Si conceden alguno de los pedidos que hicieron los presos, los motines crecerán y serán más violentos
Dicen que son protestas pacíficas pero son verdaderos motines.
Por Luis Beldi | Especial para Noticias Argentinas
Si se cumplen parte de los reclamos de los presos de Devoto, la extensión de los motines a todo el país es un hecho. Cuando el preso ve que su método da resultado, lejos de sellar el acuerdo con un apretón de manos, redobla la apuesta y la violencia.
En estas protestas que ellos llaman “pacíficas” pero son verdaderos motines, tienen un objetivo de máxima: que la mayoría posible de los presos alcancen la libertad pertenezcan o no a los grupos vulnerables al COVID-19. En el caso de Devoto, que es una cárcel federal, quieren que el cupo de liberados sea más alto que el de 1.350 que dispuso el Servicio Penitenciario Federal (SPF).
Y ponen como ejemplo a Amado Boudou que, sin estar dentro del grupo de riesgo, fue liberado para pasar la cuarentena con su familia. El ex vicepresidente debería volver a Ezeiza cuando pase la pandemia como todos los que se excarcelen por esta disposición.
El caso Boudou fue viralizado por los presos a través del gran instrumento de liberación que les acordó hace poco tiempo la justicia: el celular que estaba prohibido hasta la pandemia.
Antes, los presos solo podían hablar con tarjeta por teléfonos públicos habilitados en cada penal que advierte al que recibe la comunicación que “esta llamada proviene de un establecimiento penitenciario”. La prevención es para evitar los secuestros virtuales.
Al suprimirles las visitas por el temor al contagio, un recurso de amparo de los abogados de organismos de recursos humanos, hizo que un tribunal de casación autorice que cada preso tenga un celular.
El WhatsApp, entonces, conectó a todas las cárceles y se viralizaron audios y videos falsos para alentar los motines. Pero también se utilizaron para secuestros virtuales y los guardias comenzaron con las requisas. Esto aceleró los motines que comenzaron en Santa Fe, continuaron en Devoto y luego en las cárceles de La Plata donde hubo huelgas de hambre y en Florencio Varela, donde el motín cobró una vida por la cantidad de postas de goma que dispararon a un preso que estaba en uno de los bandos que luchaba contra otro, porque no se ponían de acuerdo en la forma de proceder con el reclamo.
La idea es que a partir de este circuito de levantamientos que se formó entre Santa Fe, la ciudad de Buenos Aires y la Provincia, se levanten los penales de todo el país. Ya se sublevó la unidad uno de Corrientes y Córdoba está pronta a saltar al ruedo. Pronto se plegarán las demás cárceles. Devoto es la referencia, pero no es el penal más importante ni el más violento.
Esto recién empieza y ha despertado la ira de la opinión pública. El equilibrio debe mantenerse. Los que están en el grupo de riesgo y no cometieron delitos graves o están cerca de la libertad condicional o tienen salidas temporales, deben pasar la cuarentena con su familia, porque un contagio dentro de la cárcel es más grave que en la ciudad. Se propaga rápidamente y destruye toda la vida alrededor y en poco tiempo invade las ciudades. El hacinamiento, hace que el virus se encamine rápidamente a su pico.
Ante la falta de tobilleras electrónicas porque se dejaron de importar por la crisis de divisas que tiene el país, obliga a la policía y a los guardias del servicio penitenciario a hacer recorridas para controlar a los liberados. Es difícil que alguno viole la prisión domiciliaria porque la valora más que la vida. Para el preso la familia es importante y no se va a exponer a volver a la cárcel. Recuérdese que estamos hablando de gente que no cometió delitos violentos.
Lo que debe preocupar es la falta de experiencia de la gente que puso el Gobierno para atender esta situación que es la contracara de lo que hicieron los presos: al frente de los motines donde están “los muchachos que más saben”. Los que conocen a los guardias y están al tanto de sus problemas. En Devoto, dejaron una amenaza, “si no liberan más gente vamos a hablar de otra manera que por ahora no podemos adelantar”. Lo peor que puede ocurrir es que los negociadores, los que firmaron la tregua, les entreguen un preso más de los que están en la lista. A partir de ese momento, la suerte está echada y la rebelión puede ser más brutal.