrar respuestas a estas preguntas a través de la mirada de Lala Pasquinelli, artista visual, activista y fundadora de Mujeres Que No Fueron Tapa, y la experiencia subjetiva de Luciana Toffanin, que además de ser psicóloga es madre por decisión luego de un recorrido personal que la conectó con el deseo al cumplir los 40 años.
Durante siglos, la realización de una mujer (y la construcción de su propia identidad), estuvo definida por la capacidad de gestar y traer hijos al mundo. Ser madre era la puerta a la felicidad y la realización personal. No serlo, por el contrario, implicaba estar incompletas o “no haberlo logrado”. Si bien es cierto que los mandatos empezaron a ser desarmados en las últimas décadas a fuerza de los movimientos feministas que fueron (y son) claves para cuestionar las exigencias acerca de lo que debemos ser como mujeres para ser reconocidas esta esta sociedad patriarcal, todavía falta mucho.
Ni madre abnegada ni "mala madre": Estos dos grandes modelos que plantea el sistema como formas viables de vivir la maternidad también actúan de grandes frenos para que muchas mujeres se replanteen seriamente si realmente desean ser madres. Así le ocurrió a Luciana Toffanin, madre y psicóloga, que rechazaba la “maternidad rosa” casi con la misma rabia que la idea de convertirse en el opuesto, la llamada “mala madre”.
“Por oposición al mandato me alejé de mi deseo de ser madre por muchos años. La reacción ante el mandato no te permite conectar con el propio deseo de ser mamá. En mi caso, el deseo apareció luego de hacer un largo camino de deconstrucción de esos modelos que se presentaban como los únicos posibles. Yo iba a encontrar mi propia forma de maternar y eso me alivio, me gustó y ahí es donde surgieron mis ganas de ser madre. Para ese entonces ya tenía 40 años edad en la que los embarazos se empiezan a considerar “de riesgo” por ser “tardía” para el reloj biológico”, detalla Toffanin.
Trabas del sistema médico
Pasaron dos años desde que Luciana comenzó a buscar un hijo con su pareja hasta que decide consultar con especialistas ya que "no quedaba" y fue en ese momento que se encontró con “muchos obstáculos en el sistema de salud”. Cuenta que, dentro del área de Ginecología, solo indicaban análisis de rutina y los consejos que se repetían eran: “tenés que esperar” “es un poquito por tu edad”, “tus óvulos ya no son los mismos”. “Con la Obra Social no podía avanzar y por suerte tuve apoyo económico para acceder a especialistas en fertilidad de forma privada. Entre esos nuevos estudios me diagnostican una endometriosis avanzada y pólipos que no eran tan inofensivo lo cual era muy improbable que yo quedara embarazada en esas condiciones”.
“En mi experiencia lo viví como algo muy injusto ya que, si bien yo podía acceder por la ayuda económica familiar, hay muchas mujeres que no tienen acceso a especialistas en fertilidad o a un buen asesoramiento en materia reproductiva y se quedan sin el derecho a ser madres. En nuestro país hay leyes como la de acceso a la salud sexual y reproductiva que debería de responder de una manera más eficaz para garantizar plenamente nuestro derecho".
Luego de una primera fertilización in vitro, la cual demoró en resultar y que parecía que habría que ir por un segundo intento, quedó embarazada a los 43 años.
A más de tres años de aquella experiencia, Toffanin considera que la capacidad de vivir una maternidad con un embarazo, parto y puerperio pleno (y no por eso sin ambivalencias y dificultades) depende de muchos aspectos que en esta sociedad se suelen dar de manera bastante excepcional: Tuve el acompañamiento de mi pareja, el entorno no fue crítico ni me transmitió su ansiedad durante los años de mi búsqueda de ser madre. También tuve y tengo la posibilidad de trabajar con horarios flexibles, pero sinceramente si hubiera tenido que cumplir con volver al trabajo a los 3 meses a una rutina de trabajo tradicional como le pasa a una gran mayoría creo que hubiera colapsado”.
La importancia de la tribu
Como mamá y como psicóloga, Luciana también considera que para atravesar las contradicciones que genera la maternidad es fundamental “hacer tribu”, y buscar personas de confianza donde poder depositar sus miedos y dudas:
“En el embarazo me acompañó mi profesora de yoga tanto en la cuestión física como emocional; cuando llegué a la lactancia y sentí que no podía también fue clave pedir ayuda a una puericultora. También es fundamental tener acceso a la información para conocer nuestros derechos, para poder detectar la violencia obstétrica y también para poder exigir un parto respetado. Al mismo tiempo, es super importante contar con información acerca de las diversas maneras posibles de criar, sobre todo para desterrar los mandatos y sentirnos más libres a la hora de elegir. La base de todo este recorrido, sin dudas, va de la mano con la lucha feminista, que es fundamental para desarmar mandatos y abrir nuevas posibilidades de pensarnos”.
Arrepentirse de ser madre
En junio de este año, una encuesta realizada por Mujeres Que No Fueron Tapa (MQNFT), se propuso cuestionar el mandato de la “maternidad rosa” y la presión social para que ellas se embaracen antes de los 35. Para ello, desde el espacio feminista que fundó y coordina Lala Pasquinelli, se entrevistó de manera online a más de 10 mil mujeres de entre 18 y 65 años de todo el país.
“La encuesta se inserta en la campaña ‘Hermana soltá el reloj’, que tiene por objetivo poner en cuestión el modelo de feminidad que dice que antes de los 35 tenés que encajar en el ideal de belleza, conseguir una pareja, recibirte en la universidad, casarte, tener hijos y finalmente ser buena madre con todas las implicancias que tiene esa potencialidad; todo lo cual no parece algo a la altura de la dimensión humana”, explicó Pasquinelli.
Entre los datos relevados, el 74.4% de las que fueron madres dijeron que “se arrepienten en algún grado o medida de serlo” -aunque todas aseguran amar a sus hijos-, mientras que sólo el 4.2% de las que tomaron la decisión de no tener hijos “se arrepienten de no tenerlos”. Entre los motivos citados de por qué se arrepienten, hay cinco principales causas: porque no creyeron que iba a ser tan difícil, porque creyeron que la crianza iba a ser compartida, y porque les cambió el cuerpo, porque les resulta agotador física y mentalmente y porque sienten que perdieron libertad.
"Me parece que el gran porcentaje de arrepentidas tiene que cuestionar o abrir debate acerca de las condiciones en que se da la maternidad en este tiempo. Sabemos que la corresponsabilidad de cuidado es algo que existe en el discurso, pero falta mucho para que se lleve a la práctica, y esto ocurre en mayor o menor medida tanto en mujeres que se separan como en aquellas que continúan en pareja. Además, por ser las principales cuidadoras nos cuesta acceder al mercado laboral formal, un mercado que al mismo tiempo nos paga menos que a los hombres por el solo hecho de ser mujeres (brecha salarial)”, argumenta Pasquinelli.
Entonces, considera que “el arrepentimiento tiene que ver con las expectativas que fue construyendo el mismo sistema para que las mujeres deseen acceder a una maternidad rosa creyendo que va a ser de otro modo. Si no cambiamos las condiciones materiales no va a ser posible que la gran mayoría de las maternidades realmente sean gozosas, posibles, libres, y donde se pueda vivir dignamente”.
Hablar del arrepentimiento de ser madre no ocurre en cualquier espacio ni situación, en general las mujeres suelen silenciarlo porque al mencionarlo reciben mucha violencia. “No hay posibilidad de arrepentimiento bajo la lógica patriarcal, porque el único verdadero amor y la mejor experiencia para una mujer es la maternidad, por lo tanto, al hacerlo terminan siendo juzgadas y segregadas”.
También resaltaó: “En la generalidad de los casos, las madres que se arrepienten solo lo hacen en el discurso pero eso no las lleva a abandonar a sus hijos, como sí ocurre con los padres que se arrepienten y sí deciden actuar en consecuencia, sin embargo, ellos no son juzgados ni estigmatizados como nosotras”.
Por su parte, Toffanin considera que el arrepentimiento no tiene que ver con el deseo materno, ni demuestra cuánto amas a tu hijo, sino que “pone de manifiesto las condiciones en la que ejercemos la maternidad y de lo que se nos exige como madres”.
Como profesional de la salud mental, entiende que deberíamos pensarnos de manera colectiva en la maternidad. “La culpa y las contradicciones que nos atraviesan a la gran mayoría, evidentemente demuestran que responde a un síntoma de índole social y cultural. Trabajarlo desde esta lógica nos trae alivio, nos empodera y fortalece”.
Cuando no deseas ser madre
En relación a las mujeres que eligen no maternar, según Pasquinelli hay dos grandes estigmas: por un lado, la infantilización sobre las decisiones tomadas en este sentido sobre todo en el caso de mujeres que no alcanzan los 25 años; “cuando crezcan se van a arrepentir”; y por otro lado, la creencia que recae sobre aquellas que pasan esa edad y son consideradas conflictivas o incluso que tiene algún tipo de problemas porque deciden salirse de la norma.
“Los cuerpos de las mujeres son un territorio de disciplinamiento sobre el que se ejerce el ideal femenino que por supuesto implica la procreación, por eso, las mujeres que deciden rechazarlo son castigadas por la sociedad y recibien realmente mucha violencia de diversos entornos”, finaliza Pasquinelli.