A lo largo de más de tres décadas de trayectoria, Carlos Kaspar se ha caracterizado por interpretar a los personajes más malos, duros e inescrupulosos. Reconoce que hay algo de su aspecto físico que hace que lo llamen para este tipo de papeles y, a su vez, que tiene que hacer un trabajo especial para poder empatizar con estos villanos. Pero en su trabajo más reciente en teatro, este proceso fue mucho más sencillo gracias a su experiencia de vida.

Cada sábado a las 22.30 se sube al escenario del Espacio Callejón junto a Agustín Daulte y Valeria Baranchuk para protagonizar Moconá, tierra de polacos, un drama que muestra como vive una pareja de descendientes de polacos en la provincia de Misiones, donde además de vivir de la venta de alimentos, se dedican a gestar y vender bebés. "La idea es sumamente interesante, porque la adopción ilegal es una problemática que sigue vigente. A mí me toca de cerca porque junto a mi mujer adoptamos a Martín (15), nuestro hijo, hace cinco año", comenta en una entrevista con Noticias Argentinas.

"Tenemos que entender cuál es el marco en todo esto. Con la creación del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA) un poquito se pudo frenar este tema en la Argentina, porque antiguamente cada provincia manejaba por sí sola el tema, pero ahora hay otro seguimiento, control. Los chicos se asignan a familias que primero tienen que pasar una cantidad de pruebas. Y en el caso de la obra, en el norte del país, es gente que vive en la miseria absoluta, que no tiene acceso a la educación o la capacidad de poder entender. Esa necesidad, miseria, urgencia de poder darle a los chicos algo que no les pueden dar hace que actúen de esta manera", señala. Y enfatiza: "No son solo los papás que venden bebés, hay una red de jueces, abogados. Es muy difícil poder emitir un juicio de valor sobre la manera en la que esta gente ve el mundo. La pobreza es una flagelo terrible y la obra nos hace preguntarnos donde estamos parados".

-¿Cómo preparaste tu personaje?

-Leímos mucho sobre el tema, yo indagué mucho. La provincia de Misiones tiene un alto porcentaje de inmigraciones de alemanes y polacos. Yo estudié en un colegio alemán y tenía compañeros que venían de Misiones durante todo un año en un internado del colegio, ellos me hablaron de la realidad de la comunidad polaca. Fue una búsqueda con mucha motivación, sobre todo cuando tenés que hacer un personaje que dista tanto de tu pensamiento. Siempre busco una manera de acercamiento con mis personajes, no puedo juzgarlos. Para empatizar traté de entender su realidad, qué los lleva a hacer eso, porque tal vez para nosotros es cruel y terrible y para ellos, la manera de resolverle la vida a un hijo.

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-Imagino que con el proceso debés revivir cosas que viviste en tu proceso de adopción.

-Sí. Con mi mujer tuvimos que esperar cinco años, en  los que hicimos todos los trámites necesarios, para tener a nuestro hijo, que llegó con 10 años. Nos llamaron un 30 de diciembre, yo estaba en Carlos Paz terminando de montar Chicos católicos y tuvimos que ir con mi señora de urgencia, porque era el último día que atendían en el juzgado. Todo el mundo se queja de que el sistema de adopciones es complejo, burocrático, injusto, como si te pusieran palos en la rueda, pero lamentablemente hubo y hay tanto abuso que hay que preservar a los menores. Ha habido tanta gente que adopta un chico porque supuestamente lo quiere, pero en realidad lo quiere hacer trabajar de manera esclava, ante tantas cosas tremendas... es muy difícil para aquel que quiere adoptar entender esto, porque también la mayoría quiere adoptar bebés. Entiendo cuando muchos angustiantes se quejan porque la espera es angustiosa, todos los años tenés que renovar el pedido y el tiempo pasa, pero uno también entiende que hay tanto abuso, tanta gente que confunde y cree que la paternidad es algo fácil, pero yo estoy aprendiendo todos los días con mi hijo.

-Vos ya tenías una hija, fruto de un matrimonio anterior, ¿con la adopción vivís la paternidad de otra manera?

-Mi hija Sofia va a cumplir 29 y vive en Mendoza, está haciendo su vida. Conversamos y hablamos muchos, pero la paternidad con un hijo adoptado es todo un aprendizaje, porque ellos viene con una realidad, una manera de ver el mundo. 

-¿Martin vio la obra?

-Vino y quedó muy emocionado, se abrazó mucho a mi señora, quedó realmente conmovido y para mí fue muy lindo verlo. A él le gusta actuar y ver teatro, aunque su pasión es el futbol. Creo que eso es un buen indicador. Con que uno solo se vaya pensando, la misión está cumplida. Siento que estoy contribuyendo a una causa que tiene que ver con un acto tan hermoso y puro como la adopción, que también es muy difícil. Más allá de la romántico, ser padre adoptivo es todo un desafío, una tarea de todos los días. Es maravilloso, fascinante y también arduo.

-¿Qué cosas compartís con tu hijo?

-Todos los días nos sorprende con algo bueno. Mi hijo se supera día a día. Sufrió mucho durante el aislamiento duro de la pandemia, fue duro para él y para nosotros también, pero lo pudimos pasar. Yo disfruto mucho estar con él, lo voy a ver jugar al fútbol, me resigné y estoy empezando a jugar a la play... ¡me como cada baile! (se ríe).

-¿Es verdad que interpretar a villanos es más divertido que ponerse en los zapatos de un héroe?

-Me gusta tanto lo que hago que disfruto cualquier personaje, pero es muy divertido. Con los villanos uno puede jugar desde otro lugar. Uno trata de encontrarle una empatía y es más difícil que con uno bueno, al que le conocés las virtudes. Además tiene que ver con una cuestión física, de los rasgos... 

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-Además de actor, traductor, director y escritor, sos psicólogo, ¿usás estos conocimientos a la hora de construir a tus personajes?

-Ejercí varios años como psicólogo, pero dejé cuando hacía Resistiré. La psicología es un buen complemento, como cualquier carrera universitaria o terciaria que te da herramientas para poder investigar, trabajar, ordenar información y desarrollar un pensamiento. A mí la psicología me ha servido de mucho, porque cuanto más amplio sea la cultura general de un actor, más grande será su espectro. Por ejemplo, hablo varios idiomas y eso me dio la posibilidad de trabajar con muchas figuras. Eso sí no me pongo a analizar como psicólogo a cada uno de mis personajes.

-¿Te han increpado en la calle por las cosas que hacen tus personajes?

-Sí, una vez estaba en a colonia Suiza en Bariloche, cuando venía de hacer al villano de 100 % lucha. El dueño del lugar me dijo que su nieta de 4 años me había visto y se había puesto a llorar porque tenía miedo. Al final lo convencieron, lo saludé y le di un beso. Cada vez que voy, nos acordamos y nos reímos. Al principio me ha tocado encarnar villanos que tienen un costado bueno o piadoso, como me pasó en Resistiré, que era el Bebi, que pasó de ser malísimo a defender al protagonista. Me gusta mucho que la gente se acerca, es una manera de valorar el trabajo del actor y para retribuirles este gesto, me quedo charlando o me saco fotos.