Una misión (casi) imposible: el desafío de llevar invitados importantes a los programas de televisión
Los artistas solo van si tienen que promocionar algo, los futbolistas van -con suerte- a los ciclos deportivos, a muchos influencers no les interesa y los políticos de peso suelen ir únicamente durante las campañas.
En el fascinante mundo de la televisión argentina, la tarea de producir programas con invitados famosos se convierte en un laberinto plagado de desafíos únicos. Si bien la industria del entretenimiento ha demostrado que tiene mucho talento, la colonia artística en la Argentina es muy pequeña, lo que añade un grado extra de dificultad a la tarea de diversificar los rostros que aparecen en la pantalla. Esta circunstancia, combinada con la reticencia de los actores a participar en programas si es que no tienen un espectáculo para promocionar y que las máximas estrellas aceptan ir a programas de otros países -principalmente de España- y no a los de acá, genera un escenario complejo y, en ocasiones, repetitivo.
"PH, podemos hablar", "La noche de Mirtha", "Almorzando con Juana", "La peña de morfi", "La última cena", "Noche al Dente", "Vivo para vos" y "Entre nos", se nutren de los invitados. También están los ciclos de espectáculos como "LAM". "Socios en el espectáculo", "Intrusos", "A la tarde", "Implacables" y "Poco correctos", que necesitan llevar artistas para entrevistar. Y además están los de juegos con famosos. Y muchas veces las caras terminan siendo las mismas. ¿Se imaginan una mesa o un living por ejemplo con Ricardo Darín, Lali Espósito, Leonel Scaloni y Susana Giménez? Que conste que no dije Messi, el argentino más importante del país junto al papa Francisco. Sin embargo, muchos de ellos sí suelen ir a canales de otros países, donde se divierten, juegan y hasta responden preguntas subidas de tono.
Un problema clásico es que en nuestro país está mal visto que los programas les paguen a los invitados y, con suerte, reciben el bolo de la Asociación Argentina de Actores -sean actores o no-, que es bajo. Entonces, los artistas solo quieren ir cuando tienen algo que promocionar. Su lógica es: "Si el programa saca rédito con mi participación y yo no saco nada, iré cuando pueda decir algo que también me beneficie a mi". Entonces uno ve que cuando un actor está por estrenar una película aparece de golpe en 10 ciclos a la vez y después desaparece, también de golpe y por tiempo indeterminado.
¿Y qué pasa cuando uno llama a gente que no es tan convocante para el público o que no tiene nada nuevo que decir, salvo dar una opinión de la actualidad? En esos casos se reflotan peleas y escándalos que haya protagonizado el invitado en cuestión. Una estrategia desesperada para inyectar drama y controversia en programas que, de otro modo, correrían el riesgo de volverse predecibles y monótonos.
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¿Entonces? ¿Qué se hace? Quizás la clave para superar estas dificultades podría residir en la diversificación de contenidos y la adopción de formatos más originales. También cambiar el concepto del negocio y sí plantear, como en otros países, un pago significativo por la presencia de la estrella en el programa. Sé que los canales viven una crisis económica, como le sucede al resto de las industrias, pero no hay negocio posible sin una inversión acorde. Se supone que a mayor interés del público, más importante será el rating, y por consiguiente, más caro se podrá cobrar el segundo de publicidad.
En conclusión, la televisión argentina se enfrenta a un desafío singular al tratar de mantener la frescura y la diversidad en sus programas con invitados famosos. Con una colonia artística apasionante pero limitada, la industria se ve obligada a repensar estrategias y encontrar nuevas formas de cautivar a la audiencia, superando la tentación de recurrir constantemente a las mismas caras y viejas polémicas.