La Argentina no pertenece, solamente, al continente americano. La Argentina extiende su territorio en dos continentes. El segundo es el Antártico. Y, esta noción, que no solemos tenerla en cuenta en nuestra vida diaria es el eje central sobre la que se han desplegado los planes y proyecciones elaborados por el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.

La institución que conduce el teniente general, Juan Martín Paleo, tiene ambiciosos proyectos para la defensa del territorio nacional aún en épocas de vacas flacas para el país y de desafíos internacionales, entre las superpotencias del mundo, que han tomado a Ucrania como escenario para dirimir sus diferencias.

En la exposición que se desarrolló a fines de marzo para inaugurar el ciclo académico 2022 de la Escuela Superior de Guerra Conjunta que encabezó el ministro del área, Jorge Taiana, quedó claro que se avanza en un plan para fortalecer la presencia militar en Tierra del Fuego que permitirá unir a la provincia más austral con el continente blanco. Podría pensarse como una especie de puente con la Antártida Argentina, que estará situado a pocos kilómetros de la guarnición usurpadora británica apostada en las Islas Malvinas.

En ese contexto, Tierra del Fuego y su ciudad principal Ushuaia, se prepara para recibir aviones de combate. Cazas que la Fuerza Aérea ya no tiene desde que decidió “jubilar” los Mirages franceses con más de cuatro décadas de servicio.

La aviación militar carece de una flota de aviones supersónicos desde que, en 2015, la Fuerza Aérea dio de baja los últimos cinco cazas operativos tras 42 años de servicio.

Para realizar los planes del teniente general Paleo en el sur de nuestro país se necesitan submarinos, arma principal de la Armada que merece otras consideraciones, y cazas armados con misiles que permitan una defensa efectiva del territorio ante una eventual agresión.

Es importante recordar que la Federación Rusa que conduce Vladimir Putin ha terminado con el estado de derecho internacional o al menos lo ha violado de manera flagrante al lanzar un ataque a otro país soberano. Una especie de blitzkrieg, guerra relámpago, rusa que supone una agresión y no una opción de defensa. En este caso los que se defienden son los ucranianos.

La digresión es sólo para recordar las razones por las que es imperativo contar con armamento para defender al país de un posible ataque exterior.

Los estrategas militares nacionales afirman que ante una eventual agresión hay que  utilizar la extensión territorial de la que gozamos como una ventaja para desgastar al enemigo. Y, en ese sentido, lo primero que hay que ir a buscar al bazar de las armas son aviones militares cazas.

La administración de Alberto Fernández  está a punto de cerrar con China la adquisición de los cazas JF-17

No lo van confesar nunca pero los brigadieres deben envidiar, sanamente, si eso es posible, al actor y productor cinematográfico Tom Cruise que en la película Top Gun 2, pagó a la marina estadounidense 11.374 dólares la hora (sí, cada 60 minutos), para usar los cazas F/A-18 Super Hornets del ejército norteamericano durante el rodaje de la película, según la agencia Bloomberg.

Desde el 2015 para acá los cielos nacionales están prácticamente desprotegidos y las razones que, en su mayoría son presupuestarias, también, son geopolíticas.

Mientras que en el descartado proyecto de Presupuesto nacional de este año, que fue rechazado en el Congreso en medio de un escándalo político, se incluía un pedido para tomar deuda por 664 millones de dólares para la adquisición de  cazas chinos JF-17 Thunder Block III que alcanzaría para comprar doce de estos aviones militares a cerca de 50 millones de dólares por unidad, además de sumar los ítems de mantenimiento y operatividad de talleres y reparación de pistas, la política internacional ha alejado la posibilidad de Argentina de abastecerse con las fábricas de aviones militares estadounidenses y europeas por el embargo a la venta de armas impuesto por el Reino Unido a raíz de la guerra de Malvinas de 1982.

La jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, general Laura J. Richardson, de visita oficial en Buenos Aires a fines del mes de abril, escuchó, pacientemente, al ministro de Defensa, Jorge Taiana, pedirle por una mediación con las autoridades de Gran Bretaña para levantar ese embargo de más de cuarenta años.

No era algo que la militar de alta graduación no supiera. En el Congreso de su país fue consultada por un legislador acerca de la influencia de China en la región y en Argentina en particular y pidió detalles de la posible venta de cazas de origen asiático a un país del continente americano, a lo que la general, sostuvo, “todo se debe a las Falklands War  y al veto británico”. Razón principal del acercamiento a Beijing.

La presencia de componentes de origen británico en varias aeronaves militares ha frustrado, por ejemplo, la adquisición de cazas de la compañía KAI de Corea del Sur en el año 2020. No había manera de reemplazar los componentes ingleses de los aviones cuestión que no sucede con los cazas rusos y chinos mientras que los de India pueden ser reemplazados por tecnología de ese país.

La política de Gran Bretaña es explícita en torno a la restricción tecnológica a la Argentina por los intereses que ésta sostiene en el Atlántico Sur y las Islas Malvinas.

Para Andrei Serbin Pont, director del grupo de expertos argentino CRIES y ex asesor de la Secretaría de Asuntos Estratégicos, “…con las restricciones británicas operando, el JF-17 de China es una opción atractiva para Argentina porque el avión está fuera del alcance de un posible veto de piezas por parte del Reino Unido y, al mismo tiempo, es el único avión nuevo al alcance de la Fuerza Aérea Argentina”.

La administración de Alberto Fernández,  posee, al menos, dos caras y en el ámbito de la política exterior sucede lo mismo que en el económico. La ausencia de un rumbo de acción claro.

La división entre diplomáticos políticos o de carrera más cercanos a las democracias occidentales frente a otros embajadores más relacionados con los gobiernos autocráticos de oriente comienza a notarse con más fuerza en las decisiones que adopta el primer mandatario. Bastará observar su gira por Rusia pocos días antes de la invasión a Ucrania o el desplante que propone, por estos días, Alberto Fernández al gobierno demócrata de Joe Biden por la novena Cumbre de las Américas si el presidente estadounidense no invita a los gobiernos de baja calidad democrática de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

En ese contexto la figura del embajador en Pekín, Sabino Vaca Narvaja, crece a fuerza de cerrar acuerdos y uno de ellos está avanzado como quedó demostrado en la reciente gira de una comitiva de la Fuerza Aérea para evaluar, in situ, las características de caza JF-17 Thunder.

El general Norberto Zárate encabezó  la misión y se entrevistó con las autoridades de la China National Aero Technology Import and Export Corporation. Se realizaron pruebas técnicas, se utilizaron  simuladores de vuelo y hubo prácticas de cabina, siguiendo la orden del brigadier general Xavier Isaac, que en declaraciones a la prensa a principios  de año había  expresado, “para cerrar la oferta de compra de los JF-17 hay que viajar a China y verlos en el lugar”. El mismo procedimiento utilizado para conocer y evaluar los cazas de la India llamados HAL Texas.

Los Estados Unidos no dan todo por perdido y pidieron una  evaluación  de los  F-16A/B MLU en poder del gobierno de Dinamarca.

El estado nórdico puso un “tachito” de venta  sobre la cabina de estos cazas porque planea renovar su flota por los F-35A Lightning II. La oferta, supervisada por la general Richardson, se basa en la adquisición de una docena de aviones usados para Argentina a 15 millones de dólares cada uno, junto con un lote inicial de repuestos y entrenamiento para pilotos y personal técnico.

A pesar de estar más habituados a la industria norteamericano la oferta presenta un problema para los militares argentinos. La carencia de armamentos. La Fuerza Aérea quiere que se incluyan misiles aire-aire, aire-superficie y pods de puntería.

Si se supera ese escollo los F-16, uno de los cazas más probados y confiables del mundo, podrían terminar por ser competencia de los JF-17 chinos, y las fuerzas armadas se mantendrían dentro del mundo OTAN, con las ventajas operativas que conlleva esa etiqueta.