El derecho a viajar y la generación de empleo: el Gobierno se arriesga a poner en discusión la sensatez de sus decisiones
Mientras busca dejar atrás el cimbronazo causado por la renuncia de Guzmán, la Casa Rosada podría avanzar con medidas que restrinjan aún más las libertadores individuales en materia cambiaria, al verse apremiada por la escasez de dólares.
En medio de un contexto que genera más dudas que certezas, el Gobierno intenta dejar atrás la crisis causada por la renuncia de Martín Guzmán y mantenerse en ese rumbo que supuestamente se propuso, mientras amaga con adentrarse en un territorio en el que puedan quedar bajo escrutinio la sensatez de sus decisiones.
La intempestiva salida del Gabinete del ahora ex ministro de Economía ocasionó un cimbronazo político en el seno de la Casa Rosada y cambió de la noche a la mañana la ecuación interna en el oficialismo -al menos por el momento-, ya que kirchneristas y albertistas dejaron de lado sus diferencias para unirse en una encendida crítica hacia Guzmán y su determinación.
Desde el massismo también arremetieron contra el joven discípulo del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Lo acusaron de haber traicionado al presidente Alberto Fernández, después de los denodados esfuerzos del jefe de Estado para sostenerlo al frente del Palacio de Hacienda en momentos de la embestida más enérgica del cristinismo contra Guzmán.
Incluso la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, instalada definitivamente en ese rol que pretende llevar adelante de "comentarista" de las vicisitudes de su propia creación de Gobierno, dio cuenta del malestar que generó en el albertismo la impulsiva renuncia del ex ministro en el acto que encabezó este viernes en El Calafate, desde donde fustigó con munición gruesa, además, a Guzmán.
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Este escenario, ocasional, de posiciones encontradas dentro de la coalición gobernante en lo que se refiere a las sensaciones y opiniones de albertistas, kirchneristas y massistas con respecto a la más reciente tormenta política con la que debió lidiar el oficialismo -y a su principal causante-, de cualquier modo, lejos está de ser suficiente hoy para disipar los oscuros nubarrones que se asoman en el horizonte.
Los desafíos inmediatos, y exigentes por cierto, que tiene por delante el Gobierno se mantienen vigentes pese a la ruidosa salida de Guzmán del Gabinete nacional. Ahora con Silvina Batakis sujetando las riendas del Ministerio de Economía, la Argentina le acaba de confirmar al Fondo Monetario Internacional (FMI) que pretende cumplir con el acuerdo rubricado meses atrás y que tanta urticaria provocó en filas cristinistas.
También Batakis se mostró partidaria de avanzar hacia un equilibrio fiscal, en sintonía con lo que venía abogando Guzmán. Si bien las palabras de la nueva funcionaria nacional no alcanzaron para tranquilizar a los mercados, en una semana en la que se disparó la cotización del "blue" y del dólar bolsa, de igual manera que el contado con liquidación -que superó la barrera de los 300 pesos-, sus comentarios similares a los de su antecesor, en principio, permiten suponer que el Gobierno intentará seguir adelante con el rumbo que se había propuesto con la anterior conducción del Palacio de Hacienda.
Un rumbo que, en teoría, está supeditado a la hoja de ruta establecida a partir del acuerdo con el FMI y que prevé una serie de ajustes macroeconómicos. En este sentido, si la Casa Rosada pretende avanzar en esa dirección, con Batakis al mando del timón, es de esperar que se reanuden en el seno de coalición gobernante las tensiones que apenas semanas atrás encontraban a Guzmán convertido en el blanco predilecto del fuego amigo kirchnerista.
Porque en el oficialismo, cuando resta poco más de un año para las próximas elecciones presidenciales, aún está en discusión el camino que debería recorrer la Argentina para salir de la crisis: "Lo que está en pugna es cómo se resuelven los problemas que generó Cambiemos", dijo esta semana una alta fuente del sector kirchnerista, que admitió que el acuerdo con el FMI "condiciona" la política económica de la Casa Rosada.
Ese pacto con el organismo con sede en Washington supone, como ya fue en dicho en diversas ocasiones, una serie de intervenciones en aspectos medulares y sensibles de la economía doméstica, a saber: el gasto estatal -¿qué sucederá con la asistencia social?-; los subsidios energéticos y las tarifas de servicios públicos; la volatilidad en torno del dólar y la brecha cambiaria; la inflación y la puja salarial; la sangría de reservas del Banco Central y el cepo a las importaciones, entre otros temas cardinales.
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En consecuencia, está por verse cómo se desarrollará a partir de ahora la convivencia entre las distintas facciones que integran la alianza peronista gobernante tras la llegada de Batakis -acordada supuestamente por consenso- al Palacio de Hacienda y frente a las próximas decisiones quirúrgicas que la Casa Rosada debería tomar en materia económica, justo en vísperas de una nueva campaña proselitista en la Argentina.
A propósito, más allá de que el Gobierno procuró instalar la idea de que el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, fue quien motorizó la designación de Batakis en reemplazo de Guzmán, el desembarco de la nueva ministra de Economía en el Gabinete nacional fue celebrado con bombos y platillos por el kirchnerismo incluso más duro, lo que desenvaina un arma de doble filo para Cristina y sus eventuales aspiraciones electorales -y las de su espacio- de cara a 2023.
Si Batakis -que absorbió un significativo respaldo político del oficialismo en general en sus primeros días de gestión- consigue hilvanar un puñado de éxitos en las metas que se proponga, con la volatilidad cambiaria y los disparatos niveles de inflación en el país como sus desafíos más urgentes, habrá logrado robustecer la demacrada imagen del Gobierno y la figura de Cristina -cada vez más cuestionada- en particular.
En cambio, si llegara a trastabillar en su misión, la "jefa" del Frente de Todos indefectiblemente pagará un costo adicional al que ya supone para ella la deslucida -y por momentos fallida- labor que lleva adelante Fernández como presidente de la Nación, en su rol casi indiscutible hoy de "gerente general" del cuatro Gobierno kirchnerista, tras haber alcanzado el cristinismo su objetivo de esmerilar a Guzmán y forzarlo a renunciar. Porque más allá de las formas, éso fue lo que en definitiva sucedió.
En este contexto, la influencia de Cristina en la gestión de Fernández a partir de este momento "dependerá de la orientación y de las decisiones políticas que se tomen", dijeron a NA fuentes del albertismo, al término de otra semana de máxima efervescencia en el seno del oficialismo que hasta incluyó una desmentida formal de parte de un funcionario cercano al jefe de Estado, como Fernando "Chino" Navarro, de una eventual renuncia presidencial.
Así están las cosas hoy por hoy en Balcarce 50. Una vez más, alcanza ribetes espeluznante lo que sucede puertas adentro -y hacia afuera también- en este Gobierno, mientras en la "city" porteña, allí cerca de la Casa Rosada, el dólar "blue" superó los $270. También se expandieron en los últimos días los temores de que se vuelva a desatar en el país una hiperinflación e incluso un ex director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, el mexicano Alejandro Werner, se expresó en tal sentido.
Días atrás, la portavoz presidencial Gabriela Cerruti habló de "golpecitos de mercado" en medio de la disparada del billete estadounidense en sus versiones financieras y marginal, acusó al periodismo de "generar caos" y negó rotundamente que se haya producido una cumbre entre Fernández, Cristina y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, para evaluar nuevos cambios en el Gabinete y analizar el rumbo del país.
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En cualquier escenario lógico, no debería ser noticia que los tres principales dirigentes de una coalición oficialista lleven adelante reuniones de trabajo, pero -aunque cueste creerlo- en la Argentina sí lo es cuando efectivamente ocurren. Así las cosas, en medio de un contexto que genera más dudas que certezas, el Gobierno procura dejar atrás su más reciente maremoto, mantener a flote la nave -¿el Titanic?- y seguir adelante por la senda pespunteada oportunamente entre Guzmán y el Fondo.
Una senda que, incluso, podría obligar a la Casa Rosada a tomar decisiones cuya sensatez quede bajo escrutinio, al estar apremiada por la escasez de dólares en el Banco Central, si es que efectivamente resuelve avanzar con restricciones adicionales que afecten la libertad individual de los ciudadanos argentinos para evitar que, por ejemplo, y como plantea Batakis, el derecho a viajar colisione con la generación de puestos de trabajo.
"Si seguimos así, vamos camino a una derrota en primera vuelta", dijo a Noticias Argentinas esta semana una alta fuente del massismo, en referencia a las elecciones generales del año que viene. "Y corremos serio riesgo también de perder en la provincia de Buenos Aires, porque está claro que -el gobernador- Axel Kicillof no tracciona votos por fuera de la grieta", acotó.
Finalmente, en el kirchnerismo entienden que aún existe cierto margen para evaluar el escenario político y económico tras la salida de Guzmán antes de aplicar, eventualmente, cirugía mayor en el Gabinete nacional. En lo inmediato, el próximo jueves se conocerá el índice de inflación de junio pasado, que volvería a ubicarse por encima del 5 por ciento, el primer escombro "heredado" con el que tropezará el nuevo equipo económico apenas horas después de haber asumido.