La ley de la oferta y demanda y el denominado “efecto mariposa” son dos principios que se mezclan para explicar porque la Argentina tendrá que pasar de pagar 7,4U$D por millón de BTU a una suma que, seguramente, superará los 10U$D cuando, en las próximos días, se acuerde la adenda al contrato que ambas naciones tienen desde hace 15 años.

El primer principio, ampliamente conocido por los lectores de economía, es el pilar de una economía de mercado y refleja la relación que existe entre la demanda de un producto  y la cantidad ofrecida de ese producto incidiendo en el precio al que  se vende la mercancía.

El segundo principio, que proviene de las ciencias meteorológicas y fue elaborado por el teórico estadounidense Edward Norton Lorenz, puede utilizarse en una ciencia social como la economía y graficarse con el remanido proverbio chino “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. De esta manera, pequeños cambios pueden conducir a consecuencias totalmente divergentes. Una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, puede generar un efecto considerable a medio y corto plazo.

La invasión de la Federación de Rusia a Ucrania no es una pequeña perturbación geopolítica, es de las grandes y sus efectos son verdaderos tsunamis sobre las economías de los países emergentes como Bolivia que los lleva a poner en suspenso las estrechas relaciones con gobiernos con los que se siente a gusto en materia ideológica, como la administración de los Fernández, para pasar a ser más pragmáticos y defender con uñas y dientes el valor de sus exportaciones.

La reunión que se realizará en Buenos Aires entre los presidentes Alberto Fernández y Luis Arce transcurrirá entre sonrisas, aplausos y mostrará coincidencias pero detrás existe una negociación muy dura para conseguir el gas andino, fluido vital para que las provincias del norte no sufran una racionalización de la energía durante los meses invernales.

IEASA, la ex Enarsa, tiene los borradores finales del anuncio que podrían realizar los dos presidentes en las próximas horas por los que Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) incrementará su abastecimiento al país desde los 7,5 millones de m3 por día hasta 16 millones de m3 durante el trimestre más frío del año.

Este incremento del volumen de las importaciones del fluido energético conllevará  mayores erogaciones de parte del Tesoro Nacional que se traducirá en convalidar un precio cercano a los  10-11 U$D por millón de BTU, la unidad térmica británica, que es la unidad que mide la capacidad de calor que brinda una estufa por metros cuadrados.

De esta manera los dos países firmarán una adenda que modificará el contrato inicial que preveía importaciones a la Argentina del orden de los 26 millones de BTU diarios que había acordado el extinto presidente Néstor Kirchner en el año 2006. Más modesta, la administración de Alberto Fernández negocia por, al menos, 15-16 millones de metros cúbicos diarios a un precio que aún es una incógnita.

En declaraciones recientes el secretario Darío Martínez había asegurado que  “tenemos los fondos para importar gas en invierno, pero a precios racionales”.

Una declaración elegante para poner un techo a las aspiraciones de los funcionarios bolivianos que están urgidos de ingresos de divisas por las modificaciones en la oferta y en la demanda del mercado energético y por el hecho disruptivo ocurrido en el lejano este europeo que tiene consecuencias palpables en Latinoamérica.

Las razones de la economía boliviana para negociar más duro con Argentina

En realidad las verdaderas relaciones carnales del MAS que gobierna Bolivia son con la Rusia que comanda Vladimir Putin. Y, esa cercanía, comienza a pasarle facturas costosas por la decisión que sorprendió al mundo entero de invadir Ucrania.

Si bien la economía del país andino se ve beneficiada con mejores precios por sus ventas de gas, cuyo principal cliente no es Argentina sino Brasil, lo que ingresa por una caja se les va por otras.

Las alteraciones en los mercados internacionales generaron que Bolivia tenga que pagar abultadas cuentas por el petróleo que importa pero también por productos agrícolas e  industriales.

En materia alimentaria existe muchísima preocupación en los círculos con poder de La Paz. La inflación de los  productos alimenticios van al alza y el principal impacto surge en las pizarras donde cotizan el trigo, la soja, el maíz y la úrea. Polleros, lecheros y porcinocultores de Bolivia están preocupados y planean movilizaciones mientras que el Gobierno emitió el Decreto Supremo 4680 que tiene por objeto autorizar la emisión de certificados de abastecimiento interno y precio justo para regular la exportación de maíz, sorgo y azúcar.

Tras la incertidumbre generada por la variación de precios internacionales del trigo, las autoridades andinas adoptaron medidas similares a las que resuelve el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti. Se firmaron convenios para mantener el pan a un precio y peso justo, así como hubo resoluciones para garantizar la provisión de 130 mil toneladas de trigo boliviano que se convertirán en 1,6 millones de quintales de harina.

El presidente de la Cámara Nacional de Industrias (CNI), Ibo Blazicevic, afirmó al diario Página siete que “Bolivia no goza de seguridad alimentaria, por lo que sufrirá los embates de la subida de precios como consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania. El caso del trigo es apenas uno de los productos que se verán afectados, pues el país produce sólo el 30% de lo que demanda, por lo que dependeremos de la importación de Argentina”.

En materia energética el vicepresidente de YPFB, Enzo Michel, aseguró que “Bolivia prevé que sus exportaciones de gas natural sumen en 2022 un valor de casi 3.000 millones de dólares, un 30% más que en el año anterior, debido a mayores volúmenes y precios del hidrocarburo y, de esta forma, estimamos cerrar 2022 con un superávit, con más ingresos por exportación de gas que egresos debidos a la importación de líquidos (…); vamos a cerrar el 2022 con más de 2.960 millones de dólares de ingresos por este concepto”, aseguró a la prensa local.

Ahora bien este optimismo del funcionario boliviano tiene su contracara en las importaciones de combustibles que realiza el país andino y representa uno de las dos razones por las que se negocia con dureza las ventas a Argentina.

En 2021, las importaciones de combustibles y lubricantes, principalmente gasolinas y diésel, alcanzaron el valor récord de unos 2.200 millones de dólares. Hoy, los precios están completamente alterados al alza y la factura final será mayor.

Por ello, Bolivia debió apelar a aumentar su producción de gas con urgencia para incrementar sus ventas al exterior. Hasta antes del estallido de la guerra en Ucrania había estabilizado su producción de gas en 42 millones de metros cúbicos diarios, que deberá incrementar en casi un 10 % a partir de mediados de año, para poder pagar sus cuentas en tiempo y forma.