De a poco se va terminando el mes que tuvo como protagonista al “dólar soja” mientras va dejando cierto sabor a satisfacción en un sector del gobierno. No es para menos: han logrado hacerse hasta aquí de algo más de 5.000 millones de dólares en un contexto de escasez de reservas. Todo tiene un costo y esta cosecha de divisas realizada por el Banco Central no es ni será gratis.

El resto de los sectores exportadores reclaman igualdad de trato, y no es para menos: mientras que algunos logran liquidar el dólar a 200 pesos, el resto lo sigue haciendo a 150 pesos y sin ninguna expectativa de que aquello vaya a cambiar. Por su parte la máquina de emitir billetes tuvo la obligación de acelerar su marcha. El esquema de liquidación sojero trajo aparejado la necesidad de imprimir más pesos para que el Banco Central pueda hacerse de esos dólares y con ello se ha comprado un boleto a sufrir en el corto plazo una mayor presión inflacionaria.

Lo que resultó extraño ha sido como en el medio de la dinámica de liquidación de granos -gracias a las ventajas ofrecidas por el gobierno en términos cambiarios- han destruido la poca credibilidad que quedaba en el equipo económico y tensionar con ello aún más la frágil relación del oficialismo con el sector agropecuario: sin previo aviso les prohibieron hacerse de dólares financieros a todos aquellos que hubiesen liquidado al “dólar soja”.

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Increíblemente no fue la primera muestra de hostilidad desde el nuevo (y transitorio) esquema cambiario: a principios de mes ya el BCRA a través de una resolución les encareció el crédito para que no les quede otra alternativa que (ante necesidad de financiación) liquidar sus granos ante la imposibilidad de acceder a un endeudamiento razonable en materia de tasas de interés. Todo un gran sinsabor para un sector que aporta el 70% de las divisas del país y emplea de manera directa a cerca de 400.000 personas.

Un factor adicional que ha nacido en medio de toda esta novedad cambiaria ha sido precisamente los problemas que traen aparejados los auspiciosos resultados alcanzados hasta aquí. ¿Qué razón habría para que un tipo de cambio diferencial con el que se logró la liquidación de más de 5.000 millones de dólares no continúe en el futuro? ¿Cuáles son los fundamentos para no aplicarlo incluso a todo el resto del arco exportador y así incentivar las exportaciones de todos los bienes y servicios? Lo que demostró esta medida es que no faltan divisas, sino más bien que lo que escasean son dólares que quieran ser rematados a 150 pesos. No hay un problema de cantidad, es de precio.

Lo único cierto es que nadie sabe bien cuáles serán los pasos a seguir de Sergio Massa, lo que queda claro es que el problema cambiario va a continuar entre la necesidad de cumplir las metas con el FMI y la imperiosa necesidad de quienes necesitan insumos, materias primas y tecnología importada que requieren imperiosamente de dólares para poder seguir produciendo. Lo que viene en la Argentina será seguramente un tiempo de grandes turbulencias ante un gobierno que parece no tener la pericia suficiente para enfrentarlas.