La jornada de protesta del sector agropecuario tiene distintos fundamentos que van desde la falta de insumos para trabajar: agroquímicos, fertilizantes, semillas, falta de gasoil en cantidad y precios necesarios, repuestos para maquinaria agrícola. Esto hace que los trabajos del campo estén paralizados.

En el aspecto impositivo, todos sabemos cuánto cuesta hoy un dólar, pero en el caso de un productor de soja, vale 90 pesos. Cuando tiene que comprar insumos, ese dólar lo tiene que pagar 300 pesos.

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Al mismo tiempo, hay funcionarios o personas allegadas al gobierno que están pidiendo suba de retenciones, lo cual genera una enorme incertidumbre; ¿Qué hago? si suben, me conviene sembrar o no, hago este cultivo o no hago otro. Entonces, eso termina conspirando contra una buena cosecha, contra la utilización de los insumos necesarios -ya sea porque no hay o porque no alcanzan los márgenes-. Esto, en definitiva, termina siendo perjudicial para la Argentina.

Otro aspecto central es que la ministra de Economía, Silvina Batakis, ha anunciado una revaluación de los inmuebles urbanos y rurales que se va a traducir en un "impuestazo" para el Impuesto Inmobiliario Rural, que va a estar en manos de Provincias, y, también, para una suba del impuesto a los bienes personales.

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Si a esto le sumamos que tanto la producción de trigo como de carne y de maíz están intervenidas en su comercialización y exportación, donde hay cupos y sigue habiendo retenciones, donde hay restricciones, genera un malhumor en toda la comunidad rural que no sabe cuáles son las reglas de juego.

Por lo tanto, a mi entender, está más que fundamentada la razón: una jornada de protesta como la de cualquier sector que tiene derecho a hacerlo, sin cortar rutas, pero sí que la sociedad se entere de lo que está pasando.