Han pasado 20 años desde que se establecieron las retenciones en 2002. En tanto, parece que llegó para quedarse como el impuesto al cheque o a los combustibles. Entonces queda claro que la estructura impositiva tiene a las retenciones como un factor importante. Ha habido momentos más moderados y más traumáticos como en el 2008, donde Martín Lousteau las quiso llevar al 52% o como cuando Mauricio Macri prometió eliminarlas y no lo hizo.

Hay toda una historia transcurrida que hacen que las retenciones sean el paisaje impositivo agropecuario. Hay que poner en discusión el para qué y quiénes son los que aportan. Argentina debe tener un régimen impositivo basado en las ganancias y en los patrimonios, como los países desarrollados del mundo, y no tener impuestos distorsivos en la energía eléctrica, en el combustible, en la exportación de granos.

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En el corto plazo, debe definirse que no se puede tratar por igual a los que son estructuralmente distintos; hay PyME que no pueden soportar lo mismo que grandes grupos como los 15 grupos que manejan 1.600.000 hectáreas. La capacidad contributiva está claramente contrastada. Lo que se necesita para resolver el tema retenciones es, justamente, segmentarlas.

Hay que diferenciar pequeños y medianos productores de quienes tienen grandes extensiones de agricultura. Las retenciones, mientras duren, mientras no vayamos a un sistema basado en lo que he desarrollado, no habrá protecciones para los sectores más vulnerables que, además, están siendo castigados por severas sequías que ponen también en riesgo su margen de producción.