Es un fenómeno que nadie puede negar. Que emergió como una corriente imparable en varios países. Es político. Pero también es social. Y, sobre todo, cultural. Para muchos constituye un peligro para la democracia. Aunque surja dentro de ella. Por las virtudes del sistema y también por sus defectos.

El advenimiento de una nueva derecha está generando un verdadero terremoto en la política internacional, que podría hacer sucumbir hasta los sólidos cimientos de las democracias occidentales. Esa nueva derecha es más bien una extrema derecha y pretende mostrarse como una expresión de rebeldía. Enfrentada con la izquierda, pero también con el centro y la derecha liberal. Esta ultraderecha aparece retomando mucho del ideario conservador, que choca con aquellos avances que ya son parte del Derecho establecido en cuanto a las libertades individuales.

Para sus detractores, se nutre de un discurso populista, con rasgos de racismo, misoginia, discriminación y todo tipo de atributos segregacionistas del que sienten diferente. Si bien hay casos y casos, ese fenómeno se extiende por distintos países y con crecimientos electorales impactantes.

No todos son lo mismo, ni representan exactamente los mismos valores. Pero hay puentes en común: se nutren de un electorado que está descreído del sistema político; representan una reinstalación de ciertos “valores” conservadores (tradición, familia y propiedad, para sintetizarlo); tienen muchas veces una alta carga religiosa, y este tipo de creencias colisionan contra la ideología de género y la defensa de la diversidad sexual; suelen disparar discursos agresivos, con slogans que atraen a los enojados de la sociedad; se abroquelan contra los inmigrantes; tienen ciertas contradicciones con respecto a la economía aunque coinciden en achicar al Estado a su mínima expresión y regirse por la libertad absoluta del mercado, con un rechazo a los impuestos y los subsidios a los vulnerables. Además de defender la libertad de que los ciudadanos se armen.

Y, por sobre todas las cosas, su campo de batalla y de comunicación son en especial las redes sociales, desde donde elaboran y diseminan teorías conspirativas y fakes news de todo tipo. A grandes rasgos esos son los vasos comunicantes entre ellos, aunque pueda haber matices.

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Lo concreto es que en los últimos tiempos esos discursos conservadoramente “rebeldes” han penetrado con fuerza en la sociedad y provocaron también que sectores más moderados de la derecha liberal se sientan obligados a correrse hacia esos lugares para no perder los votos que se fugan con los propaladores de las consignas más duras y, a veces, con los discursos de odio. Esos votos que se vieron reflejados en los éxitos electorales de esta nueva derecha:

  • Más de 50 millones de votos conseguidos por Bolsonaro en Brasil en 2022 en la primera vuelta electoral (43% del total) y los 58 millones obtenidos en el ballotage que finalmente perdió con Lula por 2 millones de votos.
  • Los 7,3 millones de sufragios de Georgia Meloni (26% del total, la candidata más apoyada en 2022) que con su partido Hermanos de Italia y el apoyo de Forza Italia de Silvio Berlusconi y la Liga de Matteo Salvini, se convirtió en la primera mujer en conducir el país.
  • Los 3,6 millones de José Antonio Kast en el ballotage chileno (44%) en 2021, cuando fue derrotado por la izquierda encabezada por Gabriel Boric.
  • Los 13,2 millones de Marine Le Pen en la segunda ronda francesa (41%), en 2022, cuando le generó un gran dolor de cabeza al presidente Emmanuel Macron, quien se quedó con el triunfo.
  • Los 3,2 millones del partido húngaro Fidesz (54%) que le permitió a Viktor Orban mantenerse en el poder en 2022.
  • Los 3,6 millones de votos que obtuvo VOX en España en 2019 (15%), saliendo tercero detrás del PSOE y el PP.
  • Los 1,3 millones obtenidos por los Demócratas de Suecia (20,5%) que los puso a tiro de poder formar gobierno en 2022.
  • Y ni hablar de las 74 millones de voluntades que alcanzó cosechar Donald Trump en 2020 cuando perdió su reelección frente a Joe Biden. En ese resultado, el magnate había logrado el apoyo de sectores ultraconservadores y reaccionarios, algunos de los que luego participaron de la violenta toma del Capitolio.
El aluvión de la ultraderecha

Aquí en la Argentina ese “voto castigo” y “antisistema” se vio reflejado en el apoyo conseguido por Javier Milei –quien no respondió la consulta de Newsweek Argentina– en las elecciones de medio término de 2021. Allí, el candidato de “La Libertad Avanza” quedó tercero en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, obteniendo el 17% de los votos (313.000). Si se suman los conseguidos por “Avanza Libertad” de José Luis Espert en la provincia de Buenos Aires (donde quedó tercero con el 7,5% y casi 670.000 votos), quienes se volcaron por esas opciones superaron el millón de personas. De hecho, según todas las encuestas, hoy Milei aparece compitiendo en primera línea a nivel nacional frente a las opciones más establecidas de los frentes más importantes.

Para Gerardo Morales, presidente de la UCR (partido que integra la alianza Juntos por el Cambio) el crecimiento de la ultraderecha en el mundo tiene que ver “con los desaciertos de los partidos tradicionales en algunas cuestiones de políticas públicas, y con la crisis desde la pandemia”. “Aunque hay situaciones en países europeos anteriores a eso. También influye la insatisfacción de vastos sectores de la sociedad que ven una supuesta una salida en los pensamientos extremos pero que a la orden de gobernar no condicen lo que proponen con lo que hacen”. Para Morales, las peleas y la “falta de liderazgo en el gobierno argentino”, como también la ausencia de respuesta de los partidos de la oposición que retroalimentan la grieta, los alejó de la gente. Y eso fue aprovechado por la ultraderecha.

Morales cree que Milei “es el ejemplo de esta situación en la Argentina. Es la expresión de esta derecha irresponsable y que genera consignas que a la hora de gobernar no sirven para nada”. Pero el titular de la UCR cree que JXC no debe correrse más a la derecha por el caso Milei: “Juntos por el Cambio debe ponerse en el centro y buscar acuerdos de gobernabilidad con otras fuerzas políticas que van a ir en otros esquemas a las elecciones. Milei ejerce una postura antidemocrática en su posicionamiento de extrema derecha”.

¿esta ultraderecha es la nueva expresión de la rebeldía? Sergio Berenztein, Cuesta entender que pueda haber movimientos populares y rebeldes de derecha. Pero la pregunta es ¿rebeldía con respecto a qué?
El aluvión de la ultraderecha

Shila Wilker, titular de la consultora TresPunto0 piensa que: “Antes que un sentimiento de rebeldía lo que las nuevas derechas supieron capitalizar es la sensación de frustración, el No Future, expresión que quizás tenga un tinte de rebeldía pero carece del elemento utopista que históricamente presentaron los movimientos rebeldes. Las nuevas derechas no se proponen hacer una revolución que signifique un cambio para mejor; se contentan con desbancar a lo establecido e introducir algo nuevo, sea cual sea el sentido de lo nuevo”.

Pablo Stefanoni, autor del libro “¿La rebeldía ahora es de derecha?” (Ed. Siglo XXI) señala a Newsweek Argentina: “Milei estaba fuera del mundo de la extrema derecha; era un economista que se volvió anarco-capitalista y sólo hablaba de economía. Para saltar a la política tuvo que ampliar su discurso a otros temas e incorporó de manera muy poco digerida la retórica de la derecha alternativa sobre el marxismo cultural o el negacionismo climático. Y, más recientemente, buscó construir una plataforma más nacional-conservadora que libertaria, a la luz de sus alianzas provinciales y su discurso sobre la última dictadura militar”. Eso ocurre, según Stefanoni, “en un contexto global donde vemos que a derecha canalizar parte del descontento con sus discursos de guerra cultural antiprogresista”.

Por su parte, el psicoanalista y escritor Jorge Alemán cree que “efectivamente hay un corrimiento de la derecha”. “La izquierda ha quedado del lado de las restricciones y de los argumentos, la prudencia y la medida, y la derecha está siempre vinculada a rechazar la renuncia, que la fiesta continúe, escondiendo de esta manera que después van a venir las exigencias del mercado que van a ser letales. Pero en principio, así como Freud había dicho que el ingreso a un pacto social era necesario primero la renuncia a las pulsiones, la ultraderecha pone en jaque esas renuncias, no hay que renunciar a nada, es trasgresora”, explica.

Según Mariel Fornoni, titular de la consultora Management & Fit, “Milei sí podría ser considerado de extrema derecha pero él mismo se considera anarquista, que es una concepción bastante diferente de la política de extrema derecha europea o de la de Trump o la de Bolsonaro”. Y agrega: “Lo que sí tienen en común son la rareza de los personajes y que todos ellos podrían –en caso de llegar al poder- traer complicaciones al orden institucional. Pero eso aún no pasó y salvo el caso italiano no han tenido mucho éxito. Lo disruptivo hoy está en los extremos en el mundo, extrema derecha o extrema izquierda (que se está empezando a desarrollar también en algunos países) pero sí creo que la rebeldía o lo disruptivo hoy parece ser parte de las nuevas formaciones políticas”.

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 Por su parte, Myriam Bregman, referente del Frente de Izquierda señala que esta “derechización de la derecha” está muy lejos de ser una expresión de rebeldía. “No son rebeldes, sino defensores de privilegios, como los del patriarcado o los de los grandes empresarios. Son la avanzada en generar una ideología que oculta al aumento de la desigualdad social como causa de los padecimientos de las amplias masas”, manifiesta.

Rebeldes o no, lo concreto es que este fenómeno de la ultraderecha irrumpió con fuerza en muchos lugares del mundo, incluso aquí en Argentina. En algunos casos sus discursos terminaron fogoneando la aparición de sectores muy violentos, tales como los trumpistas que irrumpieron en el Capitolio de EEUU, en enero de 2021. O, más acá, los que participaron de manifestaciones violentas –tal es el caso de Revolución Federal- y en el intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por ahora esos grupos extremistas –y terroristas- aparecen como expresiones dislocadas de un discurso de odio más generalizado que no llega a semejantes actos de barbarie. Pero el clima existe. Y nadie sabe cómo puede terminar.

Nota original publicada en Newsweek.