Los cuestionamientos del kirchnerismo al ministro de Economía, Martín Guzmán, comenzaron a gestarse en el tramo final de la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y se acentuaron luego de la firma del acuerdo cuando el ahora ex funcionario puso en práctica una serie de medidas para cumplir las metas firmadas.

Los términos del programa de Facilidades Extendidas suscripto y las condicionalidades que imponía en materia de déficit fiscal y de manejo de la política monetaria y cambiaria nunca fueros digeridos por el sector que responde a Cristina Fernández, quien desde el primer instante lanzó críticas impiadosas.

Los primeros enfrentamientos salieron a la luz cuando en los primeros días de enero Guzmán convocó a la Casa de Gobierno a los gobernadores provincias para explicarles por qué se demoraba la firma del convenio.

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Luego de las explicaciones dadas por Guzmán, que además fueron respaldadas por el presidente, Alberto Fernández, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, tomó la palabra y lo cruzó al pedir revisar la estrategia de negociación: “un crédito excepcional, fallido y fracasado, una bomba atómica, necesita soluciones excepcionales”, dijo, cacheteando la exposición del Poder Ejecutivo Nacional.  

Una vez encarrilado el acuerdo el ministro de Desarrollo bonaerense, Andrés Larroque, afirmó: “Kicillof hubiese negociado mejor”.

El sendero de reducción del desequilibrio fiscal acordado con el organismo internacional imponía una corrección de las tarifas energéticas y allí surgió el cruce con el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo.

Guzmán pretendía un esquema más horizontal y de segmentación por ingresos, mientras que Basualdo lanzó una iniciativa con foco en la geolocalización. Durante las audiencias públicas que definieron los nuevos cuadros tarifarios que comenzaron a regir a partir de ayer funcionarios que exponían por parte de la Secretaría de Energía fustigaban la visión del ahora ex ministro.

Otra polémica con fuerte exposición pública fue la que mantuvo con Roberto Feletti, cuando este estaba al frente de la secretaría de Comercio. Feletti le reclamó a Guzmán un aumento de las retenciones al agro para como método para “desenganchar” el aumento de precios de las materias primas a nivel internacional de las locales.

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Guzmán se negó en reiteradas oportunidades y en ese momento salió a pedir cohesión en el gabinete para que los discursos enfrentados no minen la confianza de los agentes económicos. Esa batalla terminó a favor de Guzmán ya que a las pocas semanas Feletti renunció a su cargo y absorbió la secretaría de Comercio que quedó en manos de Guillermo Hang.     

Junto al pedido de aumento de retenciones, el kirchnerismo le reclamaba a Guzmán aumentar el gasto público para paliar la crisis  en cada comunicado de prensa sobre datos económicos el ministro los enfrentaba remarcando el incremento en las erogaciones con destino social.

Uno de los últimos embates lo protagonizó la propia vicepresidenta, Cristina Fernández, quien habló de un “festival de importaciones” que debilitaban las reservas del Banco Central.

Guzmán tuvo “un alivio” momentáneo cuando el INDEC difundió el resultado de la balanza comercial donde se demostró que la demanda de dólares estaba vinculado a los gastos energéticos.  

Junto a Miguel Pesce, desde el lunes de la semana pasada endureció el cepo, no entregó divisas durante tres días y pudo cumplir con la meta impuesta por el FMI de US$ 3.800 millones al 30 de junio de acumulación de reservas.

Durante ese proceso apareció nuevamente Larroque y lanzó: “la frase moderada está agotada”. Cuarenta y ocho después se fue Guzmán.