“Con la mafia no se jode”, rezaba un papel que yacía al lado de los cadáveres de dos jóvenes encontrados el viernes pasado, con varios disparos en la cabeza. Lamentablemente no se trata de un estreno de Al Pacino, sino que pasó en la “vida real” y sucedió -otra vez- en Rosario.

Tres días antes fuimos testigos de un combate a tiros a plena luz del día. Y no era un nuevo largometraje de Clint Eastwood en el Far West; ocurrió en Avellaneda, con el regreso de los barras amparados por el poder. Esta película, que el ministro Aníbal Fernández alguna vez tituló “Sensación de Inseguridad”, ya la vimos.

El retroceso en materia de seguridad es notable desde el comienzo de la actual gestión: hubo un avance del microtráfico de narcóticos, durante la pandemia se liberó a más de 11.000 presos y se reportan cada vez más robos y hechos de violencia.

Recientemente, el Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC) elaboró un informe que registró que, en 2020, a pesar de las feroces restricciones impuestas en el marco de la cuarentena, se registró un aumento del 3,8% en la tasa de homicidios dolosos, pandemia mediante. No es el único dato alarmante que arrojó este estudio: el año pasado también aumentó 5,8% la tasa de homicidios culposos, y 29,2% la tasa de delitos contra la integridad sexual, en comparación con el año anterior.

Ni con los argentinos encerrados el kirchnerismo logró ofrecer un mínimo embate contra la inseguridad. Pero lo más preocupante es que no se está llevando a cabo ningún plan para hacerlo. Al contrario, los problemas se suman mientras el Gobierno mira para otro lado, enfocado en su único objetivo: tratar de comprar la conciencia de la gente para revertir el resultado electoral de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO).

La situación en Santa Fe está completamente fuera de control. Casi todos los días nos enteramos de nuevas personas que fueron asesinadas en manos de los narcotraficantes, que parecieran tener la provincia, y particularmente la ciudad de Rosario, a su merced. Los sicarios, el narcomenudeo y la lucha por el territorio concentran el poder y el uso de la violencia, sin oposición alguna. 

Los comerciantes de la avenida Mitre, en Avellaneda, no solo tienen que lidiar con la inseguridad cotidiana y las dificultades económicas tras la cuarentena eterna, sino que ahora también tienen que esquivar las balas que disparan las facciones de la barra de Independiente. El presidente del club, Hugo Moyano, se lavó las manos, dijo que lo sucedido fue “armado por la oposición” y culpó a Patricia Bullrich con frases repugnantes y machistas.

Lo cierto es que las mafias le tienen miedo a Bullrich y su gestión fue la única que combatió seriamente a los barrabravas y no los dejó entrar en ningún partido. Pero, como dijo ella, no vamos a bajar a un barro al que él está acostumbrado: la vuelta de las barras es la vuelta de una cultura que Moyano ha profundizado en su presidencia en el club.

La respuesta del Gobierno ante esta situación no es más que un acto publicitario de la supuesta gestión de Sergio Berni. En los hechos, su trabajo en territorio bonaerense es inexistente. A nivel nacional, Sabina Frederic vivía en una realidad paralela, en la que no quería vivir “como en Suiza” porque le resultaría aburrido. El remedio fue peor que la enfermedad y Aníbal Fernández, el hombre que alguna vez dijo que la inseguridad era “una sensación”, se dedica a criticar a periodistas por Twitter mientras aplaude la decisión de poner “platita” en el bolsillo a los argentinos, como si eso fuese a solucionar algo. 

Los argentinos queremos terminar con el populismo. La dignidad del pueblo no está a la venta. 

(*) - Gerardo Milman es candidato a diputado nacional por Juntos en la provincia de Buenos Aires. Fue viceministro de Seguridad de la Nación.