Sudamérica tiene lo suyo
La Eurocopa tiene un aura de excelencia, pero la Copa América es mucho más interesante y con destellos incomparables.
La Copa América y la Eurocopa se están jugando al mismo tiempo. Y la polémica está instalada entre los hinchas y también entre los protagonistas. ¿Cuál torneo es mejor?
Es cierto que los que lanzaron la primera piedra fueron los europeos, especialmente Mbappé quien además de pedir que no se vote a los partidos de derecha y a la xenofobia (lo que generó el reconocimiento unánime de los sectores nacionales y populares y de los grupos más tolerantes), también dijo que la Eurocopa era lo mismo que un Mundial, ninguneando a los equipos americanos y, lo más llamativo, a la Selección argentina, que es el actual campeón del mundo y que le ganó la final justamente a Francia, el equipo de Mbappé.
Los sudamericanos, como se esperaba, respondieron. Y plantearon que la paridad que existe en el fútbol del continente sudamericano es mayor a la europea y que los futbolistas que nutren a las ligas del viejo continente provienen de estas tierras. O sea, seremos pobres, pero no por eso carecemos de talentos.
Igual, sea como fuere, la comparación es inevitable.
Tal vez los partidos que se están disputando en Alemania son más vertiginosos, con menos infracciones y también con menos roces y más búsqueda ofensiva. Y los encuentros que se dan por la Copa América son más ásperos, más conversados, más duros y con menos posibilidades de gol, porque las defensas son más cerradas.
Pero también es verdad que en Europa muy difícilmente se pueda replicar la joya colectiva e individual que entregó Argentina en el segundo gol contra Canadá. Toda la jugada, desde que Lo Celso recupera la pelota en posición de diez muy cerca del área de Canadá, roza la perfección.
Tal vez se la puede comparar con el segundo gol de Argentina ante Francia, el de Di María, luego de cuatro toques es entre MacAllister, Messi, Julián Álvarez y el mismo MacAllister que había comenzado la jugada.
La acción a la que nos referimos tuvo 25 toques y participaron ocho de los once jugadores de Argentina. La inició Lo Celso (conectó el balón en cuatro oportunidades) con un pase hacia atrás. Lisandro Martínez (cuatro toques) se la devolvió a Lo Celso (uno), quien cedió más atrás para Otamendi (uno), que habilitó a Emiliano Martínez. El Dibu (dos) alargó para Romero, que estaba por la derecha. El Cuti (dos) se la devolvió a Otamendi (uno), quien abrió para Lisandro sobre la raya izquierda (uno). Licha se la pasó a Lo Celso (uno), quien la cedió otra vez hacia la banda para Acuña (dos). El marcador de punta encontró otra vez a Lo Celso (un toque) y el ex Rosario Central se la pasó a Messi quien avanzaba libre por el medio. Y Messi, como en aquella jugada contra Francia, entregó el pase distintivo después de acariciar la pelota con su botín zurdo en cuatro ocasiones. Y cuando la acción pedía la habilitación hacia la izquierda, imprevistamente se la coló entre los centrales canadienses a Lautaro Martínez para que definiera de primera. Un golazo por donde se lo mire.
Repasemos otra vez quienes participaron: Dibu Martínez, Cuti Romero, Otamendi, Lisandro Martínez, Acuña, Lo Celso, Messi y Lautaro Martínez. Los que no tocaron la pelota fueron Molina, De Paul y MacAllister. Y todo sucedió con 25 toques y en apenas 30 segundos.
Por eso sostenemos que no hay punto de comparación entre la complejidad del fútbol sudamericano y el europeo. Los partidos en Europa fluyen y entregan más goles, porque todo está dado en un marco de marcas laxas y pocos roces. En Sudamérica, para llegar hasta el arco contrario, hay que romper dispositivos defensivos exigentes, esquivar patadas alevosas y desplegar mucho más talento colectivo e individual. Acceder al área rival es bastante parecido a hacer cumbre en el Aconcagua, en invierno.
Otra diferencia. En la Europa hay seis equipos de primer orden (Alemania, Inglaterra, Italia, España, Países Bajos y Francia), cuatro en un segundo escalón (Dinamarca, Bélgica, Portugal y Croacia) y un montón de relleno: Suiza, Escocia, Hungría, Albania, Eslovenia, Serbia, Austria, Polonia, Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Turquía, República Checa y Georgia.
En América hay tres que están por encima del resto: Argentina, Uruguay y Brasil; tres de segundo nivel (Ecuador, Colombia y México), cinco de tercero (Perú, Chile, Canadá, Estados Unidos y Paraguay) y cinco en un cuarto nivel (Jamaica, Venezuela, Panamá, Bolivia y Costa Rica).
La diferencia sustancial entre uno y otro continente es que en Europa es casi imposible que las selecciones que están más abajo les ganen a las de los niveles superiores. Las sorpresas son pocas. De hecho, hasta acá, y con 16 partidos jugados, solo se produjo una: Eslovenia 1-Bélgica 0. En América, en cambio, los batacazos aparecen todo el tiempo porque las distancias son más cortas. Incluso entre los del primer lugar y el cuarto.
Es cierto que no necesariamente la intriga en el resultado marca el buen nivel de juego. Pero la paridad sí es una virtud, porque hace al desarrollo de un torneo mucho menos previsible y más atractivo. Y, además, los partidos son más entretenidos porque cada pelota se disputa como si fuera la última.
El fútbol europeo y el americano son incomparables. Ambos tienen sus virtudes y defectos. Eso sí, como decía el Ratón Ayala en la publicidad de los botines “Interminable”, goles como el que hizo la Selección argentina a Canadá, “en Europa no se consiguen”.