Veinticuatro horas antes de la convocatoria a la sesión especial, el quórum se daba prácticamente por descontado. En off the record, las fuentes del radicalismo daban como altamente probable que ayudaran a sus (¿ex?) socios de Hacemos Coalición Federal a habilitar el recinto para debatir una nueva fórmula de movilidad jubilatoria. 

Pero la fotografía del inicio de la sesión dejó una imagen muy diferente: solamente cinco diputados radicales, encabezados por el díscolo Facundo Manes, se habían sentado en las bancas a debatir los ingresos de los jubilados. No había quórum y se caía la sesión. El Gobierno descorchaba.

¿Qué pasó en el medio? El oficialismo puso un marcha un ambicioso movimiento de pinzas para desactivar la sesión. Una media sanción opositora sobre un tema tan sensible que impacta en la línea de flotación de la única cuenta que obsesiona al Gobierno -la fiscal- hubiera sido una marcada de cancha inadmisible para el Gobierno, que no quiere resignar el manejo de los tiempos ni el monopolio sobre el diseño de la nueva fórmula previsional.

Con esa lectura, el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, y el presidente del bloque del PRO, Cristian Ritondo (quien encabeza un bloque que es una extensión virtual del oficialismo), trabajaron subrepticiamente para frustrar la sesión, a través de una táctica de disuasión sobre los principales referentes de Hacemos Coalición Federal, la bancada que coordina Miguel Pichetto.

Sin éxito, las gestiones se redirigieron al radicalismo, en particular hacia el jefe del bloque, Rodrigo De Loredo, para evitar que ese espacio contribuyera al quórum y apoyara la ley de la Coalición Cívica para indexar los haberes mensualmente por inflación, con una compensación extra del 20,6%.

El Gobierno solamente está dispuesto a avalar una recomposición del 10%, y contempla introducir la reforma en el marco de la nueva Ley Ómnibus que enviará al Congreso en el corto plazo. No acepta que la oposición le cambie las reglas de juego ni lo corra con los tiempos.

Culposo por no haber podido arribar a un acuerdo en el primer intento del oficialismo de aprobar la megaley, De Loredo -que maneja al menos 18 voluntades dentro de su bloque de 30- tuvo que maniobrar arduamente para convencer a su tropa de no contribuir a un escenario incómodo para el oficialismo, luego de que el presidente Javier Milei se la pasara agraviando y culpando al radicalismo por el fracaso de la ley.

Para persuadir a sus correligionarios, agitó el fantasma de que si colaboraban con el quórum, iban a “quedar pegados al kirchnerismo”, la mayor pesadilla para muchos radicales que todavía ven a esa fuerza política como su máximo antagonista, pese a que no gobierna desde el 10 de diciembre del año pasado.

La invocación al “cuco” kirchnerista fue suficiente para contrarrestar el efecto buscado en el comunicado del Comité Nacional de la UCR, con el que Martín Lousteau intentó influir en el ánimo de los diputados radicales para que colaboraran con la iniciativa para actualizar la fórmula jubilatoria, aunque la misma no tuviera el consenso del oficialismo. La interna radical entre conciliadores y rebeldes quedó expuesta en carne viva, pero se definió para el lado de De Loredo. 

La Libertad Avanza también pudo convencer a los ocho diputados de Innovación Federal, el interbloque que reúne diputados sueltos que responden a los gobiernos de Salta, Misiones, Neuquén y Río Negro.

La decisión de este espacio de no bajar al recinto es todo un dato, ya que según había afirmado Pichetto durante el fin de semana, ese grupo funcionaba fácticamente en un interbloque con Hacemos Coalición Federal.

En estos ocho diputados terminó pesando el temor a quebrar la inestable tregua lanzada por Javier Milei con los gobernadores en torno a la convocatoria del Pacto de Mayo en Córdoba, donde se discutirá un nuevo pacto fiscal que le de oxígeno a las provincias.

Un nuevo desaire hacia el Presidente podría haber detonado los puentes de diálogo, y el jefe de Estado ya demostró después de la ley ómnibus que no le tiembla el pulso a la hora castigar con represalias a las provincias.

De esta manera, el oficialismo desplegó por primera vez una estrategia política pragmática en la Cámara de Diputados para convencer voluntades de aquellas fuerzas políticas que lo pueden ayudar en sus objetivos. En este caso, logró desbaratar la puesta en escena opositora con la que le intentaban marcar la cancha.

La derrota en el primer intento de aprobar la ley ómnibus dejó una lección que parecen haber internalizado: no basta con “las fuerzas del cielo” para alcanzar las metas, y la justicia o la nobleza que para ellos suponía esa iniciativa de Bases no iba a hacer que las estrellas se alinearan espontáneamente a su favor. 

En política no hay generación espontánea ni almas samaritanas que se sometan desinteresadamente a cambio de nada. Las victorias se construyen con política.