Los fiscales Fabián Celiz y Carlos Fioriti pidieron hoy penas de hasta 40 años para los acusados de integrar la secta “Yogui” de Mar del Plata, los cuales están siendo juzgados por cometer hechos de abuso sexual, acopio de armas, reducción a la servidumbre y otros delitos sobre personas que buscaban una espiritualidad que ofrecía el líder de la misma Eduardo Nicosia, quien falleció tiempo atrás. 

De esta forma finalizaron los alegatos que comenzaron una semana atrás, con el pedido de penas al Tribunal Oral Federal 1 de Mar del Plata: para Silvia Capossiello, pareja del exlíder fallecido reclamaron sea condenada a 40 años de prisión, 27 para Sinecio Acerero, y 17 Luis Fanesi. El psicólogo Fernando Velázquez falleció hace unos meses.

En la acusación que expuso el fiscal Fioriti está el de trata de personas para los tres implicados y en el caso de Capossiello se suma el de abuso sexual por eso el pedidora alto de pena.

La secta nació en la década del 70 en el medio del boom de varias que ofrecían la búsqueda de una nueva espiritualidad y la formación de un nuevo hombre. La organización en Mar del Plata fue desbaratada en 2018.

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Según las denuncias de sus seguidores, eran captadas bajo esa promesa de la espiritualidad y a partir de allí había una manipulación sobre ellas, donde los obligaban a ceder parte de su salario o bien los bienes que tenía a su nombre. 

Además, las situaciones de reducción a la servidumbre comprendía hechos como castigos impropios a las víctimas: los obligaban a estar colgados en el aire durante horas, o los trataban como perros y hasta les daban para comer alimento balanceados para mascotas. 

Las denuncias más graves apuntan a acusaciones de abuso sexual hacia algunas de las fieles. Las víctimas al día de hoy siguen siendo asistidas psicológicamente y detrás de ellas hubo todo un proceso de manipulación por parte de los acusados, fue parte de lo que expuso la fiscalía y lo concluirá el próximo lunes. 

Además, los hechos se dieron casi todos ellos en el City Hotel donde funcionaba la secta, y donde vivían tanto las víctimas como los ahora acusados. El control era tan férreo que no podían salir por propia voluntad y se los obligaba a salir en grupos.