En el entorno del presidente Alberto Fernández, sus colaboradores más cercanos le recuerdan que en la Argentina se fustigaba a Lionel Messi, antes de que el astro del fútbol ganara la Copa América el año pasado en Brasil junto con la Selección nacional, cuando perciben que los cuestionamientos a su gestión impactan en el estado de ánimo del primer mandatario.

"Si acá lo criticaban a Messi, ¡a Messi!, ¿cómo no te van a criticar a vos?", le comenta su gente de confianza a Fernández, en un intento por matizar los reproches que recibe en su rol se jefe de Estado incluso desde dentro del Frente de Todos (FdT), pese a que se calmó de momento la encarnizada interna del oficialismo registrada hasta hace apenas un par de semanas.

De todos modos, esta nueva coyuntura interna en el Gobierno, este contexto de aparente armonía que reina tras las recientes y prolongadas ráfagas de fuego amigo no es casual, sino que se produce después de que Fernández, presionado para aplicar cirugía mayor en el área económica tras la renuncia de Martín Guzmán, aceptara el plan de empoderamiento que impulsaba Sergio Massa.

Si bien algunos funcionarios de la propia administración nacional entienden que esa medida el presidente la tendría que haber "tomado antes", luego de Semana Santa, por ejemplo, cuando el propio jefe de Estado había sugerido la posibilidad de que se produjeran cambios en el Gabinete, en la Casa Rosada consideran que la designación de Massa al frente del Ministerio de Economía abrió un paraguas preventivo en el seno del FdT, generó una suerte de pacto de no agresión al menos en este tramo inicial de su gestión.

En este sentido, está claro que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, socia mayoritaria en la coalición gobernante, otorgó su bendición al nuevo titular del Palacio de Hacienda, no solo desde lo simbólico de aquella foto junto a Massa que publicó en redes sociales tras su confirmación como reemplazante de Silvina Batakis, sino en los hechos.

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El kirchnerismo, en general, después de haberle hecho la vida imposible a Guzmán hasta forzar su dimisión, respalda hoy decididamente al ministro de Economía, pese a que el líder del Frente Renovador -y potencial candidato presidencial en 2023- parece decidido a llevar adelante el mismo programa de ajuste, o incluso más agresivo, que había acordado el discípulo de Joseph Stiglitz con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

"Es nuestra última bala", dijo a NA una fuente del Gobierno sobre Massa, cuya designación revitalizó la gestión del FdT en momentos en los que habían empezado a revolotear dudas sobre la gobernabilidad y la fortaleza del presidente para llegar al final de su mandato: incluso un funcionario nacional como Fernando “Chino” Navarro llegó a referirse en público acerca de aquellas versiones y negó que Fernández planeara renunciar.

En el entorno del jefe de Estado, quienes le recuerdan cómo se vilipendiaba a Messi antes de la victoria por 1-0 sobre Brasil en la final de la Copa América de 2021, en el mítico estadio Maracaná de Río de Janeiro ("Los argentinos somos así", suelen comentarle), están convencidos de que la administración Fernández también podría alzarse, tras largas oleadas de críticas, con un trofeo estelar finalmente en los próximos meses.

Claramente no habrá festejo celeste y blanco en el Obelisco porteño en el caso de conseguirlo, pero la misión, si llegara a resultar ligeramente exitosa, permitiría abrir una ventana de esperanza electoral con vistas a los comicios presidenciales del año próximo para el peronismo: la cruzada en la que está embarcada hoy la gestión nacional persigue como objetivo cardinal combatir la inflación en el corto plazo y promover condiciones para que las variables económicas que están mostrando síntomas alentadores se consoliden y logren una continuidad sostenida.

"Ahí va a estar la clave", consideró la fuente consultada por Noticias Argentinas, en referencia a la necesidad del Gobierno de torcer el brazo a la disparada del costo de vida que se registra por estos días y robustecer el poder adquisitivo de la ciudadanía para abrigar chances concretas en la votación general del año que viene. Se trata de un pensamiento compartido incluso por intendentes de larga experiencia del Conurbano bonaerense, allí donde el peronismo atesora su principal capital electoral.

"Es fundamental que bajen los precios"

"Aún estamos a tiempo de ganar, pero es fundamental que bajen los precios", dijo a esta agencia un jefe de comunal de la zona oeste del Gran Buenos Aires en alusión a 2023. Y agregó: "Si se gana en el Conurbano, se gana la Provincia, y si ganamos la Provincia tenemos grandes posibilidades de ganar en la nación (las elecciones presidenciales)".

En este sentido, el intendente peronista consultado por NA planteó sus reparos hacia la gestión de Axel Kicillof como gobernador bonaerense e indicó que, junto a otros líderes comunales -léase, "barones"- del FdT, coinciden en que el actual jefe de Gabinete provincial, Martín Insaurralde, ex alcalde de Lomas de Zamora, sería "un buen candidato" para el espacio el año que viene.

De igual modo, sostuvo que los intendentes del Partido Justicialista (PJ), para quienes Kicillof no es santo de su devoción, sí estarían dispuestos a acompañar una eventual postulación presidencial de Massa, en el caso de que el líder renovador logre desde su rol en el Palacio de Hacienda los resultados económicos necesarios para que el peronismo aspire con fundamentos robustos a una renovación de mandato en la Nación.

En el oficialismo, a propósito, existen quienes creen que los próximos comicios serán clave para el futuro inmediato del país, dado que -según plantean- superada la pandemia de coronavirus, con la problemática de la deuda externa argentina encaminada hacia un principio de solución y con las oportunidades comerciales que se abren en el mundo a partir de la guerra en Ucrania tras la invasión por parte de Rusia en febrero pasado, "el próximo Gobierno no va a ser un Gobierno de crisis, sino de desarrollo".

Por este motivo, en el FdT encienden velas para que el plan de Massa para controlar la espiral inflacionaria tenga éxito y comience a rendir frutos en el momento indicado, es decir, medido en términos electorales, en ese tramo decisivo de la campaña en el que los votantes -en especial los indecisos- terminan de resolver qué boleta introducirán finalmente en las urnas en el cuarto oscuro.

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Sin embargo, por lo pronto el Ministerio de Economía ya anticipó que el próximo dato relacionado con el Índice de Precios al Consumidor (IPC) también será malo para el Gobierno, después del ruidoso 7,4 por ciento de julio anunciado días atrás. Incluso el programa de redistribución de subsidios a las tarifas de servicios públicos, lo que redundará en un aumento en las boletas de luz, agua y gas, podría conspirar en el corto plazo contra las intenciones del propio Massa de fortificar el poder adquisitivo del salario y que los sueldos, al menos, le "empaten" este año a la disparada del costo de vida.

Confirmada prácticamente ya en estos días la teoría de que el problema del kirchnerismo era Guzmán y no tanto su plan de ajuste, Massa se apresta a avanzar también en su intención de forzar la transformación de ayuda estatal en puestos de empleo genuinos, aunque el mismo intendente peronista que confió sus impresiones electorales en diálogo con NA lamentó admitir que en el Conurbano "mucha gente ya se acostumbró a no trabajar".

De cualquier manera, Massa efectivamente luce empoderado y adquirió una centralidad estelar en la gestión oficialista. A punto tal que algunos albertistas llegan a cometer la infidencia de deslizar en diálogo con periodistas que Fernández aprovecha para "levantarse tarde" en determinados días, mientras disfruta de su pequeño hijo Francisco puertas adentro en la Quinta Presidencial de Olivos.

Otros colaboradores del jefe de Estado, en cambio, más prudentes y notando incluso cierta dosis de "irresponsabilidad" de parte de quienes azuzaban y llevaban al extremo la interna del oficialismo, en el momento más candente de aquella disputa que terminó con Guzmán -e incluso con Matías Kulfas- rodando escaleras abajo, fueron quienes recomendaron a Fernández ser más resolutivo y activar la "alternativa Massa" para intentar sortear la crisis del Gobierno, además de comentarle sobre el ya mencionado caso de Messi.

Incluso uno de esos dirigentes se encargó de comunicarse con el propio líder del Frente Renovador para solicitarle que se acercara hasta Olivos a reunirse con el presidente, el día que se inició en los hechos -antes de la asunción formal- la carrera contrarreloj del ex titular de la Cámara de Diputados para alcanzar, por un lado, un objetivo de mínima, de índole económico, y por el otro, uno de máxima, pensando ya en las elecciones de 2023: lograr que el peronismo se mantenga en el poder durante al menos cuatro años más.