La política en Argentina es una calamidad, y todo cambia a una velocidad insólita. Hace un par de semanas, CFK estaba acorralada por fallos judiciales adversos: la confirmación de Casación de su condena en la causa "Vialidad", el rechazo de la Corte a su petición en la causa Irán, la elevación a juicio de la causa Cuadernos y una reapertura de una causa por enriquecimiento ilícito. Se decía que la sanción de "Ficha Limpia" sería el golpe final.

Parecía que los planetas se habían alineado para lograr sacar de la política a la corrupta más grande de la historia, condenada por corrupción. El gobierno tenía un penal sin arquero. Ahí comenzó una cadena de desastres en la gestión política del gobierno.

El gobierno de Milei tiene logros y gente talentosa en varias áreas. Si uno ve lo que hace Sturzenegger en la reforma del Estado y la desregulación del infierno de trabas que los políticos supieron armar para defender monopolios y conseguir coimas, puede entender la magnitud y el profesionalismo de esa área. Lo mismo ocurre con el trabajo en Capital Humano, denunciando a los piqueteros y poniéndolos en evidencia. La mejora en seguridad es notable, y la liberación de cortes de calle es un logro.

Por supuesto, la baja de la inflación es otro avance importante. Falta recuperar el consumo y recomponer sectores postergados, como los jubilados con aportes, pero es un gobierno que logró cambios en poco tiempo tras la debacle política y moral del último engendro kirchnerista.
Pero aquí surge el problema: también es un gobierno que comete calamidades políticas, especialmente cuando lidia con el Congreso.

Son completamente amateurs, y cuando tuvieron que mostrar inteligencia y fuerza con la sanción de "Ficha Limpia" y acorralar a CFK, se pusieron a jugar a la política junto a algunos sectores nefastos del Congreso. Tiraron afuera el penal sin arquero, desplegando teorías locas y dando la espalda a un sector importante del electorado, que ha venido apoyando las medidas del gobierno pero pide institucionalidad y el fin de la impunidad. Le dieron la espalda a ese electorado que votó a Milei en el balotaje y que ha respaldado las medidas duras del gobierno.

Después de esa maniobra fallida, CFK siguió una máxima de la política: “No interrumpas al adversario cuando se está equivocando”, y se nombró presidenta del PJ. Luego se sentó a ver cómo explotaba el vergonzoso caso Kueider (quien, aunque kirchnerista, le votaba temas importantes al gobierno, como la ley Bases). Los corruptos más grandes de la Argentina arremeten contra Kueider (lo lógico hubiera sido suspenderlo hasta que hubiera un fallo en su contra), porque, echándolo, entraba una senadora de La Cámpora, fanática de Cristina.

CFK obtiene un senador más y está a dos de la mayoría absoluta, mientras el gobierno vuelve a mostrar su impericia y juega, sin poder hacer otra cosa, a favor de CFK. Las quejas hacia Victoria Villarroel solo dejan más en ridículo al gobierno. De tener a CFK acorralada por causas y a punto de quedar fuera por "Ficha Limpia", estamos sin "Ficha Limpia" y con CFK con un senador más. Felicidades a los operadores del gobierno: se quisieron pasar de listos y quedaron lloriqueando contra Villarroel en redes sociales, mientras CFK se ríe de ellos en su mejor semana en años. No podrán decir que no se lo avisamos.

Hay gobiernos que tienen virtudes en la gestión diaria y deficiencias políticas graves. Este parece ser el caso de este gobierno, que además tiene una pulsión destructiva hacia sus aliados y hacia la gente que llegó con ellos. Como si el internismo de operadores mediocres y la paranoia les gustaran más que la cotidianidad virtuosa de una gestión seria.

La respuesta parece ser que el gobierno va a nombrar a Lijo por decreto. Si lo hacen, pondrán a Lijo a depender de la mayoría peronista en el Senado, que puede apoyar o rechazar el decreto. Lijo le debería el cargo a CFK si llega a ser ministro de la Corte. El gobierno debe detener esta cadena de errores y cambiar la dinámica. Está en sus manos matar la candidatura de Lijo y cambiar la lógica perdedora, por errores propios, en la que está metido.

El poder se demuestra consiguiendo objetivos, no agrandando a los enemigos. Mucho menos acosando a los amigos por los errores propios.