Roger Federer: de joven rebelde a ícono de la elegancia
Antes de convertirse en Su Majestad, el suizo era un jugador frágil desde lo emocional, que rompía raquetas y le costaba asumir las derrotas.
A lo largo de su carrera, el tenista Roger Federer fue sinónimo de elegancia, tanto dentro como fuera de la cancha. La sencillez para moverse dentro de la cancha, la belleza estética de sus golpes y su forma de comportarse hicieron que se ganara el apodo de Su majestad.
Pero no siempre fue así.
Durante su adolescencia, Federer presentaba un look rebelde con el cabello rubio se caracterizaba por protagonizar rabietas dentro de la cancha, solía romper raquetas y además era un muy mal perdedor. Con un póster de Pamela Anderson en la puerta de su pieza, el suizo le contó a medios estadounidenses que “estábamos siempre mirando Baywatch” y que pasaba varias horas al día jugando a la PlayStation.
Paul Dorochenko, quien fue su preparador físico en aquella época, recordó: “Era frágil emocionalmente, incapaz de aceptar la derrota y entrenando era mediocre”.
Otro jugador de un gran carácter como lo fue John McEnroe, también había dado su opinión sobre el talento que desperdiciaba el Roger: “Es como si le hubiera tocado la lotería pero no supiera qué hacer con el premio”.
El punto de inflexión para Federer llegó durante el ATP de Hamburgo de 2001, en un partido contra el argentino Franco Squillari. Aquel día, el suizo destrozó una raqueta a pocos metros del umpire y se ganó los abucheos del público alemán, situación que derivo en que termine llorando en el vestuario: “Me porté terriblemente mal y en ese momento decidí que no podía seguir así. No podía comportarme de esa manera, si seguía así durante los próximos 10 años no podría soportarlo”, confesó.
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A partir de allí, el suizo cambió totalmente su imagen, su actitud adentro de la cancha y pasaría a convertirse en el ícono de la elegancia que es actualmente. Esto lo llevó a ganar el premio de la ATP de jugador favorito del público entre los años 2003 y 2021 de manera ininterrumpida.
Una vez convertido en Su Majestad, protagonizó solo un episodio en el que se dejó llevar por la ira. Fue durante el Masters de Miami 2009, cuando destrozó una raqueta y dejó atónito a todo el público. Pero estos fueron solo cinco segundos en un lapso de 20 años.