Por Antonio D'Eramo

Los datos suponen una catástrofe en ciernes, que mostrará sus efectos en el futuro. De mínima, a nivel nacional, cerca de 1,5 millones de estudiantes, de los distintos niveles educativos, están desvinculados de la escolarización, según cálculos conservadores del especialista Agustín Claus de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

De eso no se habla frente a cámaras o grabadores. Son pocas las alusiones a un posible deterioro cognitivo de la población.

En las últimas horas, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, parece estar más preocupado en polemizar por redes sociales con su par porteña Soledad Acuña por sus polémicos dichos sobre los docentes, que por adoptar medidas tendientes a paliar la pérdida de un año escolar.

Pero la declamada inclusión, que se realiza a nivel verbal, nominal, no aparece en los hechos. Stefania Giannini, subdirectora de la UNESCO, autoridad educativa a nivel mundial, y Carmen Burbano, directora del Programa Mundial de Alimentos, señalaron que por datos que recopilaron en todo el mundo, incluida la Argentina "observamos que las niñas y las adolescentes no gozan sistemáticamente de la igualdad de acceso a la educación y se encuentran particularmente expuestas a determinados riesgos. Por experiencias adquiridas, en otras crisis sanitarias, sabemos que muchas niñas no regresarán a la escuela cuando estas vuelvan a abrir ya que las familias toman en cuenta los costos financieros y las oportunidades vinculadas a la educación de sus hijas".

Para tener una dimensión, a nivel mundial, de la pérdida de progreso y bienestar que sucede cuando las niñas no concurren a la escuela, un informe del Banco Mundial y el Fondo Malala, demostró que si todas las adolescentes culminaran el ciclo de educación secundaria, las mujeres podrían añadir 30.000 millones de dólares a la economía mundial en el futuro.

Estos cálculos que se realizan a nivel mundial tienen su capítulo argentino. Como en muchas otras áreas del quehacer nacional las autoridades brillan por su ausencia. Pero no hablamos en este artículo de autoridades en el sentido de funcionarios nombrados por un gobierno solamente sino en el sentido del derecho romano, auctoritas, una legitimación que procede de un saber, una persona o institución que tiene capacidad moral para emitir una opinión cualificada.

En Argentina todos opinan, el ministro Trotta, como si fuera un periodista, los dirigentes gremiales, los consejeros escolares, los directores de colegios privados, los padres de los alumnos, la ministra Acuña que sincera su pensamiento en un chat, pero no se consigue un solo consenso unificador para finalizar la debacle de la educación nacional.

Temas fundamentales como la universalización de la conectividad o decidir de una buena vez si el sistema educativo es o no es un servicio esencial parecen cuestiones metafísicas que esta generación de dirigentes no parece dispuesta a resolver. Pero la cuenta de sus indecisiones e indolencia la van a pagar las futuras generaciones.

A continuación sumamos otros datos alarmantes para ver si la parsimonia, que parece ser el estilo preferido de Trotta y otros actores educativos en contraposición con la figura del "loco" Sarmiento, logran ser un acicate para arremangarse y ponerse a trabajar en serio.

La conectividad debería ser un derecho humano

El subtítulo de la nota alude a una reciente opinión de Claudia Uribe responsable del departamento de América Latina de la Unesco. En Argentina, en zonas rurales más apartadas o en los barrios vulnerables, que hay muchos en Buenos Aires, pero también en ciudades del interior, "la conectividad es muy poca. Apenas con algún celular que ofrece una x cantidad de datos móviles. En medio de la emergencia hay zonas donde el Covid se ha diseminado con mucha fuerza y los profesores no pueden mantener un contacto estable con sus estudiantes ni siquiera telefónicamente. Por ello, la conectividad debería ser un derecho humano, mientras eso no ocurra, la región está expuesta a enfrentar una catástrofe generacional en educación", sentencia.

En América Latina la pandemia de Covid-19 provocó el cierre temporal de miles de colegios, afectando a 160 millones de estudiantes, según el último conteo de la Unesco.

Protocolos y aperturas de escuelas

El mapa que la Unesco posee en su página web muestra un seguimiento mundial de los cierres de escuelas por el Covid-19.

Al comienzo de la pandemia el globo estaba ilustrado con rojo enseñando que los países preferían mantener los establecimientos educativos con candado. Pero, a medida que se fue aprendiendo de la pandemia, en muchos continentes comenzaron a diseñar una nueva normalidad escolar.

A la fecha, en Europa, que atraviesa una segunda oleada de coronavirus, la educación sigue en marcha a excepción de Lituania y Rumania, que se encuentran en proceso de adecuar los protocolos para su apertura.

Pero toda Europa occidental apostó al retorno a las clases y a la importancia de asegurar el futuro de los jóvenes trabajando con toda la comunidad educativa.

En América del Sur el año lectivo parece estar perdido en la mayoría de los países inclusive los que han llegado a dictar clases virtuales. Mientras que en Brasil y Bolivia la educación permanece clausurada, los colegios en Chile, Uruguay, Perú y Colombia se encuentran abiertos y mostrando estadísticas con alumnos concurriendo a las aulas en las zonas donde el coronavirus no produjo efectos devastadores.

En la Argentina el proceso es lento. Ya nadie duda que el año lectivo está terminado y si acercamos el lente a nuestra realidad nos encontramos con que las cuatro jurisdicciones más afectadas son Buenos Aires con 527.646 alumnos sin clases seguidos por Córdoba con 113.468; Santa Fe con 107.788 y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con 83.358 estudiantes sin presencia en las aulas, que en su conjunto representan cerca del 60% del total nacional.

Agustín Claus, especialista de Flacso, publicó en la web abrohilo.org "la gobernabilidad de la educación en la Argentina se configura sobre un esquema federal y descentralizado. El Estado nacional y las provincias impulsaron respuestas de urgencia y el ensayo para promover las condiciones de continuidad pedagógica, sosteniendo los lazos a través de vías de comunicación".

Pero, indudablemente, no alcanza a suplir la efectividad de las clases presenciales ni colabora con la deserción escolar que comienza a ser evidente. Frente a este panorama Claus planteó algunas alternativas que ya deberían estar preparadas para ser implementadas. "Condiciones edilicias y sanitarias de las escuelas para generar espacios seguros y sanitarios; inclusión educativa, buscando y rastreando en todo el territorio a los estudiantes para que vuelvan a vincularse con el colegio y el máximo aprovechamiento de tecnologías y recursos digitales promoviendo la conectividad y financiando el equipamiento necesario".

Este breve listado por ahora se halla en la columna del debe del Palacio Sarmiento, sede del ministerio de Educación nacional.