Ejercicio físico e interacción social, antídotos contra la ansiedad y la depresión estudiantiles
Una investigación científica sobre el impacto que produjo en los universitarios la prolongada virtualidad demostró que se requieren tres veces a la semana de ejercicios y seis meses de interacción social.
Un relevamiento científico sobre el impacto que produjo en la salud mental de estudiantes universitarios la falta de actividad física y de interacción social durante la pandemia de Covid-19 indica que repercutió en los niveles de depresión y ansiedad, ya que por el opuestoquedó demostrado que su baja requiere de hacer ejercicio físico tres o más días a la semana, además de tener períodos de interacción social iguales o mayores de seis meses.
El estudio realizado por el Instituto Tecnológico Buenos Aires (ITBA) se centró en el análisis de los niveles de depresión y trastorno de ansiedad generalizada (GAD) durante dos momentos diferentes durante la pandemia.
En el marco del Covid-19 y las políticas de restricciones que se llevaron a cabo para evitar la propagación del virus, la investigación liderada por Fabricio Ballarini, director del Departamento de Ciencias de la Vida del ITBA, buscó sondear el estado emocional de los estudiantes universitarios residentes en el área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) a partir de una prueba estructurada que permitió analizar los niveles del trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y la depresión frente a la epidemia en dos períodos diferentes.
El proyecto se basó en preguntar sobre la actividad física semanal de los jóvenes y su nivel de interacción social.
En total, la muestra contó con la participación de 260 estudiantes divididos en dos grupos diferentes entre 18 y 30 años.
“La encuesta se realizó a finales de octubre / noviembre de 2020, tras un pico de contagios, y abarcó dos grupos de estudiantes universitarios en el Área Metropolitana de Buenos Aires: uno interno del ITBA y otro conformado por estudiantes de múltiples universidades. Algunos de los participantes fueron encuestados nuevamente en enero de 2021, durante las vacaciones académicas y después de un valle de contagio, para análisis longitudinal”, explicó Ballarini.
Estándares de salud y seguridad
“Nuestros resultados sugieren que realizar una actividad física regular y evitar periodos prolongados del aislamiento social dio beneficios a la salud mental. Sugerimos que las políticas públicas podrían considerar proteger estos comportamientos bajo estándares de salud y seguridad”, concluye el estudio.
A fines de marzo de 2020, un tercio de la población mundial vivía en cuarentena por la pandemia de Covid-19.
En América Latina, Argentina fue uno de los primeros países en adoptar medidas preventivas de aislamiento social, acompañadas por una serie de ayudas socioeconómicas para atenuar sus efectos.
Se trató de una situación absolutamente novedosa. No había precedentes de un escenario similar, por cuanto se desconocían sus consecuencias psicológicas.
En ese marco, un equipo de investigación del Laboratorio de Psicología, del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPsi – UNC/Conicet), junto a colegas de otras universidades, desarrollaron un estudio sobre el impacto de la cuarentena por Covid-19 en la salud mental de estudiantes de nivel universitario.
Según comenta López Steinmetz, la investigación confirma el impacto psicológico negativo de la cuarentena, descripto en la literatura sobre el tema.
Más allá de ello, el estudio les permitió observar que, para las personas que ya estaban en cuarentena, la extensión de su duración exacerbó los efectos perjudiciales en la salud mental, lo que intensificó un empeoramiento sostenido con el paso del tiempo.
“Esto apoya la afirmación de que la duración indefinida de la cuarentena puede ser más perjudicial para la salud mental que la aplicación de períodos limitados“, completa la autora.
Por otro lado, las consecuencias negativas relacionadas con el consumo de alcohol fueron el único indicador del estado de salud mental que mejoró con el tiempo.
Esto sugiere que una mayor ingesta entre estudiantes depende de los contextos de consumo y las expectativas positivas hacia el alcohol, tales como la facilitación social, entre otras.