Una de las primeras decisiones más audaces y polémicas que podría tomar el candidato más votado en las recientes elecciones PASO, Javier Milei, en el área de las relaciones internacionales es la de mudar la representación nacional desde la ciudad de Tel Aviv a Jerusalén y, de esa manera, convalidar el reclamo del estado israelí para que Jerusalén sea la capital de su país de manera indivisible.

Este alineamiento podría suceder más pronto que tarde porque el propio economista liberal aseguró que de ser electo presidente visitaría oficialmente, en su primer viaje como mandatario nacional, a Israel.

En ese periplo podría anunciar la medida en la que ya ha puesto a trabajar a su equipo de relaciones exteriores de su gabinete en las sombras, del cual, la economista Diana Mondino, forma parte.

Ahora bien, para el mundo musulmán adoptar esa medida significa cruzar una delgada línea roja que países como Paraguay en la región latinoamericana acaban de realizar y, posiblemente, lo haga Uruguay en el corto plazo.

El estatus de capital de Jerusalén, considerada sagrada para tres religiones monoteístas, el cristianismo, el judaísmo y el islamismo, siempre ha sido una de las cuestiones más sensibles y de difícil resolución en el conflicto entre Israel y Palestina.

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Los Estados Unidos conducidos por Donald Trump fueron los que rompieron el statu quo internacional acerca del estatus final de Jerusalén a fines del año 2017.

En la actualidad, además de Estados Unidos, Honduras, Guatemala y Kosovo son los únicos países que han abierto una embajada en Jerusalén, y en los últimos días trascendió la decisión del flamante gobierno de Santiago Peña en Paraguay de sumarse a la iniciativa.

El nuevo presidente paraguayo revierte, de esa manera, la decisión de su antecesor en el cargo, Mario Abdo Benítez, porque Paraguay ya había trasladado su embajada a Jerusalén en 2018 durante la presidencia de Horacio Cartés. No obstante, su sucesor, Mario Abdo Benítez, revirtió la decisión y volvió a colocar la sede diplomática en Tel Aviv. Esta movida política llevó a que Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, cerrara la embajada de Israel en Asunción.

Finalmente, el canciller israelí Eli Cohen, tras mantener un encuentro con Santiago Peña, afirmó que “El presidente de Paraguay inaugurará la embajada de su país en Jerusalén a finales de este año”, y además señaló que “Israel reabrirá su embajada en Asunción”, para volver a normalizar las relaciones con el país guaraní.

Todo indica que el gobierno de Uruguay de Luis Lacalle Pou se sumará a las mudanzas de embajadas luego de la reunión que su canciller, Francisco Bustillo sostuvo con su par israelí, Eli Cohen, en Montevideo, en la cual el funcionario informó, “...se acordó la apertura de una oficina diplomática de Uruguay en Jerusalén para cooperación en temas de innovación. Uruguay hizo mucho por la creación del Estado de Israel y ahora fortalecemos aún más el cálido vínculo entre los países”.

Todas estas decisiones han sido criticadas por las autoridades palestinas y por gran parte de la comunidad internacional que prefieren atenerse a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que considera que pone en riesgo la seguridad de la ciudad.

Palestina reclama el este de la ciudad santa para establecer la capital de su país.

¿Por qué declarar a Jerusalén capital de Israel es un gran problema?

Para comprender porque se cruza una línea de difícil retorno al tomar esta medida diplomática, que llegó a poner en riesgo los históricos lazos entre los Estados Unidos e Israel a fines de la década del ‘70,  hay que historizar.

El analista internacional oriundo de México, Eduardo Ruiz-Healy, explicó, “En 1949, Jerusalén fue proclamada como la capital de Israel, lo cual complicó una de por sí difícil situación, ya que los palestinos aseguraban desde entonces que la ciudad sería la capital del Estado de Palestina, cuando este se establezca finalmente. Poco después de lo anterior, Jordania, que controlaba la parte oriental de la ciudad, determinó anexarse a Jerusalén Oriental”.

Fue allí cuando estalló la Guerra de los Seis Días, que se extendió desde el 5 al 11 de junio de 1967, y permitió que Israel tomara Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental y distintos territorios de Egipto y Siria. Días después Israel declaró la unificación de Jerusalén.

Ahora bien, el analista Ruiz-Healy recordó, “En 1980, Israel, oficialmente, se anexó Jerusalén y la declaró como su capital eterna e indivisible”.

Sin embargo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no reconoció la unificación ni la declaración de Jerusalén como la capital de Israel argumentando que antes de la fundación de Israel se había determinado que Jerusalén sería también la capital de Palestina.

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Debido a la decisión de la ONU, la mayoría de los países reconocen a Tel Aviv como la capital de Israel y en esa ciudad mantienen sus embajadas.

Pero ese consenso comenzó a resquebrajarse con la decisión del gobierno republicano de Donald Trump de mudar su representación diplomática a Jerusalén y que sostiene como política de estado la administración demócrata de Joseph Biden.

Una medida que ha comenzado a ser replicada en América del Sur y que promete realizar Javier Milei si llega a la Casa Rosada.

Para explicar esa propuesta realizada al electorado argentino, el candidato presidencial de La Libertad Avanza, dio una explicación teológica.

“Cuando el Uno le ordenó a Moisés que rompa las primeras tablas de la ley, la primera palabra que pronunció fue Jerusalén, y ahí fue donde el rey David estableció la capital. Por lo tanto, hay que llevar la embajada desde Tel Aviv a Jerusalén”, dijo Milei en un video difundido en redes sociales.

Pero, más allá, o quizá, más acá, de esta lectura bíblica, existen lazos ideológicos prístinos entre las propuestas del candidato liberal argentino y el gobierno de Benjamin Netanyahu en Israel.

Entre los principales saludos que recibió Javier Milei luego de su victoria del pasado domingo, estuvo la del representante de Israel en Argentina, Eylal Sela, que hizo llegar su reconocimiento y felicitación al candidato libertario.

En repetidas ocasiones, Milei ha asegurado que, de asumir la presidencia, tendrá una relación diplomática estrecha tanto con Estados Unidos como con Israel.