Un estudio científico realizado en una universidad británica llegó a la curiosa conclusión de que a los abejorros les agrada jugar con pelotas y que se trata de una actividad que tendría fines exclusivamente lúdicos.

La conclusión fue publicada por la Universidad Queen Mary, de Londres, en un estudio sobre esos animales parientes cercanos de las abejas, las cuales ya asombraron por estudios que indican que son capaces de entender conceptos matemáticos, usar herramientas y hasta actuar en forma colaborativa para retirar un tapón.

La capacidad de jugar, una actividad sin ningún fin biológico más allá de la recreación, parecía reservada, además de a los humanos, a otras especies como los perros o las orcas.

No obstante, el trabajo de la universidad londinense indica que los abejorros juegan con pelotas de colores y que en especial son los ejemplares más jóvenes los que lo hacen, emulando a lo que sucede por ejemplo con los humanos.

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La hipótesis fue corroborada más allá de vencer ciertos requisitos para que la actividad sea completamente lúdica, ya que no debe contribuir a ningún beneficio evolutivo inmediato o formar parte de una estrategia de supervivencia.

En ese sentido, se señala que la acción debe ser completamente voluntaria, espontánea y gratificante, y no estar relacionada con los comportamientos relacionados con buscar pareja o alimentarse, mientras que tampoco debe darse en contextos estresantes.

Con todos esos requisitos, un equipo de investigadores de la Universidad Queen Mary de Londres comenzó a experimentar con abejorros comunes (Bombus terrestris), mientras usaba pequeñas pelotas de colores.

En un primer experimento, se mostró a los abejorros una sala en la que se encontraban varias bolitas de colores.

En el ensayo, los científicos pudieron constatar que los abejorros tendían a jugar con ellas y eligen bolitas del mismo color que la cámara en la que se encontraban.

En un segundo experimento pusieron las pelotitas en una cámara que conducía a otra con comida, pero sin ninguna relación entre ellas, según difundió el sitio Gizmodo.

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Los insectos perfectamente podían ignorar las bolitas e ir directamente a por la comida, pero las hacían rodarsin que existiera ningún beneficio aparente para esa actividad.

En tanto, los ejemplares más jóvenes tienen mayor tendencia a jugar, justo igual que ocurriría con cachorros de perro o niños humanos.
Hubo ejemplares que jugaron de forma repetida con las bolitas más de un centnar veces durante sus idas y venidas a la comida.

El descubrimiento tiene importantes implicaciones a la hora de valorar el bienestar de estos animales porque implica que son capaces de tener experiencias sensoriales positivas. “Esperemos que esto nos lleve a respetar y proteger la vida en la Tierra aún más”, señaló el principal autor del estudio, Samadi Galpayage.