“No hay ninguna posibilidad de hacer un paro”. Esas palabras tienen quince días y fueron dichas por Héctor Daer, miembro del triunvirato que dirige la CGT (Confederación General del Trabajo) y secretario general del sindicato de Sanidad. La misma respuesta han dado antes los otros dos co-conductores de la central obrera: Pablo Moyano (sindicato de Camioneros) y Carlos Acuña (sindicato de Estaciones de Servicio). Aunque la inflación y el aumento de precios no da tregua a los bolsillos de los trabajadores, Alberto Fernández ha contado con el respaldo del sindicalismo. Ese escenario se mantiene hasta ahora pero la crisis política del gobierno podría cambiarlo. 

Es que desde el sindicalismo hoy ven a un gobierno paralizado por las múltiples internas en sus filas en un contexto que exhibe números en rojo y demanda respuestas inmediatas. Las últimas dos semanas, los popes de la CGT han monitoreado con suma preocupación la situación en particular de Alberto Fernández, a quien le han respondido en lo que va de su gestión pero notan cada día más debilitado frente a los embates de Cristina Kirchner. En cambio, la vicepresidenta ha vuelto al centro de la política y lo que subyace es que -pese a tener sus aliados cegetistas- históricamente se ha inclinado por los gremios alternativos, con la CTA a la cabeza. El apoyo de la CGT a Fernández, en parte, se explica por esa ecuación.

La autoridad del presidente en el Frente de Todos inició un proceso de degradación a velocidad crucero desde la salida de Matías Kulfas del Ministerio de Desarrollo Productivo el pasado 6 de junio. La última estocada llegó el pasado sábado 2 de julio por la tarde, cuando Martín Guzmán renunció por Twitter. Su labor al frente del Ministerio de Economía nunca pasó el filtro cristinista y desató todo tipo de fricciones internas. Del grupo de los albertistas, el ahora ex funcionario pegó el portazo mientras CFK hablaba en un acto en Ensenada. Durante las veintiocho horas posteriores reinó el silencio oficial y la sociedad argentina convivió desamparada con la falta de información. Recién a última hora del domingo, la portavoz presidencial Gabriela Cerruti anunció a la sucesora: Silvina Batakis.  

Sin quejas pero con cautela: la CGT presente en la asunción de Batakis

La cúpula de la CGT fue invitada y no faltó a la jura de la nueva ministra de Economía en la Casa Rosada. Fue un gesto por parte del sindicalismo para mantener -al menos públicamente- la cordialidad. Al término, los principales secretarios generales del sindicalismo se apersonaron en la sede porteña de Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) para analizar la tormenta política en las entrañas del oficialismo y dirimir en un contexto de aumento de demandas sociales la posición de la central obrera, cuyo rol hasta el momento ha tenido una tendencia pasiva. En lo que va de la gestión de Alberto Fernández, no hubo paros generales.  

De la cumbre de la "mesa chica" sindical, participaron el anfitrión Andrés Rodríguez (UPCN) y los cogobernantes de la CGT Héctor Daer (Sanidad), Carlos Acuña (Estaciones de Servicio), Pablo Moyano (Camioneros). Además, estuvieron Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Mario “Paco” Manrique (SMATA), Guillermo Moser (Luz y Fuerza), Abel Furlán (UOM), Sergio Romero (UDA), Rodolfo Daer (Alimentación), Jorge Sola (Seguros), Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), Mario Calegari (UTA), Víctor Santa María (Encargados de Edificios), Omar Plaini (Canillitas) y Norberto Di Próspero (Empleados Legislativos).

La CGT fue a la asunción de Batakis pero exige respuestas y un fin a las hostilidades internas: “Estamos cerca del abismo”
     Héctor Daer, co-secretario general de la CGT y líder del Sindicato de Sanidad, estuvo presente en la jura de Silvina Batakis.

El encuentro duró más de dos horas de intenso un debate. Tras cruzar posturas, los sindicalistas cerraron filas detrás de la idea de no publicar ningún documento respecto a la asunción de la nueva ministra ni a la crisis del oficialismo. Sí manifestaron la necesidad de una audiencia con Batakis para conocer su hoja de ruta en medio de una situación económica al límite, ratificar la negociación de paritarias libres con empresarios y blindar al ministro de Trabajo, Claudio Moroni, otro funcionario reprobado por Cristina Kirchner y apuntado por La Cámpora. Y, por último, se acordó avanzar sobre el pedido de un auxilio financiero de $35 mil millones para obras sociales que el presidente les prometió y dejar abierta la puerta de un plan de lucha con movilización. 

Estamos en una situación muy crítica, cerca del abismo. Los trabajadores estamos sumamente preocupados por el nivel de pobreza y la falta de inversión. Algo tenemos que hacer, no podemos quedarnos de brazos cruzados”, apuntó Gerardo Martínez, jefe sindical de la UOCRA, en diálogo con el periodista Carlos Pagni por LN+, tras haber participado de la cumbre cegetista. “Antes no existían las redes o había ciertos códigos de convivencia política en el que se sabía trasladar la información del resultado final y no todos los matices del preámbulo de ese debate. No sé por qué razón, pero para los trabajadores de la Argentina nunca pasó una situación así”, añadió.

Gerardo Martínez es, curiosamente, quien le obsequió a Alberto Fernández la famosa “lapicera”. Fue a mitades de mayo en un acto de la UOCRA como símbolo de gestión y de poder. No obstante, el elemento trascendería con la reversión que le haría Cristina en sus discursos para criticar al mandatario y exigirle carácter (“presidente, use la lapicera”). "Lo raro acá es que se exponga públicamente el enojo, ignorancia o ninguneo que puede haber de uno o de otro. Vemos un circuito de comunicaciones que no están en orden y se puede generar un cortocircuito”, agregó el referente de la Unión Obrera de la Construcción en la entrevista televisiva.

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Como antesala a la jura de Batakis y la posterior cumbre de la CGT, Andrés Rodríguez (que además es el secretario adjunto de la central obrera) también llamó a la unidad del Gobierno Nacional al destacar la necesidad de “dejar de exponer la interna”. Al respecto, en diálogo con la AM 990, titular de UPCN explicó que "es una cuestión de conducción política. El Frente de Todos debe generar acuerdos internos, no debatirlos públicamente y fortalecer una estructura política que también incluye a los gobernadores, intendentes y la CGT”. Por otro lado, mencionó que los momentos de tensión que se vivieron tras la salida de Guzmán no alcanzaron los niveles del 2001, cuando renunció el por entonces presidente Fernando De la Rúa, pero reconoció que “hubo bastantes dudas que por suerte se superaron”.

La CGT fue a la asunción de Batakis pero exige respuestas y un fin a las hostilidades internas: “Estamos cerca del abismo”
Otros tiempos: el renunciante Martín Guzmán supo tener buena relación con la CGT y llegó a disertar en Azopardo. (Damián Dopacio - NA)

Acusado por ala kirchnerista por su perfil academicista y su lineamiento con el FMI, la estadía de Guzmán en el Palacio de Hacienda gozó de una relación cordial con la CGT y hasta tuvo su “primavera sindical”. El ahora ex ministro de Economía les prometió que el acuerdo con el organismo internacional no incluiría reformas laborales ni previsionales. Si bien la promesa se cumplió, terminó tapada por el desequilibrio de los precios y el aumento del trabajo informal. La inflación no solo come el salario de los trabajadores, también expulsa cada vez a más personas a la economía informal y fuera de las fronteras de la CGT, lo que se tradujo en el protagonismo de los crecientes movimientos sociales en las calles.

Ante las dudas por Alberto, ¿plan de lucha y movilización?

Alberto Fernández había logrado alinear hombres propios en los ministerios de Economía, de Desarrollo Productivo y de Trabajo. Sin embargo, el presidente perdió a los dos primeros en poco más de un mes tras las presiones de CFK y cía. La CGT coincide en la idea de mantener a Moroni, el último de los que queda en pie, pero sospecha de la entereza política del mandatario. En lo que va de su mandato, queda menos de la mitad del gabinete original. Algunos de su confianza partieron cuestionándolo como líder. El ex titular de Educación, Nicolás Trotta, por ejemplo, que confesó haberse sentido "decepcionado". En el caso de Kulfas, el presidente sucumbió ante las presiones y avanzó en detrimento de su funcionario, que respondió con una explosiva carta de despedida. Guzmán tampoco se sintió respaldado y se fue.

Esa “falta de fuerza” también se vio representada en el último acto que el presidente encabezó en homenaje a Juan Domingo Perón, por los 48 años del fallecimiento del histórico político y creador del Partido Justicialista, en la sede Azopardo de la CGT. El encuentro estuvo en duda hasta último momento y, aunque finalmente se terminó realizando, las expectativas quedaron lejos. La “falta de liturgia peronista”, la escasa presencia de gobernadores (hubo solamente cinco jefes provinciales) y las tibias respuestas del Alberto contra Cristina sobre el uso de la lapicera ("el poder pasar por convencer", le dijo a la vice) marcaron la tónica.  

Mientras las fichas del Ministerio de Economía se reacomodan con el desembarco de Batakis, por su parte, el sindicalismo pautó un nuevo encuentro propio para de dentro de dos semanas. Será durante la cumbre del Consejo Directivo de la CGT el próximo 14 de julio, mismo día en que el INDEC difundirá datos sobre la inflación de junio. Lejos de contar con un buen augurio, los resultados del informe podrían derivar en el anuncio de una movilización por parte del sindicalismo, que en estos dos años ha visto como las organizaciones sociales tomó la posta de las protestas en las calles. No se trataría de un paro general, un botón que aún la CGT no desea presionar, pero sí de una marcha “contra los formadores de precios”.