El cobre ha sido un aliado esencial en la viticultura por más de un siglo. Este elemento, reconocido por sus propiedades antifúngicas y bactericidas, es crucial para proteger las vides de enfermedades como el mildiu y la botritis. 

Su importancia es notable en la agricultura orgánica, donde se limitan las opciones sintéticas. No obstante, es vital un manejo cuidadoso del cobre para prevenir la acumulación tóxica en el suelo y garantizar la sostenibilidad de los viñedos a largo plazo.

Como fungicida de amplio espectro, el cobre es efectivo contra diversos patógenos que amenazan la salud de las vides. Su uso constante en momentos críticos del crecimiento previene enfermedades, asegurando una cosecha de calidad. Además, es uno de los pocos fungicidas aceptados en viticultura orgánica, lo que lo hace invaluable para quienes buscan prácticas de cultivo sostenibles.

Sin embargo, el cobre puede acumularse en el suelo con el uso continuado, alterando la microbiota y la calidad del mismo. Por eso, es imperativo que los viticultores apliquen el cobre responsablemente, respetando las dosis aconsejadas y combinándolo con otros métodos de control de enfermedades cuando sea posible. 

La investigación actual se enfoca en reducir estos efectos adversos y en hallar alternativas más seguras y eficaces.