Para entender al dólar primero debemos mirar las variables que alteran su estabilidad y una de ellas es la brecha cambiaria, que ya se encuentra en niveles históricos de una crisis cambiaria. Ya sobrepasó los niveles de la hiperinflación de 1989, cuando llegó al 100%, y se ubica casi en niveles parecidos a los de la crisis de 1982, cuando sobrepasó el 120%.

Hoy estamos hablando de una brecha que ha llegado por momentos a niveles del 150%, en un crisis cambiaria sin precedentes desde 1989 y con un nivel de destrucción de la actividad privada que no se veía desde 2001, 1989 o incluso desde el "Rodrigazo" de 1975.

La Argentina solo creció el 55% del tiempo desde 1975 a la fecha. Es prácticamente como decir que crecí un año y el otro
no. Pero manteniendo el nivel de crecimiento poblacional estable y una economía cada vez más chica. Lo que se traduce en más miseria y menos capacidad de crecimiento a largo plazo.

Ante tal descalabro de brecha cambiaria y con consecuencias desestabilizadoras en los drivers de crecimiento se deberían sincerar los precios de la economía para que la “olla de presión” no siga desestabilizando la actividad privada, principalmente la inversión y el empleo. Pero claro, nadie quiere asumir los costos de un "Rodrigazo" con una economía que hace más de 10 años que no crece y que no para de generar marginalidad y efectos contraproducentes de largo plazo, como pérdida de competitividad en los precios de los bienes transables y un desplome en los ingresos de la marginal economía no transable: tener un puesto de trabajo no garantiza no ser pobre.

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Estamos en un país con una economía que se desmorona desde lo moral, con un mercado de trabajo desfasado de la realidad, donde lo único que crece es la informalidad de una nación que tiene cada vez más desigualdad en la estructura productiva.

Una vez más debemos decir que el dilema de la Argentina es el dólar para tapar nuestros problemas, cuando en realidad el verdadero problema de fondo es la debilidad del peso contra cualquier bien o servicio, llámese producto que mide la canasta básica del INDEC o bien una divisa que se emite en Estados Unidos.

Hace 30 años le dimos valor a una moneda con paridad al dólar que tampoco supimos mantener y que hoy lleva una destrucción de valor cercano al 99,997% frente al dólar.

Mientras que paralelamente, el dólar desde 1971 a la fecha ha perdido casi un 99,99% de valor frente al oro desde la fatídica y calurosa noche del mismo año en la que Richard Nixon anunciaba el rompimiento de la paridad dólar-oro. Lo que los economistas e historiadores llaman la noche del “Nixon Shock”.

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Lo paradójico es como la Argentina ha mantenido desde la fecha una relación de cercanía con la moneda norteamericana mientras se desplomaba frente al oro. Es interesante entender la dinámica del ahorro en la Argentina, ya que desde principios de los años ´70 nuestro ahorro nacional viene en caída libre cuando paulatinamente la mayor parte de la población argentina opta por una moneda que se desploma desde hace 50 años. Perdiendo casi un 80% de poder de compra dentro de la economía americana si sumamos las inflaciones anuales de Estados Unidos desde 1970. Nos convertimos en una economía bimonetaria solo para salvaguardarnos de una peor moneda que ha sido emitida por el Banco Central, sea que lo llamemos peso argentino, austral o peso convertible.

Por esa razón, el dólar no es el problema de esta economía. Ni la causa de nuestros males. Que el dólar no tenga techo no se debe a la situación externa exclusivamente ni a la ineficacia del Banco Central. Sin lugar a dudas es una consecuencia de malas políticas de coordinación monetaria y fiscal, que durante muchos años y de manera sistemática han corrompido la productividad por trabajador de un país que en los papeles hoy es más desigual, más pobre y carente de poder generar en las actuales condiciones macroeconómicas un sendero de crecimiento sostenido en los próximos cuatro años.

La Argentina se enfrenta a un momento bisagra después de que en los últimos 50 años afrontó seis crisis destructivas, sistemáticas devaluaciones, caída del ahorro e incapacidad de fomentar el trabajo genuino y destruir la canalización del ahorro a la inversión en un sistema financiero basado simplemente en el sistema bancario.

(* - Mariano De Rosa es economista y director de Masinversiones.com).