La política lejos de la realidad
Desde hace mucho tiempo que la discusión de la política argentina no atraviesa las cuestiones profundas que nos afectan a los argentinos y solo discute temas de coyuntura que nada tienen que ver con lo profundo de la decadencia argentina.
Esta semana hemos tomado nota: el año electoral ha comenzado. El secretario de Política Económica, Gabriel Rubinstein, ha hecho algo de ruido a través de sus redes sociales al hablar de la deuda inmanejable que tiene el Tesoro Nacional citando a varios economistas del arco opositor, quienes no tardaron en salir a responderle. Aún es difícil de descifrar si lo dicho por el virtual viceministro de Economía ha sido un mensaje a la oposición o al propio oficialismo.
Desde hace mucho tiempo que la discusión de la política argentina no atraviesa las cuestiones profundas que nos afectan a los argentinos y solo discute temas de coyuntura que nada tienen que ver con lo profundo de la decadencia argentina, y la deuda pública es uno de ellos.
La deuda es un tema irrelevante para muchos argentinos: si bien este año vencen más de 19 billones de pesos ($19.000.000.000.000) de los cuales -según el propio Ministerio de Economía reconoce- apenas algo más de 7 billones están en manos del sector privado (el resto es deuda entre el propio Estado), lo cierto es que estos montos cuadruplican el dinero que existe hoy circulando en la Argentina, lo que de tener que emitir ese dinero (en el caso de no poder financiarse y verse en la obligación de ser asistido por la máquina de imprimir billetes del Banco Central) el impacto inflacionario seria devastador. Además la deuda del BCRA parece inmanejable: hay 10,8 billones de pesos en Leliqs y Pases que pagan hoy una tasa de interés que implica que en un año estos montos se habrán duplicado. Incluso hoy los pasivos monetarios son bastante más que hace un año atrás: hace doce meses los mismos eran de 4,6 billones de pesos. El esquema parece inmanejable.
LEÉ: La suba en el precio de la carne le mete presión a la inflación de febrero
En algún punto, sin embargo, lo que ocurra con la deuda pública es poco relevante: si no se atacan los problemas estructurales de la Argentina, poco importa si la deuda –que el 95% de los vencimientos de este 2023 se dan antes del próximo mes de septiembre- se logra refinanciar algunos meses más o no, ya que más tarde o más temprano el colapso financiero será inevitable. Hoy nadie está dispuesto a financiar al Tesoro más allá de 120 días por una sencilla razón: nadie cree que este modelo sea sostenible en el tiempo.
Para terminar con los problemas eternos de deuda que cada cierto período de tiempo nos desemboca irremediablemente en una severa crisis, la política debe comenzar a discutir reformas estructurales que hoy no parecen estar en la agenda de la discusión política. Hoy todos parecen entender la necesidad de eliminar el déficit fiscal, sin embargo hace apenas unos meses atrás buena parte del arco político se encargó de aprobar un presupuesto deficitario, cargados de impuestos y con un nivel de inflación estimada de muy difícil cumplimiento. En el plano de lo que viene y habiendo empezado la campaña electoral, pocos parecen ser los políticos que explican cuáles serán sus planes para atraer inversiones, reducir la carga tributaria y burocrática o achicar el gasto público.
La política solo se preocupa por culpar al otro, por intentar mostrar quién se ha endeudado más o quien ha generado mayor nivel de inestabilidad. A esta altura poco importa el pasado. Tampoco es relevante el nivel de deuda pública o quien sea el próximo Presidente de la Nación. Lo único que hoy verdaderamente importa es que Argentina es un país que no funciona, plagado de pobreza, estancada económicamente y alejada del mundo, abandonada en las manos de una dirigencia política que parece no estar dándose cuenta de que es lo que verdaderamente nos está ocurriendo.