Maria Salomea Sklodowska, conocida mundialmente como Marie Curie, nació en Varsovia, el 7 de noviembre de 1867, y creció en una época en la que no estaba permitido que las mujeres pudieran acceder a una formación académica, pero su pasión por la ciencia la llevó a estudiar clandestinamente en la “Universidad flotante” de su ciudad. Y en 1891 se instaló junto a su hermana Bronislawa en París, donde comenzó a hacer historia. Su vida es tan rica desde todo punto de vista, que Netflix acaba de lanzar “Madame Curie”, una película protagonizada por Rosamund Pike, quien atraviesa un gran momento profesional y lo demuestra en este proyecto.

El film de Marjane Satrapi no solo abarca los grandes logros profesionales de la científica polaca, sino que profundiza su vínculo con Pierre Curie -interpretado por Sam Riley-, quien fue su gran amor y compañero en gran parte de sus investigaciones. Se conocieron en 1894, cuando Pierre era instructor en la Escuela Superior de Física y de Química Industriales de París, y le ofreció a Marie su laboratorio para que trabajara con todos los elementos que necesitaba para su tesis doctoral y rápidamente se enamoraron.

El principal objetivo de Marie era doctorarse, siguiendo con la investigación Henri Becquerel sobre los rayos que emitían las sales de uranio y, junto a su marido, terminó descubriendo dos elementos de la tabla periódica -a los que bautizó “Polonio”, en honor a su país de origen, y “Radio”- y desarrolló los primeros estudios sobre la radioactividad.

Sus experimentos fueron un suceso para el mundo científico. Sin embargo, la película muestra que la joven polaca no contó con el reconocimiento que merecía desde el principio, simplemente por ser mujer en un ambiente manejado por hombre. Tanto es así que en 1903 solo Pierre fue nominado al Premio Nobel en Física y tuvo que insistir para que incluyeran a su esposa en el galardón, con la amenaza de que si no lo hacían, no se presentaría a recibirlo.

Además de sus aventuras en el laboratorio, Marie y Pierre formaron una familia con sus hijas Iréne y Eve, pero los proyectos del matrimonio quedaron truncos luego de la sorpresiva muerte del francés en 1906. Y Satrapi hace hincapié en el dolor de Curie por la muerte de su compañero y la tenacidad con la que siguió trabajando día y noche para cumplir sus objetivos profesionales.

Así fue como Marie, esa chica que no había podido estudiar de manera legítima en su país, se convirtió en la primera mujer en tener su propia cátedra en La Sorbona. También sufrió el asedio mediático por su vida personal, ya que luego de enviudar tuvo un apasionado romance con Paul Langevin, su compañero de laboratorio, y fue blanco de ataques antisemitas por su origen polaco. Sin embargo, se mantuvo impasible, convencida de que tarde o temprano sus descubrimientos serían más relevantes que lo que ocurría en su cama.

El tiempo le dio la razón y en 1911 recibió su segundo Nobel por sus descubrimientos en Química. Y aunque atravesó épocas oscuras al ver las consecuencias negativas que causó la radioactividad, hasta su último suspiro, Curie dedicó su vida a la ciencia y a buscar una forma de salvar vidas y construir un mundo mejor.