El ex presidente Mauricio Macri, que durante su desdichado gobierno tomó una deuda en dólares impagable solo para facilitar la fuga de capitales por parte de los ricos de su clase, hace campaña en televisión acusando a Alberto Fernández de emitir pesos para pagar gastos del Estado, lo que debe leerse como auxilio a les más pobres de nuestro pueblo frente a las desastrosas consecuencias de la pandemia.

La ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires, migrante electoral a la Ciudad Autónoma, María Eugenia Vidal, que dejó librada a su suerte a la educación pública y que llegó a decir durante su gobierno que para qué queríamos tantas universidades en el Conurbano si les pobres no van a la universidad, hace campaña en todos lados diciendo que el kirchnerismo quiere que la “gente siga siendo pobre y burra” para que lo vote.

Los que he recordado son apenas dos ejemplos entre muchos de lo que parece ser la regla de oro de la campaña electoral de la oposición conservadora al gobierno del Frente de Todes. Esa regla consiste en olvidar sistemáticamente el cercano pasado en que ellos ejercieron el poder y dejaron todo roto, en no acercarse a ningún medio cuyos periodistas estén dispuestos a hacerles alguna pregunta que mínimamente los incomode, y en acusar al Gobierno de todos los vicios y despropósitos de los que la derecha acusa tradicionalmente a los gobiernos populares. En pocas palabras, amnesia calculada, protección de los grandes medios, ignorancia histórica y mentiras.

Del otro lado, el oficialismo del que formo parte como socialista, que con menores recursos mediáticos intenta responder golpe por golpe y, siempre que se puede, llevar el debate al tan meneado modelo de país, que en lo más inmediato consiste en cómo se termina de salir de una pandemia que ha consumido ya un año y medio del gobierno de Alberto Fernández y en cómo se consigue empezar a remontar la empinada cuesta de la desigualdad, que la pandemia ha empeorado.

Lo que nos va a permitir pasar por arriba de la campaña desleal y mentirosa de la derecha es que nuestro pueblo no se va a dejar engañar ni manipular por aquelles que ostensiblemente apuntan contra sus intereses y aspiraciones con el enorme arsenal de recursos ilícitos que les provee el poder real.

Recursos ilícitos del poder real

A nuestro alrededor, en la región que llamamos Patria Grande, sobran los indicios que hablan de un momento histórico aquellos propicio para las causas populares: la vuelta al ruedo de Lula Da Silva, a quien la injusta prisión a que fue sometido no quitó un gramo de su liderazgo popular, la victoria electoral en Bolivia de la fuerza política de Evo Morales, que poco antes había sido derribado por un golpe de Estado, el triunfo de Pedro Castillo en Perú, la pueblada de Chile que se sacudió en la calle el peso de la constitución de Augusto Pinochet y sus gorilas.

De modo que estoy seguro de que la victoria en septiembre y en noviembre va a ratificar el rumbo nacional, popular, democrático y feminista por el que avanzaron Néstor y Cristina, que se perdió transitoriamente en 2015 y se recuperó en 2019. Ese rumbo, tras dejar atrás a la peste que nos cayó, va a seguir siendo el de la ampliación de derechos y fundamentalmente el del trabajoso avance hacia la igualdad, nuestra meta irrenunciable.

(* Jorge Rivas es director nacional de Estrategias Inclusivas del Ministerio de Transporte y referente socialista; ex diputado nacional y vicejefe del Gabinete de Ministros de la Nación en el gobierno del presidente Néstor Kirchner. Su columna fue escrita en lenguaje inclusivo).