Cuesta entender como con, semejante nivel de inversión para una construcción faraónica, puede pasarse por alto, que el edificio se montó sobre caños maestros que proveen de agua potable a 500.000 vecinos de la Ciudad de Buenos Aires. 

Pero sucedió y el terreno hiper codiciado por su privilegiada ubicación en la ciudad, frente al Hipódromo de Palermo, contiene un edificio visible de cinco plantas y tres módulos que la empresa, aún pública, AySA se niega a habilitar por los riesgos que existen porque, debajo del paseo comercial proyectado, se ubican los caños de alta presión de agua. 

Los caños atraviesan en forma transversal un sector del predio donde se edificó Paseo Gigena. Según dos fuentes directas del caso, los riesgos de continuar con el escenario actual son altos, y si llegara a un eventual problema con las cañerías, el edificio podría sufrir daños importantes y, por lo tanto, también personas. “No se puede construir sobre caños maestros un edificio donde habrá tránsito de gente”, afirmó uno de los expertos consultados por el diarioar.com 

Caputo, Bausilli y la constructora

Ahora bien, la razón por la que se vincula al ministro de Economía, Luis Caputo y al presidente del Banco Central, Santiago Bausili, con la obra comercial, es la constructora Coinsa, dirigida por Martín Maccarone, allegado al ministro del presidente Milei. 

Las coincidencias de la vida permitieron que la empresa financiera que Caputo dirigía antes de ingresar a la función pública con el ex presidente Mauricio Macri, Axis Inversiones, alquilara oficinas en el edificio de Coinsa, en la calle Godoy Cruz, en el barrio de Palermo. 

La responsable del proyecto es la desarrolladora BSD pero la consultora financiera Anker de Luis Caputo y Santiago Bausili participaron en la financiación de Paseo Gigena.  

Crearon un fideicomiso, cuando la ciudad era gobernada por Horacio Rodríguez Larreta, y recaudaron cerca de 50 millones de dólares para la construcción de este edificio inhabilitado por AySA.

La necesaria intervención de Caputo y Bausili en ese entonces ocurrió por el desplome de la multinacional We Work. 

Como explicó NA en septiembre del año pasado, antes que nadie pensara que Caputo y Bausili serían funcionarios del presidente libertario, los efectos de la pandemia de Covid –19, arrasó con el crecimiento de la empresa de alquileres de oficinas virtual We Work, y derivó en una oportunidad de oro para la empresa Anker Latinoamérica S.A. fundada por Luis “Toto” Caputo y, su hermano, Flavio Caputo y que contó con la participación societaria de Santiago Bausili, ex secretario de Finanzas de la Nación, durante la administración de Mauricio Macri y actual jefe del Banco Central. 

La historia de una licitación típica del capitalismo de amigos latinoamericano 

La empresa Anker Latinoamérica

La empresa Anker Latinoamérica S.A. fue fundada en el año 2020 y, en ese entonces, “Toto” Caputo ya se había alejado de la función pública a nivel nacional con Mauricio Macri, para retornar a su actividad privada. 

La licitación nacional e internacional lanzada por el Gobierno de la Ciudad de Rodríguez Larreta y Felipe Miguel, para desarrollar un nuevo polo comercial y gastronómico en el estacionamiento ubicado sobre la avenida Dorrego, frente al Hipódromo de Palermo, fue otorgado a un “tapado”. 

En enero de 2020, en plena pandemia de Covid-19, la licitación organizada por el gobierno porteño fue ganada por la unión de dos empresas Masbor SRL, desconocida en el mundo de los desarrolladores locales, y BSD Grupo Asesor, con una trayectoria de construcción de torres y edificios de condominio residenciales, que ofrecieron convertir el predio en un espacio de usos múltiples que combinará gastronomía, deportes y comercios reunidos en el desarrollo denominado Ámbito Gigena y que debiera inaugurarse este año. 

En el camino quedaron firmas del mercado inmobiliario muy conocidas como el grupo desarrollador inmobiliario IRSA de Eduardo Elsztain y las firmas Miavasa, LGMF y Line Ocampo. 

La idea de los vencedores de la licitación era financiarse a través de la empresa estadounidense We Work, líder en coworking, fundada en 2010, y que tras el paso de la pandemia y, fundamentalmente, de las restricciones de las cuarentenas obligatorias ordenadas por los estados, no logró recuperarse de la recesión y paso de ser una de las empresas emergentes más preciadas del mundo, con una valoración de 47.000 millones de dólares a 446,8 millones de la misma moneda en un lapso de cuatro años. 

Fideicomiso para juntar dinero

Frente a esta debacle de los posibles socios americanos surgió la opción de los hermanos Caputo. 

Su empresa, Anker Latinoamérica, se encargó de organizar un fideicomiso para reunir inversores que suplantaran a We Work, el socio caído en desgracia. 

El grupo asesor BSD consintió en la idea de “Toto” Caputo de realizar un proceso de oferta pública, transparente y con todas las operaciones en blanco, aunque poco se sepa de la identidad de los cerca de 40 inversores que entraron en el negocio cuyas identidades están protegidas por el secreto bursátil. 

Beneficio de la privacidad que se logra por haber invertido en pesos a través de la compra de bonos atados al dólar oficial, los denominados en la city financiera, bonos dólar link. 

La verdad es que en Anker no se deben haber esforzado mucho para convencer a los inversionistas de las bondades de la licitación pública. Se estima más de medio millón de dólares de ganancias en alquileres. El problema hoy es que AySA no habilita el paseo comercial.