Una de las características de los procesos electorales en la Argentina es el voto castigo. Aunque a los dirigentes políticos les gusta creer que cuando ganan se debe a sus méritos la realidad es bien distinta.  

Reciben votos definitorios de aquellos fastidiados de la forma de gobernar de sus contrincantes. 

Hay un electorado cautivo que sigue figuras o partidos y un sector oscilante, que define las elecciones a partir de desaprobar a los Gobiernos de turno. 

Tiempo atrás el Presidente de la Republica afirmó que en estas elecciones se “plebiscitaba “su gestión. Así fue en las PASO y así será en las elecciones generales de Noviembre.  

No hubiera triunfado Menem sin la hiperinflación de Alfonsín, ni De la Rúa sin la crisis de la convertibilidad y su secuela de desocupados. 

El cansancio del Kirchnerismo fue la génesis del triunfo de Macri y la debacle económica del Gobierno del PRO el motivo central del triunfo de Alberto Fernández.  

Los casi 19 millones de pobres, salarios insuficientes, jubilaciones escasas, cuarentena interminable, cierre de PYMES y el desempleo son razones más que suficientes por la que millones omitieron votar al Frente de Todos. 

La mayoría de los ciudadanos no se fugaron a una alternativa política. Se quedaron en su casa. 

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Lo hicieron en una proporción mayor que en las Parlamentarias de 2001. Lo que debiera ser un llamado de atención para toda la dirigencia política. 

Es difícil saber que pasará el  14 de Noviembre. Lo que debiera ocurrir, cualquiera sea el resultado, es que los protagonistas del oficialismo y la oposición se reúnan luego de ser expresada la voluntad popular, para acordar algunas políticas de Estado en materia de economía social y de seguridad. 

Si continuamos insistiendo con la grieta nos espera el precipicio. 

(*) Carlos Ruckauf , Ex Vicepresidente de la Nación.