Estos días hemos tomado conciencia de un conflicto armado en nuestra hermana República de Ecuador. Se lo ha calificado de muchas maneras pero nadie duda que el narcotráfico está detrás de él. 

Ecuador, hasta hace pocos años, era uno de los países más tranquilos del continente sudamericano, con índices de criminalidad muy bajos. 

Cuando terminó el gobierno de Correa, la tasa de asesinatos era de 5,78 cada 100.000 habitantes y hoy ha pasado a ser de 40.

Nos preguntamos ¿Qué pasó? ¿Por qué cambió la situación? ¿La política tuvo algo que ver con esto? Seguramente habrá distintas respuestas. 

Desde mi punto de vista, después del gobierno socialdemócrata de Rafael Correa y el salto traicionero de Lenin Moreno (propuesto por Correa como su candidato) hacia un enfoque de gestión  neoliberal, que gobernó del 2017 al 2021 con el consecuente achicamiento del Estado, dio pie en una economía dolarizada (desde enero del año 2000) y de la que Correa no pudo o no supo salir. 

Esto fue provocando que se transforme en un país sumamente atractivo para el desarrollo de bandas narcotraficantes a las que se les veía facilitada sus operaciones de blanqueo, más el tráfico de estupefacientes con destino a la costa oeste de Estados Unidos y México, más la posibilidad de abordar por el Pacífico los mercados asiáticos.

¿Nadie se dio cuenta hasta que estalló el conflicto? ¿O fueron permisivos, cuando no, cómplices de este accionar? Mientras gobernaba Moreno o su sucesor, Guillermo Lazzo parecía que no había por qué preocuparse. 

Quizás un llamado de alerta fueron las últimas elecciones municipales donde el correísmo y su Revolución Ciudadana se impuso ampliamente en la mayoría de ellas y abrían así la posibilidad del regreso de un gobierno progresista. 

Especulaciones, acuerdos y desacuerdos entre factores de poder real permitieron que una propuesta de derecha como la que encarna  el actual presidente Daniel Noboa, ganara las presidenciales y que gobierne desde noviembre del año pasado.

¿Por qué entonces el gobierno tuvo que establecer el Estado de Sitio y reconocer el conflicto armado interno autorizando la intervención del ejército para enfrentar la delincuencia organizada que operaba incluso con jefaturas desde las cárceles?

Para tener en cuenta, cuando el Estado pasa a tener un rol empequeñecido y la voluntad está en el mercado, pueden pasar estas cosas. 

Políticas activas y no aprietes y bravuconadas hacia los sectores populares para contener el malestar social, hacen que el Estado se distraiga de los verdaderos peligros de la delincuencia organizada y del narcotráfico. 

Debemos ser solidarios con Ecuador, pero también estar atentos a que todo se desarrolle respetando las instituciones y las leyes. 

La tentación del autoritarismo puede poner en riesgo la democracia. A poner las barbas en remojo y no distraerse.

(*) - Eduardo Sigal es el ex subsecretario de integración Americana de Cancillería y vicepresidente del Partido Frente Grande.