Elecciones de medio término o presidenciales
Los personalismos de algunos se alejan de la intención de los votantes ante una coyuntura difícil y angustiante. Se imponen definiciones claras y contundentes.
El escenario político lamentablemente se mantiene inestable y con someras definiciones.
Los personalismos de algunos se alejan de la intención de los votantes ante una coyuntura difícil y angustiante. Se imponen definiciones claras y contundentes.
La situación sanitaria y constantes contradicciones del oficialismo nos sumergen en un plano de incertidumbre general del cual la política no parece estar ajena.
Dadas las actuales circunstancias resulta más importante que nunca la demostración de empatía y unidad de la oposición.
Las ya cercanas elecciones de medio término se dan en un marco de fuerte desencanto de la sociedad con el entorno partidario en general y un marcado rechazo hacia las políticas del Gobierno en el manejo de la pandemia, la vacunación y la economía.
En este contexto, la dirigencia política no debiera agregar mayores inquietudes ni incertidumbre. Por el contrario, lejos de priorizar personalismos en miras a elecciones presidenciales para las cuales falta demasiado tiempo, se deberían concentrar las fortalezas para ofrecer una alternativa potente de oposición con marcadas señales de unidad y nunca de indefinición.
No hay tiempo ni espacio para ambiciones personales ni especulaciones egocéntricas dirigidas a posicionamientos presidenciales cuando el ciudadano este año va a elegir candidatos legislativos.
Estas elecciones convocan a un electorado agobiado y radicalizado, con una grieta emocional muy evidente.
Creo que no se toma debida conciencia de que el derecho democrático nos es dado más que nunca para defender valores institucionales como la definición más importante que hayamos tomado hasta ahora los argentinos.
Vamos a elegir qué país queremos tener a futuro, qué equilibrios republicanos podremos o no sostener en el tiempo y qué límites queremos poner al abuso de poder y a la planificación de convertirnos quizás irreversiblemente en un régimen totalitario y populista de izquierda.
Esto es lo que enfrentamos. Está en juego la propia democracia y las libertades individuales más allá del candidato.
Solo en una Legislatura equilibrada conformada por dirigentes con convicciones firmes y comprometidas podremos sostener la Constitución Nacional y la institucionalidad que siempre hemos defendido.
No se trata de personas, se trata de ideas, se trata de valores y en definitiva, de convicciones. No cabe duda de que en Juntos por el Cambio no hay diferencias en este sentido, por eso conservamos la profunda unidad que se mantiene fuerte más allá de los dirigentes.
Pero se está haciendo daño a sus raíces, se está jugando con fuego cuando no podemos siquiera definir entre nosotros a qué estamos dispuestos.
Los egos nuevamente juegan su papel y dañamos la alternancia con lesiones internas.
Se impone definirnos, se exige la genuina unidad sin demoras ni excusas personales.
La pregunta es, ¿estamos dispuestos?