No puede haber sorpresa frente al 7 por ciento de inflación del mes de agosto. No hay resultados antiinflacionarios porque el marco que define al plan de ajuste y estabilización del "superministro" Massa es, precisamente, el acuerdo con el FMI. No ha sido la prioridad. Por ende, no hay resultados antiinflacionarios porque el acuerdo con el FMI es per se inflacionario.

Si aceleramos la devaluación del tipo de cambio oficial, si aumentamos las tarifas y si elevamos la tasa de interés, entonces aumentaremos los costos y produciremos más inflación.

A la vez, al aumentar la tasa de interés, se incrementan los intereses que tiene que pagar el Banco Central, por lo cual es necesario, siguiendo esta lógica, aumentar más aún la tasa de interés.

La lógica en curso promueve la inflación y, en su marco, incrementa costos y desfinancia la producción al tiempo que deprime la demanda por caída del poder adquisitivo de la población y reducción del gasto público.

Esta situación conduce al verdadero objetivo que es deprimir la actividad económica para, por esta vía, importar menos y mejorar la disponibilidad de divisas.

Así, además, al colocar a la economía en recesión, es decir, al "enfriar" la economía, se logrará, dentro de unos meses, cierta desaceleración de los precios pasando de una tasa mensual del 6% o el 7% a otra del 4% o el 5%.

Es bueno observar que en agosto, así como en lo que va del año, los rubros que más suben son los que más golpean el bolsillo de los sectores más vulnerables; alimentos, bebidas y prendas de vestir encabezan el ranking de precios. Ocurre lo mismo al observar que las regiones más pobres (nordeste y noroeste) son las que más inflación exhiben.

Es necesario terminar con el programa inflacionario del FMI para poner en marcha un programa popular antiinflacionario de corte heterodoxo que, en simultáneo, mejore los ingresos y congele el sistema de precios para aumentar el poder adquisitivo de la mayor parte de la población, ampliar el mercado interno y evitar el estancamiento de la economía.

En un país con 25 millones de personas que no llegan a fin de mes, 17 millones de pobres y 4 millones de hambrientos, usar la recesión como freno para la inflación puede hacer que el remedio sea peor que la enfermedad.

Así como se puede señalar que un programa económico que acelera la devaluación del tipo de cambio oficial aumenta las tarifas y las tasas de interés y que no hace más que incrementar costos y retroalimentar la espiral de precios, también cabe destacar que, permanentemente, la tasa de interés termina haciendo emitir mayor cantidad de pesos al

Banco Central en función del pago de los intereses de la deuda que la misma entidad mantiene con diversos acreedores. Consecuentemente, al tener que pagar intereses más altos, los niveles de emisión son superiores.

En tanto, luego de los datos en materia de inflación de agosto, se puede analizar que la inflación sería del 100% a nivel interanual.

En este contexto, para que las tasas sean positivas, las mismas deberán tener un nivel tal que resultan incompatibles con el funcionamiento económico y el financiamiento de la actividad productiva.

Es más, se transforma en el elemento central a la hora de inducir el proceso de caída de la actividad económica y, por tanto, de la recesión.

(*) - Claudio Lozano es ex director del Banco de la Nación Argentina (BNA).